–¿Quién es esa bomba? –preguntó Ian señalando la foto.
En el extremo opuesto, Lucía también estaba sentada en la isla de la cocina de Bruno. Miraba con atención la pantalla de su teléfono celular, y con la mano que tenía libre realizaba anotaciones en su agenda.
A Williams le llamó la atención la fotografía que usaba como señalador y que ahora descansaba sobre la mesada. En la imagen se la veía muy sonriente, abrazando a una joven que parecía tener una edad cercana a la de ella y el mismo gusto estrafalario para vestir.
Ambas llevaban vistosas coronas de flores en la cabeza, y pañuelos de todos colores anudados a sus muñecas y tobillos. Estaban rodeadas de mucha gente y el lugar parecía ser un espacio abierto. Se las notaba muy felices.
–Ruth –le respondió pero sin despegar su vista de las páginas de su libreta.
Desde su teléfono, transcribía el cronograma que le había enviado Teresa por mensaje. A pesar de la resistencia de Bruno, la semana siguiente comenzaban sus turnos en La pequeña La Habana.
–Ruth, ¿qué? –indagó Ian.
–Martínez –agregó a secas. Sin mirarlo. Su tono era frio y distante, muy impropio a ella.
–¿No vas a decirme nada más? –cuestionó él mostrando sorpresa.
–Nop.
Esa Lucía que tenía en frente, era otra persona; hasta a él, que era el más disperso de todos, le resultaba evidente.
Alzó la vista hacia Bruno. Su amigo estaba apoyado contra la encimera de la cocina y bebía una cerveza de su marca preferida. Se lo notaba cansado, había tenido un largo y tortuoso día en el trabajo.
Ian le dedicó una mirada de auxilio, pero éste le dedicó un gesto de negativa con la cabeza. Le pidió en silencio que no insistiera con el asunto. Él ya había tratado de hacerla hablar, y había fracasado estrepitosamente.
Lucía no estaba de buen humor esos días. Hablaba lo justo y necesario, incluso mucho menos que eso. Desde el día fatídico en la casa de los Williams, la relación entre ambos se había enfriado. La notaba desanimada y ausente. Hacía uso de cualquier excusa para alejarse de él.
Ya no sabía que podía hacer para volver a tener con él a su chica. La de siempre, la que él quería y extrañaba. Aquella, era una Lucía a medias.
–Hablé con Tiana, Ian –rompió finalmente el silencio ella mientras los amigos se hablaban con gestos.
–¿Tiana? –replicó Ian haciéndose el confundido.
Bruno lanzó un bufido y se acercó a la isla.
–No te hagas –dijo apoyándose sobre el granito– sabés muy bien quién es.
–Ey –exclamó él– presiento un clima muy hostil por acá –señaló con las manos el ambiente–. Me está empezando a afectar, chicos.
Lucía dejó lo que estaba haciendo y lo escrutó con la mirada. Le lanzó dardos amenazantes con los ojos.
–Me llamó ayer para contarme que te vió con otra besándote en el mismo lugar donde la llevaste a cenar hace una semana –escupió casi sin respirar ni marcar una pausa.
–¿¿En serio, Ian?? –Inquirió Bruno disgustado– ¿Otra vez lo mismo?
–¿Qué? –Se defendió él encogiéndose de hombros– Hacen la carne en el punto que me gusta, ¿saben lo difícil qué es eso?
Lucía dio un golpe sobre la mesada y Bruno también. A Ian le causó gracia la sincronización de sus movimientos. Estaban cortados por la misma tijera.
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IPSA [Finalizada]
RomanceLucía Dante y Bruno Harper nacieron en distintos países y hablan distintas lenguas, sin embargo, tienen un pasado en común: a ambos los atraviesa la pérdida, son sobrevivientes. El destino caprichoso decidió un día cruzarlos, para curarse, para com...