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Los rayos matinales se filtran por la ventana del enorme edificio situado en Francia. Van a dar directamente a la cara de una joven rubia que duerme plácidamente debido al cansancio acumulado durante muchos días de trabajar sin cesar.

Aproximadamente siete meses de su llegada a aquel país y ya se había acostumbrado a la misma rutina que tenía por seguir cada día en una larga jornada. Miles de pacientes por atender, y realizaba cada método con demasiado cuidado. Sintiendo cada vez que lo hacía que lograría llegar a su objetivo final, y sí, siempre llegaba hasta donde quería. O la mayoría de veces lo hacia, algunas desafortunadamente los pacientes estaban gravemente heridos o muy jóvenes para resistir. 

Candy se despertó con el sonido del cantar de los pájaros parados en la ventana y al ser interrumpido el sueño de la rubia no tuvo más opción que levantarse y colocarse el acostumbrado uniforme de enfermera. Que por cierto le sentaba muy bien.

Como cada día la joven elevó sus plegarias a Dios donde pedía por su seguridad y la felicidad de todos sus seres queridos en especial de su amado Terrence Grandchester. Así como por la pronta recuperación de su compañera y en cierto modo "socia" Susana Marlown. 

Al terminar con su oración diaria fue directo al comedor del hospital donde degustó una pequeña ración de fruta y té de canela. Dónde el doctor Uriel la acompaño para que no se sintiera tan sola. Debido a que Flamy estaba aún descansando. 

—Es muy divertido estar a su lado Candy.— dijo el médico a la joven enfermera que lo había hecho reír con una de sus tantas anécdotas en el hogar de Pony cuándo era una niña.   

—No es para tanto doctor.— afirmó la joven regalandole una de sus mejores sonrisas.

—Claro que sí. Afortunado será el que posea su corazón.— exclamó haciendo sonrojar a la rubia con su comentario mientras pensaba en Terry. 

—Bueno...

—No se sonroje. Fue solo un pequeño comentario y no miento.— afirmó volviendo su vista a otro lugar dejando ver su inmensa tristeza en los ojos. Candy supo que eso no era bueno por lo que se animo a preguntar.

—¿Usted no tiene a nadie?— esta pregunta hizo cambiar al joven de expresión. 

—Bien...— comenzó adoptando una posición seria—. Esa persona está en otro lugar. Un lugar muy hermoso.— sonrío—. Ella me esta esperando aunque a la vez yo no quiero dejar este lugar para reunirme con ella. La amo, nunca nadie me hará cambiar lo que siento por esa mujer. 

Candy se quedó estática. No sabía que hacer, su novia debía de estar bien en un lugar muy alejado de la guerra y el caos. Uriel continuó. 

—Siempre llevó esto conmigo para recordar que es lo más hermoso que me ha pasado, y no solo eso sino qué.. Al verlo me ayuda mucho a continuar.— dijo mostrando una hermoso anillo de oro que significaba matrimonio. 

A la joven rubia le comenzó a latir más rápido su corazón, pensó que solamente eran novios pero no, eran esposos. La chica se sintió mal por un momento al pensar en su adorado Terry y que posiblemente cuando terminase la guerra ellos podrían vivir juntos como marido y mujer. Esto hizo que Candy se ruborizara.

—¿Donde esta su esposa?— se animó a preguntar. Los ojos de Uriel se tornaron cristalinos y suspiró lentamente por lo que Candy se arrepintio de haber preguntado.

—Ella... Murió en una de tantas bombas— derramó una lágrima.

—Yo... Lo lamentó.— dijo Candy con el corazón.

—No te preocupes, son cosas que pasan. Pero mejor vamos a ponernos a trabajar.— dijo y dejo la bandeja en su lugar mientras él y Candy se alejaban lentamente. 

—¿Qué tal va la terapia?— pregunto Terry a la madre se Susana.

—Muy bien joven. Esta reaccionado de maravilla en especial cuando usted la viene a visitar— respondió emocionada.

Ese tipo de insinuaciones no le agradaban para nada al joven actor.

—Sra. Sabe perfectamente que yo no puedo ser nada más que un buen amigo de Susana. Por favor no mal intérprete las cosas— explicó de una buena vez a la Sra. Marlown.

—Bueno... Quería hablar de eso— dijo, cosa que ya no le agrado para nada a Terry.

—Por favor le suplicó que no...

—Susana lo quiere como una mujer a un hombre. Y yo no le estoy diciendo que tenga que sentir algo por mi hija, sino que sea solamente de apariencia.

"¿Qué?" pensaba Terry.

—Pero sabe que lo que me pide jamás se lo voy a poder dar.

—Es... Como un favor. Susana se motivará a seguir adelante, si usted le pide que sean algo más puede que sus avances sean mayores. Se lo suplicó joven Grandchester, hágalo por el bien de Susy.

—No puedo. Un noviazgo sin amor no significa nada...

—Con mayor razón puede hacerlo usted. Le pido que finja por el bien de Susana.

—Yo solo soy su amigo y no soy responsable del accidente... ¿Por que yo?

—Porque lo ama, y en cuanto se recupere todo se acabará.

—No puedo hacerlo....— él sabía que no podía ni aunque fuera un engaño. No podía fallarle a Candy, aunque no eran nada era un gran sacrificio.

—Quiza se enamoren.

—Pidame cualquier cosa menos eso. Menos ser el novio de Susana, no puedo...

—Si que si. Usted puede... Por favor— rogó y estaba a punto de arrodillarse.

¿Tanto era su afán de querer ver como novios a su hija y a un chico hijo de buena familia? Terry permaneció pensativo. Era ilógico lo que la madre le pedía, no podía hacer tanto sacrificio. Maldito el día que acepto ser amigo de Susana.

—Esta bien lo haré. Pero solamente será para hacerle creer a Susana, para mi no significa nada. Y no será anunciado públicamente, nadie sabrá de esto. Solamente usted y yo. Susana pensará que es real. Y en cuanto termine la terapia la farsa se acaba.

—Como diga.

Y fue lo último que Terry escucho antes de salir dando un portazo de la mansión Marlown.

—Pronto caerá en los encantos de mi querida Susy. No me cansaré hasta que los vea como marido y mujer y tampoco ella se rendirá...

Directo al amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora