Capitulo treceavo: jugando con los borrachos.

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Capitulo treceavo: jugando con los borrachos.

Una vez cada cierto tiempo ocurren esos encuentros que sabes que si no hubiera sido ese día no hubiera sido nunca y la oportunidad se hubiera perdido.

Ludwig acarreaba por la calle a un italiano ebrio que dio mal la dirección al momento de subir al taxi y terminaron perdiéndose en una ciudad poco conocida para ambos. Ludwig por no ser de los que se alejan de su rutina muy seguido y Feliciano por ser nuevo aun. Suerte para el alemán que pudo dejar al nipón en su hogar a salvo, le daba la sensación de que ese muchacho ni siquiera era mayor de edad, se veía como un estudiante de secundaria. Su hermano había llamado un taxi para Elizabeta, y luego se encontró con unos viejos amigos con los que solía parrandear muy seguido cuando era estudiante de intercambio en sus años de secundaria media.

Por supuesto el pobre Ludwig tenía la mala suerte de ser quien lidiara con el muchacho que desde esa tarde se la había pasado pegado a él como una garrapata, primero de la nada dijo su nombre en medio de las oficinas, luego Elizabeta susurro algo en su oído y el italiano salto sobre él como una fan a su cantante favorito, después lo invadió con preguntas incomodas y raras mientras se frotaba y se pegaba a su cuerpo buscando hacer contacto visual con él pese a que el alemán educadamente y al borde de un colapso le suplicara que guardara su distancia y le diera un segundo de paz. Elizabeta solo sonrió y su hermano lo ignoro por completo al pedirle auxilio. Ni siquiera el japonés, Kiku si no se equivocaba, pudo detenerlo pero al menos logro que el italiano se relajara un poco.

Feliciano cantaba y murmuraba al aire un montón de incoherencias de ebrio pero jamás se apartaba del fornido alemán, como un niño pequeño le seguía por todos lados sin hacer preguntas y luego de un rato caminando en la oscuridad y dejando destilar el alcohol en su sangre volvió a recuperar un poco de sobriedad.

-Ve~ Luddy, ¿Dónde estamos?- sus ojos se abrieron somnolientos, Ludwig pudo contemplar el miel de sus ojos iluminados por la luna y los faroles antes de responderle que no tenía ni idea, pero que lo mejor sería seguir caminando hasta reconocer algún sitio o encontrar un café o tienda abierta las veinticuatro horas, con lo antiguo y rustico que se veía ese lado de la ciudad –seguro el barrio histórico de la misma- lo primero que encontrarían sería un McDonald y con mucha suerte.

Mientras ambos doblaban por una esquina de suelo de piedritas, Ludwig escuchando lo que Feliciano opinaba como artista del pequeño espacio que transitaban,  unos jóvenes, al menos más que ellos dos, se detuvieron en frente, un rubio que parecía bastante confundido y un castaño que por donde le mirases estaba borracho a más no poder.

-oh weon ¡profe!- grito casi tirándose entre ambos y siendo atrapado por los brazos del alemán quien parecía bastante sorprendido, no por estar confundido sin embargo, es solo que jamás creyó volver a ver al chileno que solía pedirle vía email información acerca de literatura contemporánea, en lo que Ludwig se había especializado. El contacto que los había presentado, por supuesto, su hermano mayor.

-che manu, no hagas eso que me da un ataque- grito el otro en español, Ludwig por supuesto no reconoció el acento del todo pero supuso que tenía una relación cercana con el muchacho. Manuel le hizo una seña obscena con el dedo y dejo que Feliciano lo añudara a incorporarse adecuadamente.

-no ya pero, profe, ósea no, Ludwig, cuanto tiempo ¿Cómo está tu bruder? ¿El trabajo? Leí todos tus cuentos, weon, escribí mejor que Pablo Rokha - su acento chileno relucía por lo ebrio que estaba, aun así el ario se las manejo para entenderlo y responder a sus preguntas con mucha cordialidad, el grupo emprendió el camino de nuevo, el argentino tenía el GPS en su celular y se dirigían ahora a tomar un café en el vestíbulo del hotel en donde se hospedaban los latinos, Feliciano intento conversar con él usando lo poco de español que Antonio le había logrado enseñar pero resulto que el chico se defendía perfectamente en italiano. Manuel por mientras se enredaba un poco con su alemán pero continuo sacándole información al rubio.

-oye por cierto, este de aquí es Martin, es mi pololo, me costó conseguir uno así- sonrió con complicidad, seguro si estuviera sobrio jamás diría algo como eso con tanta confianza pero no era el caso -. Los castaños se ven bien con los rubios, ¿cierto?- codeo a Feliciano quien no entendió de buenas a primeras pero que al hacerlo se ruborizo, el alemán también lo hizo ganando el concurso de mejillas tomatizadas del día.

-no es nada de eso- intento contradecir el italiano.

-no digas tonterías, Manuel, él es solo un amigo- dijo al mismo tiempo el alemán. Feliciano le miro con asombro, como no creyéndose que el único autor a quien conocía de nombre –y ahora en persona- le llamase amigo en tan poco tiempo, el alemán parecía consternado por su respuesta pero no pudo corregirse a sí mismo al ver al italiano sonreírle tan dulcemente como si fuera el ser más feliz de la tierra.

Manuel lanzo un chasquido exagerado acompañado de una risita –ya, si los amigos se miran así entonces Martin y yo somos compañeros no más- se burló, nuevamente ambos se sonrojaron pero decidieron no pelear con el borrachito quien comenzó a exigir atención de parte de su novio, como si al mencionarlo mágicamente lo recordara y se diera cuenta de que aún estaba en la escena.

Finalmente llegaron al hotel. El lobby estaba casi desierto, los cuatro se sentaron en unos pequeños sillones, dos individuales y uno para tres personas. Manuel se dejó caer en uno individual pasando al mundo onírico y doloroso de la pre-resaca cubriéndose la cara con la chaqueta que amablemente le había entregado su novio. El argentino se apresuró a llamar a una camarera mientras revisaba su correo en su pequeño portátil que parecía de juguete. El alemán pidió un espresso doble y Feliciano un cappuccino simple. Ambos sentados al lado del otro sentían la calidez del otro tan cerca y a la vez tan lejos, Feliciano juraría que jamás había olido el aroma del desodorante que usaba Ludwig y Ludwig juraba que jamás había visto sonrisa tan permanente en ningún rostro antes.

Ambos conversaban y tomaban su café como si estuvieran habituados a ello, Feliciano casi planeo toda su semana en ese corto momento, invitando a Ludwig al parque ese fin de semana, asegurándole de que irían más personas para hacer un relajante picnic, y luego se auto invito a las compras que Ludwig debía hacer para su departamento y que había comentado por accidente, no es que no lo quisiera por más tiempo, es solo que solía ser tan arisco que reaccionar tan pasivamente a un hombrecillo como Feliciano le hacía dudar de sus estribos, pero accedió a final de cuentas. Ambos estuvieron de acuerdo en ver una película el día viernes que para ambos coincidía como su día libre, y Feliciano le hizo prometer que lo iría a ver a su restaurante y que probaría de su comida, el alemán prometió llevar a su hermano y Feliciano le prometió darle un descuento por ser una persona tan especial.

La madrugada se movió entre el parloteo de ambos, el tipiar de teclado del argentino y los gruñidos de dolor del chileno quien finalmente se levantó despidiéndose de todos y yendo a su cuarto como un zombie, el argentino se despidió también siguiendo a su amante con una sonrisa astuta en los labios.

Ludwig chequeo su reloj de muñeca.

-puedo llamar un taxi ahora que estamos aquí ¿recuerdas la dirección de tu casa?- Feliciano estuvo fuertemente tentado a fingir ignorancia solo para quedarse un rato más con el alemán, pero finalmente asintió con la cabeza. En cuanto a Ludwig, fingió no estar algo decepcionado por ello.

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dos capítulos llenos de mucho amor.

desearía poder ponerle mas dialogo a Martincito pero es que yo con el acento argentino doy pena ajena. 

algún día Martín, algún día. 

the city, a place of fateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora