┋CAPÍTULO XXVIII┋

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Ara

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Ara.

06 de abril de 2022

Mis días han transcurrido de lo más aburrido. Me he dedicado a cocinar y arruinar la comida, a ver los programas más tontos de la televisión y a dormir.

Dos horas después de iniciar mi rutina, el timbre suena con insistencia y termina con mi anhelada jornada de relajación viendo televisión y comiendo palomitas. Pateo con fuerza la manta para luego salir del sofá amarillo huevo. Me pongo unos pantalones y tomo un suéter, que encontré en el armario que me queda bastante grande y me coloco a medida que camino hacia la puerta.

No espero a nadie; el coronel no me visitaría hasta mañana por la noche, como está planeado. Aun así, camino hacia la puerta y la abro pensando que es algún vecino, como me pasó la primera semana que me mudé al departamento.

Apenas quito el seguro de la puerta, siento el golpe de esta directo en mi cara. Escucho el sonido seco de mi cabeza al contacto con el suelo y después solo puedo ver negro al desmayarme.

Cuando despierto, no tengo idea de dónde estoy, de lo que me ha pasado ni por qué estoy atada de pies y manos sobre el sofá amarillo huevo en el que antes comía de forma tan amena un tazón repleto de palomitas acarameladas.

Escucho pasos a lo lejos. Afuera, la luz del día se ha marchado y todo está completamente oscuro, sin ninguna iluminación pública. En cuanto los pasos se van acercando cada vez más, aprieto fuertemente los ojos.

«Gabriel. ¡Mierda! Gabriel me ha encontrado».

—¿Ara? —Siento la sacudida de una cálida y delgada mano que posteriormente me abofetea—. Vamos, ya sé que estás despierta.

Abro los ojos de golpe y la imagen que me recibe no es para nada la que esperaba.

—¿Alessa?

—¿Esperabas a alguien más? —Ella está vestida como una auténtica espía americana, con un pantalón negro, una sudadera aún más negra y botas que, con una patada, seguramente me romperían más de una costilla.

—Pero ¿qué haces aquí? —Trato de ponerme en pie lo más que puedo—. ¿Por qué me ataste? ¿Qué ocurre?

Alessa me da una bofetada más que me hace vibrar la cabeza y los pensamientos. Creo que le queda claro mi completo desconocimiento sobre lo que está ocurriendo o lo que ella trata de hacer.

—P. J. me contó todo. No tuvo más opción después de lo que le hice.

—¿Qué le hiciste a Alessa?

—Velo tú misma.

Un hombre gravemente herido, con sangre en toda su ropa, respiración dificultosa e inmóvil, yace recostado hecho un ovillo sobre la alfombra frente a mí. Aunque no me es claro lo que le ha hecho, puedo deducirlo ligeramente por la enorme mancha de sangre seca que tiene en sus pantalones, justo en la entrepierna.

Al Límite de ti. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora