Capitulo veintitresavo: luces, velas, mocosos.

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Capitulo veintitresavo: luces, velas, mocosos.

Arthur era un trabajólico por naturaleza, eso Francis lo tenía asimilado desde la primera vez que lo vio correr a través de los cristales de su cafetería con papeles intentando escapar de sus manos y su celular casi colgándole de la oreja mientras sus frondosas cejas se fruncían como si no tuvieran limite en los músculos de su cara. Recuerda haberse reído a carcajadas para dentro.

Pero ahora, con ya más de dos años conociéndose, casi un año y medio enamorado de él, y con casi un año de relación entre formal y escondida, Francis no se reía de ver a su novio levantándose sobresaltado de la cama colocándose pantalones y los zapatos dando saltitos por todo el cuarto mientras intentaba darle explicaciones a su jefe sobre que los papeles que había enviado y revisado la tarde anterior estaban perfectamente y que se los iría a entregar a las nueve. Hacia un frio que congelaba los huesos fuera y era el día de navidad. Bueno, casi, 24 de diciembre.

Francis intento primero acomodarse en las cálidas sábanas inhalando con ahínco el aroma de su novio intentando volver a dormir pero se rindió puesto a que sin Arthur acurrucado entre sus brazos no hacía gracia dormir pasadas de las siete, oh, estaba enamorado muy intensamente del rubio como para olvidar lo mucho que adoraba los sábados de flojera.

Arthur se precipito a su escritorio buscando las llaves del departamento tirando los papeles de paso mascullando un 'lo arreglare cuando vuelva'. Francis se sentó en la cama observando la figura de aquel hombre enano, cejudo y sin gracia junto a esa cara de melodramático y sus ojeras de estrés. Sonrió, como un bobo, recordándolo con su rostro sonrojado y su cabello rubio opaco pegándosele en su cara mientras sus ojos se cerraban en éxtasis. Arthur pareció leer su mente porque lo golpeo con una almohada cuando se acercó a besarlo para marcharse de una vez por todas no dándole tiempo a reaccionar.

Oh, estaba tan vulnerable, aburrido y nervioso. Sobre todo nervioso. Porque esa noche, cuando las doce cayeran junto al día de navidad, y el francés dijera con una sonrisa socarrona y coqueta que abrieran los regalos en ese mismo instante, le entregaría la única cosa que jamás se vio entregándole a nadie, un anillo de compromiso.

Miro el objeto redondo,  una pequeña esmeralda incrustada en un anillo de plata algo grueso. Esperando con todas sus fuerzas que Arthur los aceptara, Matthew le había asegurado que lo haría. Oh, joder, si existía un momento para escoger entre ser melodramático a ser un hombre seguro de sí mismo, dos cosas que en él iban de la mano, ese momento era ahora.

Se levantó de un brinco, comenzó con lo que le pareció lo más racional. Un baño de agua caliente y sales aromáticas por tres horas. Necesitaba relajarse. Luego la limpieza, se pasó como un remolino por las habitaciones del departamento, recogiéndolo todo, arreglándolo todo, puliéndolo todo. Su cabello atado en una coleta y sus lentes para leer además del delantal que tenía una torre Eiffel dibujada por todo lo largo, le daban un aspecto del cual Alfred, al despertarse cerca de las doce de la mañana, no desaprovecho burlarse.

-eh, mamá ¿Cómo estás?- Francis no se molestó en responder y en cambio señalo la mesa con el desayuno, cortesía del canadiense con saludables hábitos de sueño, había dejado para su hermano antes de marcharse a acompañar a un amigo a las compras de última hora.

-estamos nerviosos- ugh, a veces Francis entendía porque Arthur no podía estar ni cinco minutos sin lanzar una de sus miradas cargadas de ira a su hermano menor. El mocoso podía llegar a ser un poco pesado –.Tranquilo, Arthur te adora, no lo digo solo porque sus gemidos se escuchan por toda la cuadra, sino porque si te presento a sus hermanos mayores, es porque va enserio. Demasiado.

the city, a place of fateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora