12
Nos quedamos horrorizados, mirando hacia la ventana, pero no entró por ella
ninguna criatura.
Mientras miraba, petrificado en el centro de la cabaña, sólo pude ver oscuridad y
una franja de pálidas estrellas.
Fuera, entre los árboles, comenzaron a cantar los grillos. No se oía otro sonido.
El pobre Jay estaba tan asustado que veía visiones. Colin y yo conseguimos
tranquilizarlo. Logramos que se quitara las zapatillas y se acostara en la litera inferior.
Entonces le tapamos con tres mantas para que dejara de temblar.
Colin y yo queríamos ir en busca de ayuda pero estábamos demasiado asustados
para salir. Los tres nos pasamos toda la noche despiertos, pero Larry no apareció en
ningún momento.
Sólo el canto de los grillos y el susurro del viento entre los árboles rompían el
silencio absoluto que reinaba en el campamento.
Creo que finalmente me quedé dormido, antes del amanecer. Tuve extrañas
pesadillas sobre incendios y personas que intentaban huir. Me despertó Colin,
sacudiéndome con fuerza.
—El desayuno —dijo con voz ronca—. Date prisa, es tarde.
Me incorporé, aturdido.
—¿Dónde está Larry?
—No ha venido —respondió Colin, señalando la cama sin deshacer de Larry.
—¡Tenemos que encontrarle! ¡Tenemos que contarle lo que ha pasado! —exclamó
Jay, precipitándose hacia la puerta de la cabaña con las zapatillas desatadas.
Colin y yo lo seguimos, medio dormidos todavía. Era una mañana gris y bastante
fría. El sol intentaba abrirse paso a través de las altas nubes blancas.
Nos detuvimos los tres hacia la mitad del camino que llevaba al comedor. No sin
aprensión, exploramos con la vista el terreno que rodeaba la Cabaña Prohibida.
No sé qué esperaba ver, pero lo cierto es que no había ni rastro de Roger.
Tampoco se veía señal alguna de lucha, ni sangre seca en el suelo. Las altas
hierbas no estaban dobladas ni aplastadas.
—Extraño —oí murmurar a Jay, meneando la cabeza—. Muy extraño.
Le estiré del brazo para que se moviera, y el resto del trayecto hasta el pabellón lo
hicimos corriendo.
En el comedor reinaba el mismo bullicio de siempre. Los chicos reían y hablaban
a voces. Todo parecía perfectamente normal. Supuse que nadie había dicho nada de
Roger todavía.
Algunos chicos nos llamaron a Colin y a mí, pero no les hicimos caso y
empezamos a buscar a Roger, caminando rápidamente por los pasillos que quedaban
entre las mesas. Ni rastro de él. Experimenté una opresiva sensación de náusea en el
estómago mientras nos dirigíamos corriendo hacia la mesa de los monitores, en el rincón.
Larry levantó la vista de un gran plato de huevos revueltos con beicon y nos vio
avanzar hacia él.
—¿Qué le ha pasado a Roger?
—¿Se encuentra bien?
—¿Dónde has estado esta noche?
—Roger y yo fuimos atacados.
—No nos atrevíamos a salir a buscarte.
Sometimos a Larry a un auténtico bombardeo de preguntas. Él, con expresión de
total desconcierto, levantó las manos para imponernos silencio.
—Tranquilos, muchachos. Sentaos un momento. ¿Se puede saber de qué estáis
hablando?
—¡De Roger! —gritó Jay, con el rostro congestionado—. La criatura… saltó
sobre él. Y… y…
Larry miró a los otros monitores sentados a la mesa, que parecían tan
desconcertados como él.
—¿Criatura? ¿Qué criatura? —le preguntó Larry.
—¡Atacó a Roger! —gritó Jay—. Venía a por mí y entonces…
Larry miró fijamente a Jay.
—¿Alguien fue atacado? No creo, Jay. —Se volvió hacia el monitor que tenía al
lado, un tipo regordete llamado Derek—. ¿Has oído tú algo en tu zona?
Derek negó con la cabeza.
—¿No está Roger en tu grupo? —le preguntó Larry.
Derek volvió a negar con la cabeza.
—No, no está en mi grupo.
—Pero Roger… —insistió Jay.
—No hemos oído nada de ningún ataque —le interrumpió Larry—. Si un
campista fuese atacado por un oso o por lo que fuera nos enteraríamos enseguida.
—Y oiríamos gritos o ruidos —apuntó Derek.
—Yo oí gritos —puntualicé.
—Los dos oímos gritos —añadió rápidamente Colin—. Y Jay volvió corriendo
para pedir socorro.
—Bueno, ¿y por qué no lo oyó nadie más? —preguntó Larry, volviéndose a mirar
a Jay. Su expresión había cambiado—. ¿Dónde ocurrió eso? ¿Cuándo? —preguntó con
suspicacia.
El congestionado rostro de Jay enrojeció más aún.
—Después de apagarse las luces —admitió—. Roger y yo subimos a la Cabaña
Prohibida y…
—¿Estás seguro de que no era un oso? —le interrumpió Derek—. Ayer por la
tarde se detectó la presencia de varios osos río abajo.
—¡Era una criatura! —exclamó Jay con enfado.
—No hubierais debido salir —dijo Larry, meneando la cabeza.
—¿Por qué no queréis escucharme? —gritó Jay—. Roger fue atacado. Aquella
cosa enorme saltó sobre él y…
—Habríamos oído algo —dijo tranquilamente Derek, mirando a Larry.
—Sí —convino Larry—. Todos los monitores estábamos en el pabellón.
Habríamos oído algún grito.
—¡Tienes que comprobarlo, Larry! —exclamé—. Jay no se lo está inventando.
¡Ocurrió de verdad!
—Está bien, está bien —respondió Larry, levantando las manos como si se
rindiese—. Preguntaré a tío Al, a ver si sabe algo, ¿de acuerdo?
—¡Deprisa! —insistió Jay—. Por favor.
—Hablaré con él después del desayuno —replicó Larry, volviéndose de nuevo
hacia su plato de huevos con beicon—. Os veré luego en el río, durante el baño, y os
comunicaré lo que haya dicho tío Al.
—Pero, Larry… —suplicó Jay.
—Le preguntaré a tío Al —dijo Larry con firmeza—. Si esta noche ha pasado
algo, él lo sabrá. —Se llevó a la boca una loncha de beicon y la masticó—. Creo que
habéis tenido alguna pesadilla o algo por el estilo —continuó luego, mirando con recelo a
Jay—. Pero os informaré de lo que me diga tío Al.
—¡No fue una pesadilla! —gritó Jay con voz estridente. Larry nos volvió la
espalda y continuó con su desayuno—. ¿No te importa? —le increpó Jay—. ¿No te
importa lo que nos pase a nosotros?
Muchos chicos habían interrumpido su desayuno y nos estaban mirando, con la
boca abierta. Yo agarré a Jay del brazo e intenté llevármelo a nuestra mesa, pero él
insistió en buscar de nuevo por todo el comedor.
—Sé que Roger no está aquí —volvió a insistir—. ¡No puede estar!
Recorrimos por segunda vez los pasillos entre las mesas, escrutando
detenidamente todas las caras.
Una cosa era segura: no se veía a Roger por ninguna parte.
Los ardientes rayos del sol atravesaron las nubes en el momento mismo en que
llegábamos a la orilla del río para darnos el baño matutino. El aire aún era frío. La
humedad que cubría los gruesos y frondosos arbustos de la orilla relucía bajo la brillante
luz del sol.
Dejé mi toalla bajo un arbusto y me volví hacia las verdes aguas del río, que fluía
suavemente.
—Seguro que esta mañana está fría —dije a Colin, que se estaba atando el cordón
del bañador.
—Yo lo único que quiero es volver a la cabaña para echarme a dormir —dijo
Colin, apretando un nudo. Ya no veía doble, pero estaba cansado después de no haber
pegado ojo en toda la noche.
Algunos chicos que ya estaban chapoteando en el agua se quejaban de lo fría que
estaba y se salpicaban y empujaban unos a otros.
—¿Dónde está Larry? —preguntó Jay, abriéndose paso por entre el bosquecillo de
arbustos para llegar hasta nosotros. Tenía el pelo revuelto y los ojos ribeteados de rojo e
inyectados en sangre—. ¿Dónde está Larry? Prometió que estaría aquí —exclamó
furioso, escrutando la orilla.
—Aquí estoy.
Nos volvimos los tres en el instante en que Larry aparecía por entre los arbustos, a
nuestra espalda. Llevaba los característicos bañadores anchos y verdes del Campamento
Pesadilla.
—Bueno, ¿qué ha dicho tío Al? —preguntó Jay.
Larry tenía una expresión seria. Clavó los ojos en los de Jay.
—Tío Al y yo hemos recorrido los alrededores de la Cabaña Prohibida —dijo a
Jay—. Allí no se ha producido ningún ataque. Imposible.
—¡Pero cogió a Roger! —gritó Jay con voz estridente—. ¡Lo despedazó! ¡Yo lo
vi!
Larry meneó la cabeza, sin apartar los ojos de los de Jay.
—Ésa es otra —añadió suavemente—. Tío Al y yo hemos subido a la oficina y
hemos revisado los libros, y este año no hay aquí ningún campista que se llame Roger. Ni
de nombre de pila ni de apodo. Ningún Roger. Absolutamente ninguno.
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Pánico En El Campamento
AcakLas aterradoras historias que se cuentan sobre el campamento se van convirtiendo en realidad... La comida no es buena. Los monitores son extraños. El director, tío Al, parece un demente. Billy es capaz de soportar todo eso. Pero entonces sus compa...