Rencor

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Kyungil tenía razón.

Wonwoo gruñó, encontrando en su reflejo las marcas de la noche anterior. Él no era homosexual, lo tenía muy claro, pero últimamente se había encontrado de vuelta en los brazos de Mingyu. Había pasado más de un mes, y él seguía en esa bizarra situación, donde por más que intentaba no era capaz de alejarse del menor. Luego de tantas noches pensándolo, seguía sin tener una buena explicación. Solo era capaz de considerar que su heterosexualidad tal vez era un poco menos estable de lo que creyó toda su vida.

Ladeó la cabeza, encontrándose con más chupetones que eran casi imposibles de disimular en su pálida piel. Casi le daban ganas de buscar al moreno y matarlo de a pocos, pero su dignidad no se lo permitía. Desde aquella primera vez un mes y medio atrás, se encontró bastante sorprendido por la tranquilidad con la que Mingyu manejó la situación. Lo trataba igual que siempre y prácticamente fingía que nada entre ellos había pasado. Era como si Wonwoo fuera otro simple amante, lo que no debía realmente molestarlo, pero lo hacía. El porqué tampoco lo entendía.

─ ¿Puedes terminar con la dosis diaria de odio y remordimiento? Tengo clases pronto. –La voz de Jihoon le llegó amortiguada a través de la puerta. Wonwoo la abrió, mirando al menor con el ceño fruncido y el castaño simplemente lo corrió del camino para entrar al baño. Mientras buscaba su cepillo de dientes, le habló sin prestarle mucha atención. –Yo no tengo la culpa, deja de mirarme como si fuera parte de eso. Ya sabes que terminas molesto y frustrado cuando te acuestas con él, así que ¿por qué lo haces?

Wonwoo no tenía nada para refutarle porque, aunque odiaba admitirlo y Jihoon se lo echara en cara cada vez que podía, el más bajo tenía razón. Se dejó caer en su propia cama con un gruñido y observó el blanco techo. Estaba cansado, confundido y tan jodidamente harto de todo que por momentos llegaba a desear el volver a la ignorancia y comodidad del tiempo en que vivió fuera.

Si bien era cierto que deseaba conocer al Mingyu de ahora, al chico herido y tan distinto del que recordaba, no creyó llegar a estar en esa situación. De niños eran tan unidos y Mingyu buscaba tanto su aprobación que Wonwoo no imaginó nunca perderlo. Sin embargo, su amistad estaba cayéndose en pedazos, la tensión e incomodidad mostrándose con cada encuentro sexual, y al moreno parecía no importarle. Wonwoo se había convertido en algo desechable, en una relación que no le importaría lanzar al olvido cuando se aburriera. Y Wonwoo detestaba aquello, pero no sabía qué más hacer. No sabía de qué otra forma acercarse a Mingyu.

Lo odiaba, ese desastre en el que se fue a involucrar, porque incluso Jeonghan y Seokmin lo sabían. Todo su grupo de amigos conocía del nuevo giro en la relación entre ellos y lo miraban con dolor y confusión, como si supieran que una vez que acabara él sería olvidado. Él ya no pertenecía allí, con ellos, y solo era cuestión de tiempo para que su toque en el cuerpo, alma y vida de Mingyu se convirtiera en un lejano recuerdo.

Pero Mingyu era ese niño que conoció un día en el parque infantil. Él era aquel niño que creció muchísimo un verano, y se aprovechó de su nueva altura para burlarse de sus tres amigos, porque al ser el menor siempre lo molestaban. Él era Mingyu, su mejor amigo desde que tenía memoria, y aunque ya no era el mismo, Wonwoo seguía recordándolo como aquella persona y no estaba dispuesto a creer que esa parte del moreno murió. Incluso si había visto el cambio de cerca, no sabía qué había sucedido. No sabía qué fue lo que provocó que el gigante cariñoso que dejó al irse muriera, convirtiéndose en un cascarón vacío que con el paso de los años buscó la forma de volver a ser alguien.

Mingyu era ese viejo amigo, y ahí fue donde él no pudo poner el límite. Ese giro sexual en su amistad le nublaba el juicio, y luego de tantas semanas ya no sabía cómo volver atrás.

Mil pedazos • MEANIE • |TERMINADA|Where stories live. Discover now