XVII: Londres

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Bruno entró al departamento de policía hecho un manojo de nervios. Se encontraba tan aturdido que no se percató, en ningún momento, que Sarah estaba también allí, sentada en un banco junto a la mesa de informes.

De igual forma, no se preocupó por Ian, que iba en el auto con él; y que se había bajado del BMW tan rápido como pudo para seguirle el rastro. Bruno había estacionado en el primer compartimiento libre que había visto, y encaró hacia la oficina de la dependencia a paso firme.

Su entrada fue tan notoria, que un agente se acercó cruzándose en su camino. El buen hombre estaba acostumbrado a manejar situaciones como la de esa tarde y había percibido signos de alerta.

–Señor... –intervino éste.

–Harper, soy Bruno Harper –explicó un poco agitado– vengo por Lucía Dante. Recibí una llamada...

–Entiendo –lo interrumpió el funcionario asintiendo– soy el agente Duff. Le voy a pedir que me aguarde un momento y le voy a pasar un informe.

–¿Informe? –replicó Bruno desesperado. Su tono de voz era elevado y denotaba lo afectado que estaba– ¿Me están tomando el pelo? ¿Qué está pasando? Qué alguien me explique qué está pasando.

–B –intercedió Sara apoyando una mano en su hombro. Necesitaba captar su atención y calmarlo antes que la situación se les fuera de las manos–. No pasó nada grave, vení conmigo.

Harper volteó hacia la voz de su hermana y por primera vez se dio cuenta de su presencia. Sarah quiso arrimarlo hacia su asiento tomándolo del brazo, pero la firmeza de Bruno le impidió siquiera moverlo un centímetro.

–¿Qué pasó Sarah? –había un dejo de desesperación en sus palabras.

–La señorita Dante está siendo interrogada, señor Harper –reveló el agente Duff–. En cuanto termine, lo voy a llevar hasta ella.

Bruno no podía comprender el curso que había tomado ese día. Había dejado a Lucía en su trabajo con la promesa de encontrarse con ella en el evento que celebraba su firma; sin embargo, estaba ahí, sin poder verla, hablarle, o saber si se encontraba bien.

Tampoco fue capaz de solicitar que Lucía no debía ser interrogada sin la presencia de un defensor, y claro que él iba a ser el que la defienda de y ante cualquier cosa.

Todo lo que Bruno había aprendido en la escuela de leyes, se había esfumado en un segundo.

–Lu está bien –le aseguró Sarah, porque sabía que era lo único que necesitaba saber en ese momento.

–Hermano, tomemos asiento –intentó mediar Ian.

Williams estaba detrás suyo, había logrado alcanzado tras perseguirlo desde que habían aparcado.

–¿Qué pasó Sarah? –Bruno volvió a reiterar su pedido. Sin calmarse, sin tomar asiento, ni bajar la guardia.

Quería respuestas y las quería de inmediato.

Había sido una mañana por demás agitada en La Pequeña La Habana. El servició de Lucía casi llegaba a su fin, y no podía sentirse más aliviada. Lo cierto era que las primeras semanas de trabajo habían sido duras y un tanto caóticas, estaba verdaderamente cansada.

El entrenamiento con Bruno tampoco se quedaba atrás, era cada vez más exigente y significaba todo un esfuerzo poder hacerlo a la par. La idea de competir en la próxima maratón la tenia entusiasmada, pero la demanda física le estaba comenzando a pasar factura. Él era un deportista nato y ella, con suerte, lograba seguirle el ritmo.

IPSA [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora