┋CAPÍTULO XVIII┋

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Max

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Max.

28 de marzo de 2022

Me despierto de golpe, sentándome en la cama, solo y con una sensación de culpa que me pesa como una losa. Ara Rojo se ha ido en medio de la noche sin decir una palabra. Inmediatamente, un dolor punzante en la cabeza me recuerda que el vino blanco no es mi amigo. No recuerdo cuándo fue la última vez que tuve que beber solo para calmar los nervios, pero sé que no me gusta la resaca que me deja. Cierro los ojos con fuerza hasta ver puntos de colores y masajeo mis sienes.

«¡Maldita sea!», exclamo mentalmente.

—¿Qué hora es? —pregunto nuevamente al aire, pero la voz de mi hermana, que está fuera de mi habitación, me responde de inmediato.

—Es hora de que te levantes y te presentes aquí, Maxwell Nox.

Entre destellos de colores, comienzo a recordar lo que ocurrió anoche, mi agotamiento después de varios días sin dormir lo suficiente y la calma que encontré en los brazos de Ara después de hacer el amor.

«Las rondas de sexo. Buen comienzo, Max. Ahora, ¿cómo encontrarás la voluntad para contarle la verdad?»

Me levanto sigilosamente, tratando de evitar que mi hermana me escuche y entre en mi habitación para reñirme. Pero en cuanto pongo un pie en el suelo, la maldita alarma del despertador se dispara, estremeciéndome y haciéndome chocar con una lámpara de pie que se cae y se convierte en una lluvia de vidrios rotos. En menos de un parpadeo, Ronda entra en mi habitación con una expresión de furia, sosteniendo algo en sus manos.

«Demonios, un arma», pienso, aterrorizado.

Maldigo en silencio, creyendo que estoy a punto de morir por algo que desconozco, y ahogo un grito de miedo, como una niña pequeña en la oscuridad.

—¡No me mates, soy muy joven para morir! —bromeo mientras cubro mi cabeza con los brazos. Sé que es una táctica inútil, pero es lo primero que se me ocurre.

Inmediatamente, su expresión se suaviza, y respiro aliviado cuando ella dice:

—¡Ay, tonto, me asustaste! Creí que algo malo te había ocurrido.

—¿Y pensabas rematarme con esa arma? —apago la alarma que sigue sonando en la mesita de noche.

—Tal vez —responde ella, también en tono de broma.

Baja el arma como si no fuera gran cosa y se encoge de hombros mientras pasa por encima de los restos de vidrio de la lámpara quebrada.

Llevo más de cuarenta minutos sentado en la barra de la cocina, tratando de evitar que Ronda me mate por mi mal humor. La entiendo, en parte, quizás un poco menos que eso. He arruinado sus planes y, al igual que yo, ella es obsesiva con el control, por lo que esto es una especie de catástrofe mundial.

Al Límite de ti. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora