┋CAPÍTULO IV┋

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Max.



—Bueno, querido —exclama Greta con su voz chillona, haciéndome doler un poco la cabeza—, ya estamos aquí. Ahora dime, ¿por qué quieres venir hasta acá en lugar del hotel como habíamos acordado?


—Ya te lo explico. —Masajeo mis sienes—. Quiero presentarme ante los empleados. Ahora que mi abuelo no está, es hora de hacerme cargo de mis responsabilidades.


—Claro, claro —susurra sensualmente, restándole importancia a mis palabras.


De nuevo, Greta pone las manos en mi rostro y trata de besarme sin importar nuestras sombras que se muestran a través del vidrio empañado que nos separa del resto. Trato de ser lo más caballeroso posible sin ofenderla, colocando mis manos a los costados de su cintura y alejándola con la sonrisa más amplia que puedo hacer. Es guapa y hemos tenido muchos encuentros antes, pero ahora se trata de negocios y ella debe aprender a separar las cosas. Su asistente nos vio en una situación comprometedora y no me interesa que ese tipo de chismes se propaguen por la oficina, y menos llegar a oídos de mi abuela.


—De acuerdo, Max, como tú quieras. —Hace un puchero infantil que me divierte y me provoca ganas de besarla.


A los pocos minutos, ella me da la espalda y comienza a caminar hacia los sofás de cuero. Levanta las manos por encima de su cabeza para estirarse y su vestido diminuto se levanta, dejándome ver una pequeña parte de sus glúteos y la ausencia de sus bragas. Exhalo e instintivamente dirijo mi mirada hacia la puerta de entrada, donde hace unos instantes estaba su futura suplente.


Inmediatamente, vuelve a mí la incomodidad de la situación cuando ella intentó coquetear conmigo y yo, sin ningún sentido de profesionalismo, cedí. Aunque nunca he tenido una relación formal, como mi familia espera, me siento atraído por las mujeres, incluso más de lo que debería. Tengo un buen trato con ellas, aquellas que están dispuestas y no buscan desesperadamente a algún chico millonario al cual hincarle el diente; sexo ocasional sin compromisos. Hay muchas cosas beneficiosas para ambas partes en ese acuerdo. No hay ataduras, obligaciones ni decepciones que las lleven a comerse varios litros de helado y terminar con malestares estomacales durante varios días (eso solo sirve si son intolerantes a la lactosa). Solo debemos recordar el nombre del otro, porque no es nada divertido que te confundan mientras gritas durante el éxtasis. Greta era eso para mí, una de las mejores amantes que he tenido y, creo, que tendré en toda mi vida, pero ella siempre busca más.


Hablando con más energía de la que pretendía, me escucho decir:


Al Límite de ti. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora