Quiebre

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Él se fue.

Sin importar cuántas veces lo repitiera, seguía siendo demasiado surreal para Mingyu aceptarlo. Perdido en las calles de Seúl, con una fuerte lluvia reflejando los sentimientos dentro de él, se odió al sentirse tan desconsolado por algo que nunca tuvo.

Era patético, igual que las escenas de los melodramas que su hermana veía mientras él se burlaba –imitando pobremente a los actores. Aunque Minah le asegurara que el sufrimiento de esos personajes era digno de admirar, Mingyu solo veía a personas sobreactuando y exagerando historias que no eran para tanto. El que la vida se volviera en su contra y le diera por el trasero no solo era hilarante –si no sintiera que estuviera muriendo –también le hacía considerarse desgraciado y ridículo.

Desgraciado porque estaba siendo destrozado lentamente y nunca habría creído que doliese tanto. Ridículo al darse cuenta que sufría más que con la muerte de su padre. Kim Jaehwan había roto a su propia familia, enviándose a sí mismo a la muerte y –aunque les costó reponerse –fue mucho más fácil dejarlo irse. Y maldita sea, Wonwoo no había muerto; ni siquiera estaba enfermo. ¿Por qué vencía con tanta sencillez al luto que vivió por su padre? El dolor por la pérdida de un amor que nunca se dio era insoportable, tanto, que Mingyu no creía poder explicarlo en palabras.

Los sollozos y gemidos de dolor eran ahogados por la lluvia que caía pesada sobre él, incapaz de lavar sus heridas. Y –aunque nunca le contaría a nadie de ese momento –escuchó algo dentro de él romperse. Sin más, algo perdió su lugar y el vacío que dejó amenazaba con ahogarlo. Sabía que se encontraba muy alarmantemente cerca de perder la cordura, pero tal vez deseaba que sucediera; tal vez así el dolor que se extendía por su cuerpo podría detenerse. Se sentía tan roto, tan ajeno a sí mismo que no era capaz de imaginar a alguien que pudiese entender su sufrimiento.

No quería volver a su hogar, donde su mamá y Minah estarían esperándolo preocupadas. Siendo realista consigo mismo, Mingyu dudaba ser capaz de ponerse una máscara y actuar como si todo estuviese bien, así que prefería Seúl, la ciudad donde se enamoró de Wonwoo. Vagó por las calles, apenas consciente de su alrededor, y no se mostró muy sorprendido cuando se vio a sí mismo frente a las residencias estudiantiles –donde Jeonghan vivía.

El mayor estaba a días de iniciar su segundo año de carrera –como Mingyu pronto iniciaría su último año de secundaria. Tanto Seokmin y él habían tomado la excusa de tenerlo en la ciudad para visitarlo frecuentemente, más interesados en pasear por Seúl que en el pelilargo reclamándoles que debía estudiar –Wonwoo, por su parte, también estaba muy ocupado tratando de entrar a una buena universidad con un puntaje alto, así que los paseos eran únicamente de los dos menores y el pobre Jeonghan al que arrastraban por todas las calles de la ciudad. Eso no los detuvo, y la ruta a las residencias estudiantiles de la Universidad Nacional de Seúl era probablemente la única que el moreno se sabía de moemoria. Era de esperarse que llegara ahí.

Entró al edificio, confiado en ser capaz de pasar desapercibido como uno de los estudiantes. Las personas que se encontró en el camino le miraron con desconfianza y extrañeza, haciendo que Mingyu descubriera que las lágrimas no se habían detenido. Seguían cayendo libres por sus mejillas, acompañadas de un débil hipido –producto tanto de su llanto como del frío que empezaba a calar sus huesos. No le importó. Quería sentirse seguro, a salvo, y Jeonghan era el único que podría intentar ayudarlo. Subió por las escaleras, demasiado agotado para ponerle atención al elevador vacío y en el tercer piso buscó el número que deseaba en la puerta. 430. Deteniéndose, tocó con suavidad la puerta y se dejó apoyar contra esta. La lluvia, el cansancio y el dolor le estaban cobrando –realmente esperaba desmayarse pronto. Los pasos dentro de la habitación se hicieron más fuertes y él se alejó justo cuando la puerta era abierta por el compañero de habitación de Jeonghan: Jisoo, un agradable tipo de pelo color papaya que vino desde Estados Unidos a su país natal. El mayor inmediatamente lo miró preocupado, incapaz de formular ninguna palabra.

Mil pedazos • MEANIE • |TERMINADA|Where stories live. Discover now