Sinsabor

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Azotando la puerta tras él, Mingyu se dejó caer en su cama. Se sentía vulnerable y débil, habiendo mostrado a Wonwoo lo mucho que lo necesitaba. Era vergonzoso, se reclamó a sí mismo mientras pataleaba y sus gritos salían amortiguados por la almohada. No era la primera vez que se involucraba con alguien ebrio, pero sabía que Wonwoo no era cualquier persona.

No podría soportar las excusas, así que no se arrepentía de marcharse. Necesitaba tener a Wonwoo alejado, porque era su droga y no podía ser más prohibido. ¿En qué demonios había estado pensando? Entregarse así, mostrarle tan claramente sus sentimientos era peligroso, y tan incorrecto que le dolía de solo pensarlo.

Se sentó en el borde de su cama, intentando calmar el ruido en su mente. Estaba completamente sobrio, y solo quedaba un ardor que se mantenía en su cuerpo, dejando un rastro en toda parte que Wonwoo tocó. Si no hubiese reaccionado, se lo habría follado sin siquiera dudarlo y –aunque oh, en serio lo quería –tampoco se odiaba lo suficiente para hacer algo tan cruel.

Sin embargo, su mente quería castigarlo de alguna forma; pues el sonido de los graves gemidos del azabache resonaba en sus oídos como si él todavía estuviera allí, a su lado.

Pero se conocía muy bien. Con Wonwoo ebrio y muy propenso a no recordar nada al día siguiente, la herida hubiese sido insoportable. No se iba a mentir a sí mismo; ni sus amigos le creerían. Unos días después de haberle confesado su sufrimiento a Kyungil, este –en medio de una de sus habituales sesiones de sexo –lo definió como una muñeca de porcelana. Primero se ofendió, pues ¿qué demonios Kyung? ¡Estamos follando! y ¡¿qué insinúas?! ¡Yo no soy ninguna jodida Barbie!; pero estando ambos acostados uno al lado del otro luego de terminar lo comprendió sin que Kyungil lo explicara: lucía tan fuerte, tan seguro de sí mismo, pero él no era nada más que el niño asustadizo que siempre fue.

Podía quedarse con el recuerdo –no creía posible olvidarlo rápidamente de cualquier manera –de los labios de Wonwoo sobre los suyos. Siendo positivo al respecto, ya eso era prácticamente una victoria. No lo obligó a nada, e incluso se negó varias veces antes de sucumbir a esa maravilla de piel pálida y ojos brillantes. Estaba bien con eso.

Sonrió campante y bajó su mirada, gruñendo al ver su entrepierna. Casi había olvidado su dolorosa erección, pues no sólo Wonwoo se había excitado. Aunque buscar a alguien siempre era una opción para él, no tenía ganas de hacer el esfuerzo ni reemplazar el recuerdo de las manos del azabache con otras. Se levantó y miró hacia la ventana. La noche parecía estar en su clímax, por lo que probablemente Seokmin y Minghao no volverían hasta más tarde –si es que volvían en lo absoluto. Se dirigió al baño tarareando, alegre con recordar los besos y mimos que fue capaz de otorgarle a Wonwoo.

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La cabeza amenazaba con explotarle en cualquier momento. Se aclaró la garganta débilmente sin abrir los ojos, arrugando el rostro ante el sabor amargo en su boca. Jamás había tenido una resaca tan fuerte y deseaba que fuera un fin de semana, pero su grupo de amigos era una manada de tarados que iba a un bar un martes por la noche –y él los seguía.

Aún con los ojos cerrados, se movió un poco en el colchón, acomodándose y ronroneando al sentir la suave tela de su cobija rozar su piel desnuda; una sensación muy bienvenida tomando en cuenta que sentía que moriría pronto. Siguió moviéndose hasta quedar cómodo, intentando ignorar la luz que molestaba sus ojos. ¿Por qué su cobija tenía que ser tan suave? No estaba motivado en lo absoluto de ir a clases, y la tela tan suave sobre su piel lo desmotivaba aún más.

Quizá por esa comodidad fue que tardó un rato en darse cuenta de su estado. Bajo las sábanas estaba completamente desnudo y Wonwoo se sentó de golpe, sorprendido por ese hecho. Abrió los ojos, aunque los cerró de nuevo rápidamente, gruñendo por la luz del sol y el intenso dolor de cabeza que le provocó.

Mil pedazos • MEANIE • |TERMINADA|Where stories live. Discover now