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—¿Cómo? —exclamé con incredulidad—. ¿Quiere decir que tenemos que
disparar contra ellas?
Paseé la vista por el círculo de campistas. Todos parecían tan aturdidos y
desconcertados como yo.
—Sí. Tenéis que disparar contra ellas —respondió fríamente tío Al—. Ya os he
dicho que están intentando huir.
—¡Pero no podemos hacerlo! —grité.
—Es muy fácil —replicó tío AL Se llevó al rifle al hombro y simuló dispararlo—.
¿Ves? No tiene nada de particular.
—¡No podemos matar a unas personas! —insistí.
—¿Matar? —Su expresión cambió tras las gafas oscuras—. Yo no he hablado de
matar. Estos rifles están cargados con dardos adormecedores. Sólo queremos detener a
esas chicas, no causarles ningún daño.
Tío Al avanzó dos pasos hacia mí, con el rifle todavía entre sus manos. Me miró
amenazadoramente, bajando el rostro hasta casi tocar el mío.
—¿Algún problema, Billy? —preguntó.
Me estaba desafiando. Vi que los otros chicos retrocedían.
Reinaba un profundo silencio en el bosque. Hasta el ave había dejado de graznar.
—¿Algún problema? —repitió tío Al, con su cara tan cerca de la mía que percibía
el acre olor de su aliento.
Retrocedí unos pasos, aterrado. ¿Por qué me hacía aquello? ¿Por qué me
desafiaba de aquella manera? Hice una profunda inspiración y retuve el aire en los
pulmones. Luego, grité con todas mis fuerzas:
—¡No lo haré!
Sin ser plenamente consciente de mis actos, levanté el rifle hasta la altura del
hombro y apunté el cañón contra el pecho de tío Al.
—Te arrepentirás de esto —gruño tío Al en voz baja. Se quitó las gafas de sol con
brusco ademán y las arrojó a la espesura. Luego entornó los ojos y me miró furioso—.
Baja el rifle, Billy, o haré que te arrepientas.
—No —repliqué, manteniéndome firme—. No va a hacer nada. Se ha terminado
el campamento.
Las piernas me temblaban de tal manera que apenas si podía sostenerme en pie,
pero no pensaba perseguir a Dawn y Dori, no pensaba hacer ninguna otra cosa que
ordenase tío Al. Nunca.
—Dame el rifle, Billy —dijo con voz grave y amenazadora. Alargó la mano hacia
mi arma—. Dámelo, muchacho.
—¡No! —grité.
Parpadeó una vez. Dos veces. Luego saltó sobre mí. Retrocedí un paso, sin dejar
de apuntar a tío Al, y apreté el gatillo.
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Pánico En El Campamento
DiversosLas aterradoras historias que se cuentan sobre el campamento se van convirtiendo en realidad... La comida no es buena. Los monitores son extraños. El director, tío Al, parece un demente. Billy es capaz de soportar todo eso. Pero entonces sus compa...