Etéreo

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Mingyu despertó en su apartamento, con un peso extra en el pecho que por un momento lo hizo ilusionarse de una forma cruel e innecesaria. Y él sabía que era su culpa, porque Minah estaba allí –roncando encima suyo –y él apenas era capaz de recordar cuándo llegó la chica; pero ella fue la única que pudo hacerle volver de su ataque de pánico.

Entonces, fijándose primero en la luz que se colaba por la ventana y asumiendo que seguía siendo temprano, observó a Minah y quiso odiarse porque aún así despertó esperando que fuera Wonwoo junto a él. Sin embargo su hermana menor lucía agotada, y era tan parecida a su madre que solo le hizo sentirse peor. Sus mejillas estaban adornadas de unos surcos de lágrimas secas, que contrastaban demasiado con la tranquilidad de su rostro dormido. Acariciando el pelo castaño de la menor, Mingyu le pidió perdón en silencio; porque él realmente quería que ella disfrutara de esta nueva etapa de su vida como universitaria, que saliera con Haneul y Wonho y que finalmente conociera el gran mundo que los esperaba. Y aún así, allí estaba la chica cuidándole y siendo esa maravillosa hermana que Mingyu no recordaba haber visto crecer tan rápido.

Ahora su hermana tenía que sacarlo del infierno. Tuvo que ver lo peor de él y entrar en esa oscuridad para salvarlo.

Se odiaba. No podía ponerlo en otras palabras. Odiaba saber que era incapaz de recuperarse solo y que la ausencia de Wonwoo lo estaba matando de a pocos, porque esos cuatro años sin él no eran nada ahora que él había podido tenerlo entre sus brazos. La crueldad de la situación era algo que él no podía explicar; y cuando las imágenes de las horrorosas pesadillas lograban desvanecer de su mente, Mingyu se sentía humillado ante la idea de que sin el azabache él no podía ser nadie. Todo él se había formado alrededor del azabache.

Pero se odiaba incluso más al ver a sus amigos y hermana hundirse con él. Por su egoísmo, su necesidad de tenerlos cerca en caso de tocar fondo una vez más, ellos estaban rompiéndose y tratando de armarlo con sus propios pedazos. Era un show de mierda, y aún así parecía que no podían salir de él. Lo peor de toda la situación, es que Mingyu sabía que era su culpa.

Minah suspiró entrecortadamente, como si estuviese llorando en sueños, y Mingyu deseó poder quitarle el dolor y sufrirlo él. Debería ser así, de cualquier manera. Su hermana no merecía ese infierno; ella merecía poder creer en el amor, aún si fuese una farsa. No había cumplido los veinte años todavía, no tenía por qué gastar sus horas consolando al único hombre que quedaba en su familia –con el constante miedo de que terminara eligiendo el camino fácil*, como su padre lo había hecho.

Mingyu tragó con dificultad, aún acunando el rostro de Minah en su mano. Recordar en su padre y lo mucho que él estaba empezando a actuar como él le enfermaba, creaba un nudo en su estómago que subía y se asentaba en su garganta, casi ahogándolo.

Porque él no quería rendirse. Al ver a la pequeña mujer profundamente dormida a su lado, y recordar a la niña llena de raspones en las rodillas que una vez fue, sabía que necesitaba salir de ese infierno. Tenía que recuperar sus fuerzas antes de perder la batalla, como le sucedió a su padre. Lágrimas amargas rodaron por su rostro ante la cruel voz en su mente insistiendo que él ya había perdido, que ya había intentado irse años antes y que las dos mujeres más importantes en su vida tenían razone para temer por ese tipo de decisión de su parte.

Y él no podía hacerles eso. Mingyu no era Kim Jaehwan, él no sería tan orgulloso como el hombre que insistió en su buena salud incluso cuando todo en él gritaba lo contrario. Ni se negaría a la ayuda profesional por sus demonios internos, que insistían que los psicólogos y psiquiatras eran para inútiles. Su padre sufrió de depresión durante diez largos años, y acabó con su vida cuando él tan solo tenía diez y Minah seis; destrozando sus infancias e inocencia con descuidados cortes en las muñecas. No se convertiría en su padre, ese bastardo egoísta que tenía el orgullo tan hinchado que decidió ahogarse en su dolor –y llevarse a su familia con él en ese infierno –antes de admitir que no podía seguir viviendo de esa manera. Pero Mingyu estaba tan cansado, le dolía el alma desde hacía tantos años que ya había olvidado cómo era sentirse de otra manera.

Mil pedazos • MEANIE • |TERMINADA|Where stories live. Discover now