X: Filadelfia

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Lucía estaba recostada sobre el sillón en el living del departamento de Bruno. Sobre uno de los respaldos descansaba su pierna lesionada.

Atrás suyo, el sol comenzaba a descender en una puesta increíble.

Con los ojos cerrados se concentraba en la letra de la canción, y sonreía cada vez que la voz del cantante se quebrara. Sonaba If You Don't Know Me by Now de Harold Melvin & The Blue Notes. La tarde era más que perfecta.

–La canción preferida de mi mamá –confesó Thomas.

El joven se las había arreglado para poner la canción en el moderno sistema de audio de Bruno. Sentado en el medio del living, apoyaba su cuerpo contra el sillón donde Lucía descansaba.

La canción sonaba en repeat.

–Y ahora es la tuya –concluyó ella.

Lucía le había preguntado cuál era la canción de su vida y Thomas no había tardado mucho en encontrar la respuesta.

–La extrañás mucho –reparó Lucía.

–Todos los días –replicó él–. Por las mañanas más que nada. Me despertaba siempre con música. Mientras preparaba el desayuno, cantaba y bailaba.

Lucía sonrió al imaginar aquello. Al pensar, también, en su madre.

–Era muy alegre, muy positiva, lo demostraba todo el tiempo.

–Tuvo una hermosa vida –agregó Lucía.

Thomas asintió con la cabeza.

Claro que su madre Viviane había tenido una gran vida.

Su niñez había sido muy feliz y había vivido una gran historia de amor con el padre de Thomas.

John y Viviane se casaron muy jóvenes. Contra la opinión de sus familiares y contra todo pronóstico. Desde un principio, supieron que estaban hechos el uno para el otro.

Con ese mismo amor, lo criaron. Le dieron una infancia aún más feliz. Lo cuidaron y protegieron. Lo alentaron a cumplir sus sueños y jamás, pero jamás, desestimaron sus metas y deseos.

Si Thomas les hubiese pedido la luna, la hubiesen bajado para y por él.

–Es muy hermosa, Dickinson –confirmó Lucía.

–Cuando voy de visita a casa lo descubro a papá escuchándola en su taller mientras trabaja. Me gusta pensar que ella está ahí en algún lado.

John era lutier1 y había construido su taller en el patio trasero de su casa. En el mismo barrio donde había nacido y se había criado, y por cuyas calles solía jugar con la dulce Viviane cuando eran pequeños.

Lucía depositó una mano en su hombro. Le dio un apretón cariñoso.

–Claro que está, siempre están –remarcó también para ella– no tengas dudas de eso.

–Hace tiempo que no voy para allá –se lamentó Thomas–. Se me hace imposible con los tiempos del hospital, espero poder ir en cuanto tenga un descanso.

Había algo de remordimiento oculto en esas palabras.

–No es que me esté auto invitando, peeeeero siempre quise conocer Filadelfia. Es una ciudad con mucha historia.

Thomas se echó a reír. Ya podía imaginar lo divertido que podía ser ese viaje.

–Ah bueno –dejó escapar Ian al levantar la vista ante el edificio.

IPSA [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora