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El tren llego con bien a su destino; en su interior viajaban médicos y enfermeras que iban directo a la guerra. Todos o la mayoría tenía una expresión preocupada y temerosa. Ya que no sabían en realidad como era el escenario a donde se dirigían. Pero lo que si era seguro es que ese lugar no era muy bonito, todo lo contrario.

Candy bajo al lado de su amiga Flamy del tren y juntas se dirigieron al hotel para asearse y comer algo antes de que el buque partiera en dirección a Francia.

Su corazón se hinchaba de felicidad al saber que en ese preciso momento se encontraba pisando la misma ciudad que su amado Terrence Grandchester. Por un momento cruzó por su mente el ir a buscar al actor y explicarle que se iría a Francia por motivos profesionales.

Pero eso significaba que el joven no entendiera la decisión de la chica, por lo que se pondría muy mal y no la dejaría irse de su lado. Aunque ella también quería permanecer a su lado sabía perfectamente que tenía que ir a ayudar en Francia. Ya después si Dios lo permitía volverían a estar juntos y ahora para siempre cuando la guerra terminase pronto.

—Flamy... ¿Sabes a que hora zarpa el barco?—pregunto con cierto nerviosismo.

—No, ellos nos avisaran cuando tenemos que ir al puerto—respondió metiéndose un trozo de carne a la boca.

—Esta bien—contestó la rubia.

—Por  favor Robert, necesito irme justamente ahora—pidió Terry a Robert Hathaway de no ensayar aquel día porque tenía asuntos más urgentes que eso.

—Terry, sabes perfectamente que para que puedas ser un protagonista tienes que ser sumamente responsable con tu trabajo y esto no esta ayudando nada a dar buena imagen sobre tu responsabilidad así que te pido reflexiones. La semana pasada tuviste que ausentarte varios días, así que no puedo tolerar más una falta de tu parte. Susana ha puesto todo su empeño en su papel como Julieta pero también falta tu colaboración como Romeo. Están juntos en esto así que por favor Terry no me hagas perder la paciencia— contestó Robert al actor que estaba muy molesto porque todo lo que le decís era verdad y ahora estaba en juego la vida de Candy y su protagonico.

—Solamente quiero que me permitas salir a ver la hora de partida de un buque a Francia— pidió el joven con más calma.

—Regresa pronto para el ensayo— ordenó Robert sin verlo a la cara.

Terry teniendo una oportunidad para poder detener a Candy se apresuró a ir al puerto para preguntar la hora en que posiblemente podría partir su pecosa al lugar más horrible de todos.

—Sale a las cinco de la tarde— respondió la recepcionista al castaño.

—Gracias—contestó sabiendo que su hora de salida era al cuarto para las cinco. Y el recorrido que tenía que atravesar del teatro al puerto tardaba alrededor de media hora. O sea quince minutos más tarde a la partida del buque.

Por su parte Archie, Annie y Stair se retrasaron demasiado ya que el tren donde viajaban tuvo ciertas  complicaciones a mitad de camino.

En el hotel Candy y Flamy esperaban ansiosas la hora en que tenían que dirigirse a su destino. Candy pensaba en la forma como les iba a decir a sus amigos que fue a la guerra, ya que ella no contaba con que el hospital mandaría una carta agradeciendo por sus servicios y admirando su valentía.
Flamy pensaba en su familia, ya que no tuvo tiempo ni ganas suficientes para alertarlos de su partida a Francia y de sus pocas probabilidades de vuelta a casa. Esta situación la aterraba por completo pero no mostraba ni un ápice de sus sentimientos.

Pasaron varias horas después y por fin el teléfono que había sido instalado en el cuarto de hotel, sonó con un ruido comprometedor. Flamy fue la que tomó entre sus manos la bocina y así a ella le dieron todas las indicaciones para que fueran al puerto, siendo las cuatro de la tarde.

Al lado de sus mismos compañeros de tren, las dos enfermeras ascendieron poco a poco los peldaños de las escaleras que las llevarían al interior del barco.

—Sal hermoso sol y mata de envidia con tus rayos a la luna—Dijo Terry con el corazón en un hilo. Sabiendo que ya eran cerca de las cuatro y media—Por favor necesito ir al sanitario—pidió una vez más fingiendo estar mal del estomago.

—Por Dios joven Grandchester esto no puede seguir así. Durante todo el ensayo ha estado con estos malestares—reclamo el director con voz áspera.

—No puedo evitarlo—argumento tocandose el estómago.

—Bueno... El ensayo queda terminado. Nos vemos mañana—Dijo el director a los actores.

Así con esa maniobra previamente pensada el castaño fue directamente al puerto sin dudarlo un segundo más.

La congestión vehicular no ayudaba mucho con la situación de tiempo que albergaba a Terry, ya que eran exactamente cuarto para las cuatro y él aun no podía avanzar la distancia suficiente.

Pañuelos blancos se agitan en el viento, listones que sostienen pasajeros y sus familiares se sueltan lentamente de su agarre. Candy permanece aun con la vista fija en la orilla del puerto, piensa que hubiera pasado si Terry se enterará de que fue a la guerra. "Me hubiera detenido" pensaba.

El barco poco a poco comienza a avanzar y las siluetas de las personas se vuelven cada vez más borrosas. El sol se oculta cada segundo y el tiempo no se detiene, todos siguen su curso mientras el corazón de Candy emana una energía inexplicable que solamente puede llegar hasta Terry.

El cuál con ordenes al chófer logra llegar al puerto aunque no a la hora que él esperaba llegar. Todo lo contrario lo único que puede ver es como un barco con muchas personas en su interior se aleja lentamente de aquella magnífica ciudad, de aquel país, de aquel continente y de aquella vida tan hermosa en la que no hay preocupaciones ni destrucciones o pérdidas tan grandes como las hay en aquel lugar a donde se dirije: Francia o la guerra.

¿Pero que pérdida más grande puede haber para Terry que no sea la que ya vive ahora? Candy su pecosa amada se ha ido de su lado y él no pudo hacer absolutamente nada. Eso era lo que más coraje le daba, que no tuvo el valor de sacrificar su papel de Romeo por la vida sagrada de su Candy pecosa.

Sus rodillas cayeron al piso mientras sus ojos llenos de lágrimas miraban el barco fundido con los rayos del sol. Una mano posó sobre su hombro como para darle fuerza. Era Archie que igualmente sufría porque él al lado de su hermano y su novia no fueron capaces de mantener a salvo a una chica que ellos tanto querían.

Directo al amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora