Los caballeros andantes acudieron al rescate de inmediato. No llegaron en asombrosos corceles ni vestían armaduras poderosas. Tampoco parecían salidos de alguna historia épica o de un cuento de hadas. Pero respondieron ante la llamada de auxilio. Y eso era lo único que importaba.
Por el momento.
–Si te ponemos una bolsa en la cabeza no se nota –propuso Ian observando el rostro de su gemela. Sarah estaba sentada en un sillón con la cabeza apoyada en el respaldo. Descansaba su cuerpo maltrecho por la pelea. Tenía un ojo morado y comenzaban a aparecer algunos otros moretones cerca de su mejilla.
–Idiota –replicó ésta y le quitó de las manos las compresas que había improvisado Thomas. Cuando la apoyó sobre el ojo derecho sintió un dolor de muerte. Lanzó todos los insultos que conocía y los que Lucía le había ido enseñando en el último año.
–¡Así no! –la retó Lucía que apareció de la nada. Hasta ese momento, estaba encerrada en el baño junto a Ruth. Tomó la compresa y se la apoyó suevamente sobre la herida–. Te dije que lo hagas vos –le ladró a Ian, quién se encogió de hombros– ¿será que podés ser de ayuda para algo? –refunfuño y Sarah bufó una risa cargada de ironía.
Dante, como buena amiga, se ocupó de cada uno de los moretones. Hizo las primeras curaciones como le había indicado Thomas y Sarah agradeció el gesto. Daba pequeños soplidos sobre cada herida para aliviar el escozor y dedicaba palabras de aliento para calmarla.
En medio del silencio sepulcral de la habitación, se escuchó unos ruidos extraños provenientes del baño y Lucía hizo una mueca de desagrado.
–Ian –llamó al mayor de los Williams que estaba sumido en sus pensamientos. Lo cierto es que se le daban de terror las situaciones límites, y su polémico sentido de humor no le servía de mucho–. ¿Podés encargarte de Ruth? –preguntó urgida por la preocupación. Él, que no estaba tan preocupado como ella, puso una sonrisa maliciosa que escondía dobles sentidos. Sarah dio vueltas los ojos (más bien el que estaba sano) y negó con la cabeza. No podía creer el caso perdido que era su hermano.
–Es toda mía –anunció poniéndose de pie orgulloso, hasta se dignó de erguir la espalda y levantar los hombros en una pose que si se le daba bien. Lucía decidió dejar pasar aquello y concentrarse en un pequeño corte que Sarah tenía en su labio inferior. Le ardía, su amiga se quejaba como una nena. Su tolerancia al dolor era inexistente.
Antes de llegar a la puerta del baño, unos ruidos bastante sonoros lo hicieron recular en su acción; Ian se dio vuelta y se volvió a las chicas que estaban en el sillón.
–¿Está vomitando? –preguntó señalando la puerta del baño y agradeció que estaba cerrada completamente. Ya sentía un asco tremendo.
–No, está cantando un villancico, tarado –respondió su hermana incorporándose en el sillón. El movimiento le provocó dolor y se meció ante esa sensación.
–Está descompuesta –explicó Lucía obligando a Sarah a echarse contra el respaldo. Le pidió que se quedara quieta y la dejara terminar.
–Lulú... –se quejó Ian.
–Ian –lo interrumpió a punto de perder los nervios– no puedo con todo. Te lo pido por el amor de Dios –lanzó un soplido de cansancio. Se quitó con el dorso de la mano los pelos sueltos que se le habían pegado en la frente, producto de la transpiración y el trajín de la noche–. Ponele una toalla mojada en el cuello –indicó pensando en el estado de su amiga. La pobre estaba sentada en el suelo, abrazada al inodoro y arrepintiéndose de todo el alcohol que había tomado–. En cuanto termine, voy –le aseguró.
ESTÁS LEYENDO
IPSA [Finalizada]
RomanceLucía Dante y Bruno Harper nacieron en distintos países y hablan distintas lenguas, sin embargo, tienen un pasado en común: a ambos los atraviesa la pérdida, son sobrevivientes. El destino caprichoso decidió un día cruzarlos, para curarse, para com...