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El polvo era todo lo que llenaba el área. Las bombas desprendieron muchísimo polvo. 

Oscar y sus demás colegas se movían sigilosamente entre los árboles listos para contraatacar al enemigo.

El joven moreno escucho gritos provenientes de la cueva cercana. Se aterrorizo al observar que la entrada estaba cubierto de rocas y no se podía ni entrar ni salir de aquel lugar.

Oscar agudizó más el oído y descubrío que esos gritos pertenecían a Candy. Muchas veces había escuchado gritar a la joven pero siempre fue por bromas jugadas por los pacientes y doctores.

Tomo su arma, cargo, apuntó y disparo. Varias veces seguidas hizo lo mismo. Hacia todo lo posible porque el enemigo no avanzará más. Debido a que su familia estaba resguardada en una cabaña no muy lejos de aquel lugar.

En una pequeña oportunidad el chico corrió hasta la cueva y encontró un pequeño través por el que se podía meter sin problema.

Observó en el interior pero no había luz suficiente para que se revisará a los sobrevivientes.

Un brillo dorado llamo su atención. Era un anillo. Mentira, dos anillos.

Junto a los anillos tres cuerpos yacían tendidos. Eran Candy, Uriel y otra enfermera que Oscar no conocía.

Se inclinó de reviso los signos vitales de las tres personas. Candy estaba viva pero su pulso se debilitaba, y Uriel estaba bien. La otra enfermera también tenía sus signos vitales bien.

Escucho pasos a su espalda y para su fortuna un amigo había ido a apoyarlo. Oscar metió un anillo en el dedo de Uriel y otro en el de Candy. Cuando despertarán podrían decir de quien eran los anillos.

Oscar cargo en sus hombros a los dos jóvenes y su otro compañero a Alessandra, ya que Dennise y Adrien habían muerto.

El soldado más joven guió a su compañero por el bosque con la intención de llevarlo hasta la cabaña. Pero su amigo lamentablemente había dio herido por lo que decidió quedarse ahí con Alessandra.

—Volvere por ella, espérame aquí— ordenó Oscar para después correr hasta la cabaña.

Corrió y corrió hasta vislumbrar paredes de madera. Sabía que estaba cerca.

—Tranquilos chicos. Ustedes salvaron mi vida y yo haré lo mismo— susurro el soldado.

De un portazo abrió la puerta de la cabaña y una mujer y un hombre fueron al encuentro del chico.

—Tios, ellos son conocidos. Están heridos, iré por una persona más. Por favor encarguense de ellos— pidió el joven dándole un abrazo y un beso a sus parientes.

—Tu no te preocupes Oscar, los ayudaremos— dijo Lorena la tía del chico. Y con sus delgados dedos hizo la señal de la cruz a su sobrino.

—Ve con Dios hijo— dijo Daniel.

Con un movimiento rápido beso la fotografía de sus padres que habían fallecido ya desde hace varios años.

—Vendre pronto— respondió y se fue.

En el sofá yacían acostados los dos jóvenes con sus heridas sucias y aun desmayados. Los dueños del hogar limpiaron dichas heridas y acomodaron a los chicos en una habitación.

Por lo mientras Oscar llego sano y salvo hasta donde había dejado a su amigo. El cuál argumento que la mujer había sido llevada a un campamento médico.

Oscar no se preocupó más al respecto y cuando caminaba para checar que sus huéspedes estuvieran bien, una bomba inesperada cayó justo a su lado. Lo cuál ocasionó que aquel joven y valiente soldado perdiera de inmediato la vida.

No sin antes arriesgarla por defender a su país, familia y amigos. Arriesgarla por Candy y Uriel.

Que dormían sin percatarse de todo la que sucedía a su alrededor. Esperando el momento indicado para abrir sus ojos y mirar el mundo de otra manera, porque su vida había dado un giro completamente distinto.

Directo al amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora