11
A la débil luz de las estrellas vi cómo a Jay se le ponían los ojos en blanco. Se le
doblaron las rodillas y empezó a desplomarse. Le agarré antes de que cayera al suelo y lo
arrastré al interior de la cabaña. Colin cerró de golpe la puerta a nuestra espalda.
Una vez dentro, Jay se recuperó lentamente. Los tres permanecimos inmóviles y
aguzamos el oído. Yo me encontraba todavía sosteniendo a Jay por los hombros. El pobre
estaba tan blanco como el papel y respiraba con breves y aterrorizados gemidos.
Escuchamos. Silencio. El aire permanecía cálido e inmóvil. No se movía nada.
Ninguna pisada. Ningún animal aproximándose. Sólo los aterrorizados gemidos de Jay y
el golpeteo de mi corazón.
entonces oí un aullido desde algún lugar lejano, suave y bajo al principio y luego,
en alas del viento, un aullido que me heló la sangre y me hizo gritar:
—¡Es Sabré!
—¡No dejéis que me coja! —gritó Jay, tapándose la cara con las manos y cayendo
de rodillas sobre el suelo de la cabaña—. ¡No dejéis que me coja!
Levanté los ojos hacia Colin, que estaba acurrucado contra la pared, apartado de
la ventana.
—Tenemos que encontrar a Larry —conseguí decir, con voz estrangulada—.
Necesitamos ayuda.
—¿Pero cómo? —preguntó Colin con voz temblorosa.
—¡No dejéis que me coja! —repitió Jay, derrumbado en el suelo.
—No va a venir aquí —le dije, tratando de dar un acento de firmeza a mi voz,
intentando calmarle—. Estamos perfectamente dentro de la cabaña, Jay. Aquí no vendrá.
—Pero cogió a Roger y… —empezó Jay. Un estremecimiento de terror le recorrió
el cuerpo de arriba abajo.
Al pensar en Roger sentí en el pecho una punzada de miedo.
¿Era verdad? ¿Era verdad que Roger había sido atacado por alguna criatura, que
había sido despedazado?
Yo había oído los alaridos procedentes de la ladera de la colina, dos alaridos
escalofriantes. Habían sonado con espantosa estridencia en el silencio de la noche. ¿No
los había oído también todo el mundo en el campamento? ¿No habían oído los demás
chicos los gritos de Roger? ¿No los había oído ninguno de los monitores?
Permanecí inmóvil y agucé el oído. Silencio. Sólo el susurro de la brisa entre las
hojas de los árboles. Ninguna voz. Ningún grito de alarma. Ningún paso presuroso.
Me volví hacia los otros. Colin había ayudado a Jay a echarse en la litera.
—¿Dónde puede estar Larry? —preguntó Colin. Sus ojos, por una vez libres de
las gafas de espejo, mostraban auténtico miedo.
—¿Dónde estará todo el mundo? —pregunté yo, cruzando los brazos sobre el
pecho y poniéndome a pasear de un lado a otro por el pequeño espacio que había entre las
literas—. Ahí fuera no se oye ni un ruido.
Vi que Jay abría desmesuradamente los ojos con una expresión de terror
indescriptible. Estaba mirando a la ventana abierta.
—¡La criatura…! —gritó—. ¡Viene aquí! ¡Está entrando por la ventana!

ESTÁS LEYENDO
Pánico En El Campamento
AléatoireLas aterradoras historias que se cuentan sobre el campamento se van convirtiendo en realidad... La comida no es buena. Los monitores son extraños. El director, tío Al, parece un demente. Billy es capaz de soportar todo eso. Pero entonces sus compa...