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La luz matinal comenzaba a iluminar el día con su esplendor. Candy se veía en el espejo de su cuarto que compartía con Flamy mientras que la morena observaba su ritual para vestirse y peinarse.

Ese día era el día en que la joven rubia tenía que partir a su destino. Donde ella jamás pensó estar anteriormente pero en el momento en que fue a aquel país, sabía que tenía que ir por lo menos una vez.

Toda la noche se la paso orando por su propia seguridad, tratando de ocultar su miedo pero sin éxito alguno.

Con su abrigo puesto tomo la pequeña maleta y bajo acompañada de Uriel hasta donde el auto ya los esperaba. Ella subió primero y después todas sus compañeras y compañeros.

Todo el personal médico despidió a personas tan eficaces. Muy en el fondo de su corazón temían que jamás volvieran a ver a aquellos que compartieron algo en común, porque todos estaban ahí por el mismo motivo: salvar vidas.

La medicina los unía pero también eso mismo los separaba en aquel lugar tan horrible.

El corazón de Candy viajo hasta donde se hallaban sus seres queridos, millones de kilómetros lejos de ahí. A salvo, seguros y sin nada que temer. Por su puesto, las cartas que ella realizó aun no llegaban a su destino por lo que no sabían nada del rumbo que estaba por tomar la vida de aquella joven hermosa.

Terry estaba en el teatro ensayando nuevamente el papel que más le había gustado de todos: Romeo. Aunque era su día libre quizo ir a ensayar un rato para librarse de la tensión vivida días antes con todo lo de Susana.

De repente un dolor en su corazón se apoderó por completo de él. Su mente voló hasta su amada Candy. ¿Que esta haciendo? ¿Como estará?

—Terry, Susana quiere verte— dijo Robert Hathaway entrando al camerino del joven.

—Tenemos que hablar— dijo Susana haciendo acto de presencia ahí y con un tono de arrepentimiento.

—Susana... Quiero tiempo.

—Yo... Perdóname, no quise que esto terminará así. Te ofrezco una disculpa, vuelve conmigo por favor.

—No Susana... Esto no va a funcionar por nada del mundo. Solamente seremos amigos, si tú quieres— propuso mirándola por el espejo.

—Te amo Terry...

—Lo siento pero yo no.

—Perdón...

—Hablamos luego— dijo dejándola sola en el camerino.

—Terry...— gritó pero ya era demasiado tarde.

En el coche una hermosa figura descansa plácidamente sobre su abrigo de algodón. Sus demás compañeros se preguntan internamente el porqué de su estancia ahí en Francia. Un lugar hermoso pero agonizante por la guerra, que naturalmente transforma hasta la más bella ciudad con su desastrosos objetivos.

Uriel miraba por la ventana del coche el paisaje que le ofrecía la provincia de Francia. Un movimiento a su costado hizo que su vista bajará hasta el rostro de Candy despierto. Que con los ojos aun somnolientos lo miraba intensamente.

—¿Aun falta mucho?

—No ya no. Quizá unos diez minutos— respondió acomodándose.

—Hay por Dios... Mira que bellas flores— exclamó Candy riendo como una niña pequeña al ver aquel prado cubierto de bellas flores amarillas.

—Si es hermoso— contestó bajando la vista hasta su mano izquierda.

Candy noto que ya no llevaba puesto su anillo de oro, no llevaba su anillo de matrimonio.

—¿Dónde está tu anillo?— pregunto curiosa la joven.

—Lo he enviado en un sobre a mi familia. Es uno de mis tesoros y quiero mantenerlo a salvo. Es lo único que me une con mi esposa...— dijo Uriel sonriendo amable.

—¡Hemos llegado!— grito un médico con cierto temblor en la voz.

—Bajemos— dijo Uriel y ayudo a bajar a la chica.

—Buenos días, sean bienvenidos a este campamento— dijo una mujer haciéndose escuchar por encima de los gritos de dolor que salían de la garganta de los heridos.

—¡Hombre herido con esposa y niño! ¡Abran paso!— gritaron dos enfermeras jalando una camilla improvisada.

—El deber llama así que rápido señores y señoritas. Coloquense el uniforme correspondiente— ordenó la mujer corriendo apresuradamente en dirección al herido recién llegado.

Candy no dudo un segundo y al lado de su compañero Uriel fue a colocarse el uniforme. Sin poder ordenar sus pertenencias, comenzaron a trabajar.

Realizaron operaciones complicadas en las que parecía que el paciente no se salvaría, pero si lo hacía.

Y entre tanto, daba gracias al cielo por darle la dicha de saber que sus familiares estaban sanos y salvos aunque quizá no felices pero si por lo menos vivos. Sin presenciar aquellos horrores provenientes del mismo infierno.

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Hola, hola.
Saben no tenía mucha inspiración así que por eso es tan corto de verdad lo lamentó.
¿Qué tal la historia?🙈
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