Iridiscencia

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Julio.

Ocho meses.

El tiempo había pasado volando, y Mingyu había disfrutado cada día como si fuera el último. Antes de salir a vacaciones –y finalmente teniendo su primer título –había recibido la respuesta a su solicitud por una beca. Lo habían aceptado, porque era un estudiante inteligente y que siempre mostró gran conocimiento sobre su profesión. Entonces, casi a dos semanas de iniciar sus estudios otra vez, decidió hablarlo con el azabache, porque iba siendo hora de hacerlo.

Luego de la noche en que Wonwoo se declaró, continuaron su amistad donde la dejaron. Sus amigos dirían que estaban saliendo, porque en realidad hacían todo lo que una pareja haría, pero ellos nunca lo hablaron y no les pareció necesario. Estaban recuperando el tiempo perdido y necesitaban hacerlo de a pocos, para poder curar. Eran felices, o al menos era lo más cercano que ambos habían llegado a la felicidad. La compañía de Wonwoo era todo lo que Mingyu quería, y temía romper la magia al etiquetar su relación. No era necesario. Sus besos, abrazos, risas, su presencia; todo aquello era más que suficiente para ambos.

Además, a Mingyu le encantaba coleccionar recuerdos con el azabache. Sonriendo, observó el parque de su pequeño pueblo, donde quedó de verse con el mayor.

──

Podían escuchar la cuenta regresiva, incluso si habían salido del apartamento de Soonyoung poco antes. En silencio, porque estaban cómodos de esa forma y querían admirar esos segundos que quedaban del año, Wonwoo tomó su mano entre la suya y entrelazó sus dedos.

Cuando Mingyu se giró con la sonrisa más brillante, la cuenta llegó a cero y los fuegos artificiales que las personas en todas partes de la ciudad lanzaban hicieron a Wonwoo ser bañado por una multitud de luces de colores. El moreno se quedó sin aire, encantado por su vista, y el azabache sonrió mientras se acercaba –causando esas encantadoras arrugas en su nariz que Mingyu simplemente adoraba.

─Feliz año nuevo, Min. –Susurró en sus labios, antes de darle un beso que los atontó a ambos.

──

Acomodando su mochila en uno de sus hombros, siguió a Seokmin fuera de la clase. Era la última del día, y ambos estaban profundamente agradecidos por esos momentos de descanso entre tantos trabajos y prácticas.

─Creo que iré al apartamento y dormiré hasta mañana. –Gimió el mayor estirando los brazos sobre su cabeza y Mingyu rió, porque aquello no le sorprendía de Seokmin. Este lo miró, con una sonrisa conocedora plasmada en su rostro, y habló. –Asumo que tú tienes planes.

Mingyu pudo sentir el ligero sonrojo formarse en sus mejillas, pero decidió ignorarlo para mantener su orgullo. –Won dijo algo sobre esperarme luego de clases, así que supongo que quiere ir a algún lado.

El mayor respondió con un alegre tarareo, mientras continuaron caminando por los pasillos de su edificio hacia la salida. Era agradable estar de esa manera, porque Seokmin lograba ver al verdadero Mingyu, y tenía que agradecer a Wonwoo por ello. Luego de la tarde en que Jeonghan y él recibieron el mensaje de Jihoon, comprendieron que no querían al viejo Mingyu de vuelta. Después de todo, ellos también habían madurado y cambiado, así que tener a ese chico a su lado sería extraño. No encajaría.

Sin embargo, mientras observaba el rostro de Mingyu iluminarse al encontrar a Wonwoo sentado en una banca frente a su edificio, Seokmin descubrió que podía acostumbrarse al nuevo él –y así se lo dijo al moreno unas noches después, mientras estaban en su apartamento solos y riendo por algún programa de la televisión. Porque este Mingyu estaba curando, y finalmente lo hacía bien. Seguía teniendo heridas, que se convertían de a pocos en viejas cicatrices, y Seokmin era feliz con ese cambio. Querían al Mingyu que había resultado de los golpes en el camino, aquel que maduró a su lado y por fin podía ser él mismo.

Mil pedazos • MEANIE • |TERMINADA|Where stories live. Discover now