Capitulo noveno: calles transitadas cerradas por hoy.

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Capitulo noveno: calles transitadas cerradas por hoy.

Roderich jamás se imaginó estar en la situación en la que estaba, al menos no desde que se había vuelto oficialmente un profesor de música. Mentiría si dijera que no tenía experiencia alguna con esos temas, conocía a la misma 'patito feo' en persona y él la había vuelto el elegante cisne, pero esto era algo diferente.

Las dos muchachas a las que le hacía clases los jueves en la tarde se habían aliado para tras las clases ir ambas de paseo a la calle comercial de la ciudad en donde como en una fila estaban todas las tiendas de última moda. Por supuesto que Roderich nada tenía que ver en sus asuntos personales, ellas eran solo sus estudiantes y si eran amigas pues eso no le incumbía. Pero debió hacer de niñera. No se pudo negar, no había ninguna recompensa monetaria pero los hermanos mayores de ambas muchachas se lo exigieron al punto de intimidarlo, sobre todo ese tipo Iván, ese era el que más miedo le dio, no tuvo opción alguna y ahí estaba su jueves a las seis de la tarde cargando bolsas de zapatos y siendo un juez crítico con la ropa que las niñas compraban.

Las chicas por su parte estaban muy emocionadas, Roderich tenía un sentido de la moda exquisito y habían escuchado de la transformación que este le había hecho a su prima quien era una hermosura a los ojos de todos. Lily por su parte jamás había ido a comprar ropa 'por si misma', su hermano siempre solía escogerle hasta la ropa interior y ella lo apreciaba pero ya entrada a los diecisiete simplemente tenía hambre de demostrar su feminidad ante los demás, demostrar que ya no era la niña que solía ser. Natalia en cambio tenía un amplio repertorio de comentarios que la calificaban como la más bella del salón, pero su gusto en ropa no se desidia en ninguno por lo que terminaba usando combinaciones salidas de lugar a donde fuera, seguía siendo una belleza pero de esas extrañas como una pintura abstracta.

Lily se le acerco y con timidez extendió una prenda floreada de rosas frente a su cuerpo, inclino el rostro para mirar a Roderich a los ojos y con las mejillas rojas a más no poder le pregunto si es que se veía bien. Para el hombre de casi treinta años 'bien' era un insulto a lo hermosa que el equilibrio entre la prenda y la niña daban juntas. Sonriendo como pocas veces lo hacía y deshaciéndose de esa incomodidad que lo acompañaba a todos lados, tomo un sombrero para el sol y se lo puso a la rubia con mucho cuidado.

-unas sandalias con tacón y el outfit estará perfecto, ese vestido le sienta muy bien a tu piel, oh, pero no deberías usarlo en cualquier ocasión, debes usarlo solo cuando salgas con amigos o en una cita- la muchacha se sonrojo ante la última palabra, si Roderich supiera que el único que ocupaba sus pensamientos de esa manera era él, pero Lily jamás lo diría en voz alta por supuesto, una cita con Roderich era demasiado para ella, solo esa tarde había sido como un cuento de hadas y aun no se lo creía del todo, Natalia observaba la escena complacida de su trabajo como cupido, en sus manos una falda negra que llegaba hasta los talones y una camiseta 'punk' rosada pasaron a las manos de la cajera y de un grito Lily tajo lo suyo y ambas pagaron. Otra tienda y otra bolsa que Roderich cargaba por las calles del distrito comercial de la ciudad.

-por cierto, Roderich- dijo irrespetuosa y cortante como siempre la muchacha de cabello nieve, el azabache alzo su mirada hacia ella dejándola continuar sin hacer reparos en su falta de cortesía, ya la conocía de hace bastante tiempo y por más que la regañara la chica jamás hacia ningún ademan por cambiar –mi hermano mayor desea su presencia en nuestra casa, por supuesto mi hermana mayor estará ahí, algunos amigos de la familia y si Lily puede, también ira, ¿Qué le parece?- no estaba en su sangre rechazar una comida gratis, pero ¿sería correcto entrometerse en medio de una junta con un montón de desconocidos? Aunque si iba Vash, el hermano mayor de Lily, no estaría tan incómodo -o quizá todo lo contrario- . La muchacha Bielorrusia lo fulminaba con la mirada a la espera de una respuesta afirmativa.

-si no tengo mucho trabajo asistiré a su fiesta, señorita, pero de lo contrario la llamare- dijo cordialmente y continuaron el resto de la tarde comprando.

Pasadas las diez de la noche el hombre de gafas de marco delgado dejo caer su corbata al suelo, su chaqueta la colgó a medias en la silla del recibidor y los zapatos se los quito a trompicones. Sus calcetines estaban llenos de remendados y sus ojos de veían cansados, pero nunca se iba a dormir antes que su prima, le parecía algo bochornoso hacerlo.

Elizabeta vivía con él, ninguno tenía problemas con eso y además la mujer ocupaba más esa casa que él. Revisaba unos papeles que se había traído del trabajo, parecía ser un comic o algo así, Roderich jamás había sido bueno con la literatura que editaba su prima, siempre saltaba de trama en trama y ya le había perdido el hilo a la información que esta le daba. En la mesa había un café que por la falta de vapor se notaba que estaba frió de hacía varias horas. El cabello de la mujer era un desastre total, su camiseta blanca tenía una mancha de mostaza, y sus mejillas delataban que había ido a tomar algunas copas a algún bar ¿habría ido sola? No era muy de su estilo hacerlo, pero tampoco era su estilo ir a tomar con amigos en días de semana.

La dama noto su presencia y le sonrió cálidamente.

-¡hey! No adivinas quien volvió al país ¡es una coincidencia!- dijo mientras guardaba las hojas en su portafolios. El desorden en la casa era demasiado para preocuparse por la mancha que dejo la taza en la madera de la mesa. –Gilbert, ese patán, volvió ¡volvió! ¿Puedes creerlo?-

Oh, ese muchacho albino que solía molestarlo de niño ¿Cómo podría no creerlo?

-uhmm, he oído mucho de él últimamente- respondió sin entusiasmo.

-fuimos a beber algo, dijo que recuerda lo mucho que te gusta tocar el piano, y te invito a que formes parte de la instrumental para la fiesta anual que da la editorial para recaudar fondos para sus bibliotecas de beneficencia-

Que extraño se le hacía al pobre escuchar tantas buenas obras venidas de la misma persona que solía tirar piedras como condenado al río para conseguir hacer un truco aprendido de su padre. Gilbert era el bully por excelencia y sin embargo aquí estaba Roderich escuchando como su prima se ponía a parlotear otra vez sobre sus sensacionales acciones de caridad. Bueno, lo entendía, Elizabeta también solía ser una bully por excelencia antes de pasar por sus mágicas manos.

-por cierto ¿Cómo van las lecciones de piano con la hermanita menor de Vash?-

-como deberían ir, por supuesto, la niña tiene un talento y yo soy su profesor nada menos, no me sorprendería que para la próxima semana toque el claro de luna con los ojos cerrados- hablo con vanidad, la niña era su mayor orgullo, además de ser tan linda y delicada, tal como él se esperaba de una dama tan finamente cuidada.

-umhh~ suenas como un padre consintiendo a su hija- Elizabeta dejo escapar un estornudo.

-para de decir tonterías, mira, estas muy desabrigada, anda a tu habitación y duerme decentemente por favor-

-uy, uy, ya voy. No te pongas así, diablos...- Elizabeta sonrió con sorna mientras se levantaba para obedecer a su primo, su voz escapo como contando un secreto –Vash tiene madera de madre, Lily debe estar muy feliz de tenerlos a ambos umhh~

Su relación con Vash era un secreto. Elizabeta sin embargo desde la secundaria los había descubierto, quizás desde ese día en que sin querer los miro en secreto besándose en la biblioteca de la escuela había desarrollado ese hobby suyo de amar como loca las relaciones románticas entre hombres.

Su primo fue dejado atrás solo en la sala con esa expresión tan sublime, tan única, tan avergonzada y sonrojada. 

the city, a place of fateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora