XXVIII: Florencia

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La noche era todo un éxito. La gala de beneficencia de la fundación de la que Bruno era parte esperaba recaudar muchísimo dinero, y todo prevenía que iban a cumplir el objetivo con creces. La señora Week había hecho un trabajo magnifico planificando el evento. La cena había sido deliciosa, los comensales estaban entusiasmados por abrir sus billeteras y todo se disponía para dar comienzo a la gran subasta.

Lucía se acercó a su novio, que la esperaba ansioso en la barra. Le dio un tierno beso en la mejilla y se acurrucó entre sus brazos.

–Hola extraña –la saludó él, plantándole un beso en la frente y atrapándola en un abrazo afectuoso. La había echado de menos todo el día y no podía esperar a volver a sentir su calor.

–Estaba hablando con Sylvia –le explicó ella– y de paso la ayudé con algunas cositas–. Ni bien se había percatado de que la señora Week estaba pasada de tareas, se había ofrecido a ayudarla. Estaba bajo prueba, y ella no lo sabía.

–Te acaparó toda la noche –protestó caprichoso acariciándole la espalda al desnudo. El vestido que Sarah le había llevado para la fiesta era osado. A Bruno no le causaba mucha gracia lo sugerente que era y le producía verdaderos celos, pero vivía con ello. La dejaba ser.

–Lo sé, lo sé –se disculpó ella y se separó un poco para poder mirarlo. Los ojos de Bruno ardían por el apetito–. Me ofreció un trabajo –expuso con entusiasmo, sus ojos también brillaban–. Quiere prepararme para ser parte de su equipo, hasta me propuso empezar a medio tiempo y darme espacio para estudiar alguna carrera.

Bruno sonrió ante la idea. Siempre había visto el potencial que su chica tenía. Estaba feliz que alguien más lo viera también.

–¿Y con eso cómo te sentís? –investigó. Lucía se encogió de hombros.

–Me entusiasma –reconoció–. Me gusta eso de empezar de a poco, así puedo seguir ayudando a Teresa. No quiero dejarla sola.

–No la estás dejando, amor –refutó con un beso. Con los labios ahogó su réplica–. Estoy seguro que ella va a estar feliz con todo esto.

–Me va a costar dejarlo, me encanta trabajar con ella –masculló cariñosa dándole besitos en el cuello. A Bruno le produjo cosquillas, pero se aguantó la risa.

–Creo que te va a costar más, renunciar a toda esa comida que te prepara –apuntó gracioso. Le mordió el lóbulo de la oreja derecha y bajó la mano hasta su trasero. Se estaban dejando absorber por el deseo.

–¿Y a quién no le costaría eso? –interrumpió Thomas–. Encima es gratis... –se llevó a la boca uno de los bocaditos de chocolate que se había robado de alguna bandeja al pasar.

–Siempre tan puntual, Thomas –resopló Bruno disgustado. Lucía se rio por lo bajo, recluida en su cuello.

–Te están buscando para la subasta, lobo feroz –le informó el enfermero de forma burlona.

Bruno desarmó el abrazo y refunfuñó como un nene caprichoso. Lucía también se quejó con un gemido y una mueca graciosa.

–Nos vemos más tarde, preciosa –prometió Bruno dándole un beso en la frente que se sintió eterno. Lucía replicó acariciándole la espalda.

Tanto Dickinson como Dante, se deleitaron con la retaguardia del caballero Harper. Su andar era de lo más sensual. Bruno no se daba cuenta del efecto que producía en los demás. Era atrapante y magnético. Arrancaba suspiros y despertaba fantasías. De todo tipo.

–Te atrapé con las manos en la masa, eh –inquirió Thomas en tono socarrón. Lucía entrecerró los ojos y contuvo la sonrisa que el orgullo profesaba–. ¿Una trufa? –preguntó sacando un paquetito del bolsillo de su pantalón. Envueltos en una servilleta de tela, había escondido varios bocaditos del postre.

IPSA [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora