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Las manos sudorosas del joven tocaban los delicados y finos dedos de la muchacha acostada en la cama.

Su belleza era espléndida, incluso aun estando inconsciente. El médico aun seguía guardando las cosas en su maletín. 

Ella hizo un pequeño movimiento con la cabeza, y también movió sus dedos de la mano derecha. Terry sujeto más fuerte su mano de la chica.

Abrió lentamente los ojos y el castaño se alegro mucho de aquel avance que tuvo su adorada pecosa.

Sus mejillas rosadas eran tocadas por los tímidos rayos del sol que estaba a punto de ocultarse entre las montañas. Volvió a cerrar sus ojos.

Los ahí presentes aguardaban el momento en que ella despertará del todo para que todo volviera a la normalidad. Pero lo que no sabían era que al fin después de tres años, todo estaba completamente normal.

Sus ojos verdes que ella poseía se posaron en los intensos pero hermosos ojos azules que el muchacho poseía.

Ella reconoció al instante aquellos ojos, pero ya no sólo por el sueño como Alessandra, sino como la importancia que tuvieron y tienen para que ella siga viva.

Una leve sonrisa apareció al curvearse las comisuras de sus labios. Sus ojos mostraban una sonrisa única acompañada de un brillo especial.

Millones de recuerdos se apoderaron de la chica. Recuerdos de su adolescencia, junto al joven que sostenía su mano.

Uriel se acercó hasta ellos pero Candy no le tomó mucha importancia. Sino al levantar su otra mano, acarició tiernamente la mejilla de Terry.

—¿Terry?— pregunto con dulzura. Pensando que era un sueño.

Él al oír el diminutivo de su nombre, salir de los labios de ella, salto de alegría. Sonrió a su amada y dándole un beso en la frente como respuesta.

—Al fin pude recordar...

—Lo sé, pecosa, lo sé.

—Era... Horrible tener que vivir sin saber quién eras. Yo...— volteó a ver a su compañero.

—Uriel.

El joven no dijo nada, solamente se le quedó viendo fijamente. Todos estaban muy sorprendidos porque la chica al fin había recordado su pasado.

—¿El es Uriel?— pregunto Terry al conocer solo por el nombre al compañero de su amada. Ya que ella le había hablado de su gran amigo.

—Si.

—¿Sabes algo de mi pasado Alessandra?— pregunto Uriel llamando a la joven por otro nombre.

—Candy... Candice White Andley— respondió y Lorena abrió la boca sorprendida.

—¿Andley? ¿Eres una Andley?— pregunto— ¿La hija de William Andley?

—Asi es.

—¿Qué no estaba muerta...?

—Pues...— Candy no sabia nada de eso. Así que miro a Terry en señal de interrogación.

—Eso creíamos— tenía que dar toda una explicación— Dijeron que un grupo de amigos había ido a visitar unas grutas, pero no sabían que soltarian bombas. Fue un terrible accidente. Al parecer Oscar los salvo.

—Yo... ¿Mi madre... Murió?— pregunto temerosa Candy.

—No te preocupes, ella esta bien. Fue enviada a un hospital de Nueva York y ahora vive acompañada de mi madre— respondió sonriendo. A lo que ella respiro aliviada.

Directo al amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora