Capitulo dieciochoavo: Ludwig se consigue una musa.
Feliciano había vuelto a las oficinas muchas veces, en ocasiones una visita fugaz; así como sus temas de conversación o su concentración. Otras veces se quedaba hasta que Ludwig lo encaminaba a su casa; solo esperando como un fiel perro a su amo, meneando la cabeza, cantando canciones en voz baja, recordándole a Ludwig que de vez en cuando era bueno tomar un descanso.
Feliciano había hecho tanto por él en tan poco tiempo, incluso después del picnic en el que se conocieron mejor entre ellos.
Había sido hace un mes ya pero Ludwig lo recordaba bien, fue el sábado de la semana después de la que se conocieron, Feliciano acompañaba a Elizabeta que a su vez acompañaba a su hermano mayor con el objetivo de arrastrar al rubio de su casa en su día libre. El rubio llevo a sus perros para que de ese modo el día no fuera del todo improductivo, Feliciano estuvo más que encantado de pasear al más pequeño de los tres, ambos codo a codo observando como la pareja de su hermano y Elizabeta hablaban de viejos tiempos y rememoraban sentimientos.
Kiku se encontraba en el lugar ya junto con un rubio que no conocía y un cejotas que si conocía muy bien. Arthur iba acompañado de Francis y por supuesto que Gilbert se abalanzo encima del rubio comenzando a pelear como niños pequeños para tirar al otro al suelo, Arthur riño un poco gritándoles que se suponían que eran adultos maduros pero solo termino siendo arrastrado al juego contra su voluntad, Alfred, el rubio que acompañaba a Kiku, estaba durmiendo en las piernas del japonés mientras que éste preparaba la comida que había hecho para la ocasión.
-¿les apetece que comamos ahora antes de que sea más tarde?- invito el azabache con una postura que gritaba cordialidad y un buen anfitrión, Elizabeta acerco su canasta en la que había guardado unos sándwiches de Feliciano y la torta de manzana que había horneado para el picnic. Francis no falto con sus dotes culinarios y llevo jugo de uva hecho por él mismo. Todos se sentaron a comer mientras que Ludwig se preocupaba de que sus perros estuvieran tranquilos, al final del almuerzo Kiku estuvo encantado de ser quien le diera las sobras a los canes y en el proceso le pedía a Alfred que tomara todas las fotos que fueran posibles, que serían útiles más tarde. Ludwig se preguntaba para que serían útiles.
Feliciano se había encontrado a un chico castaño en una camioneta roja a quien al parecer le pidió una guitarra española, Francis y Gilbert habían comenzado una conversación con el muchacho de tez tostada y el italiano aprovecho para llevarse un pequeño publico consigo cuando estuvo de vuelta.
-Ludwig, ven más cerca, esta canción te la dedico a ti- el rubio no evito sonrojarse, no le importaba puesto que sentía que cualquiera se sonrojaría o se emocionaría un poco si alguien les decía que le dedicaban una canción. Antonio, el muchacho de la camioneta, aplaudió tan fuerte que llamo un poco la atención a lo igual que Francis y sus 'bravo' y Gilbert y sus chiflidos.
Un muchacho que pasaba junto a un rubio los reconoció y se emocionó de más acercándose sin invitación sentándose a un lado de Antonio y Arthur dejando a su acompañante abrazarlo por la cintura, sentados ambos en el césped bien cuidado, era Manuel y Martin.
-ciao, querido público, ahora tocare una canción y espero que les guste- dijo el italiano sonriendo a las personas que se iban acercando de apoco, afinaba la guitarra con maestría mágica y sus labios se humedecían con su lengua excitando al alemán que esperaba de una vez la canción.
-mucha ropa- grito el chileno intentando no explotar en carcajadas, el trio de escandalosos se le unió al vocifero, Feliciano solo soltó una pequeña carcajada y con la misma simpatía levanto la mano en petición de silencio, se aclaró la garganta antes de aclarar –aunque es una canción de amor, bien se la dedico a Ludwig- le guiño el ojo y el rubio sintió como más de una mirada inquisitiva y coqueta se le pegaba en la nuca.
Su voz fluyo suave como el mismo viento de la tarde, la guitarra llenaba el área de paz, Elizabeta cerró los ojos deleitándose con la música, Gilbert y Antonio comenzaron a chasquear los dedos o aplaudir, Francis se recostó en la hierba dejando que su elegancia se dispersara con la suciedad del pasto en su ropa de marca, Kiku sujetaba la mano de Alfred recostando su cabeza en el hombro del rubio mientras éste jugaba con sus cabellos, Martin quien se sabía la canción hacía de coro y Manuel le miraba embobado como un niño pequeño. Pero Ludwig no podía reaccionar, su frio semblante endurecido se hallaba fijo en la dirección del italiano, su postura se había encorvado un poco hacia adelante en señal de que ponía atención cuando lo cierto era que el alemán estaba tan atraído e hipnotizado por los movimientos de Feliciano que apenas ponía cuidado a la canción.
Esos labios pequeños y rosados que sonreían aun cantando, sus comisuras se curvaban de forma única, sus ojos suaves como la miel le miraban fijamente, como sabiendo que lo que pasaba por la mente de ese alemán no eran pensamientos del todo amistosos y que le correspondía con coquetería a esos pensamientos. De la nada Ludwig se sintió frente a sus cosas favoritas y Feliciano, prefiriendo mirar hacia Feliciano.
La manera en que el italiano se movía hacia que su corazón se moviera con brusquedad, como si intentara bailar. Al cabo de la canción un grupo más grande que el del principio aplaudió, todos parecían empeñados en hacerle saber al italiano que su canción los había conmovido, emocionado, encantado. Pero éste no prestaba atención, el mundo se había congelado y solo estaban ellos dos en el espacio oscuro, solo ellos dos conectados por la mirada. Gilbert abrazo bruscamente a su hermano sacándolos a ambos de ese espacio cuando el rubio cayó sin poder evitarlo, todos rieron divertidos y Feliciano se unió a la montaña de cuerpos humanos abalanzándose sobre Ludwig como típicamente lo haría.
De ese día un mes y Ludwig sentía que volvía a ese mágico lugar cada vez que los ojos ámbar del italiano se encontraban con los suyos.
En su escritorio apilaba los cuentos, cuentos de amor puros e inocentes, cuentos en donde no existe el golpe crudo de la realidad externa de los dos personajes, en donde ambos protagonistas se encerraban en su mundo y ya.
Por desgracia la realidad tiende a ser cruel. Esa tarde Feliciano no asistió. De hecho, Ludwig llamo para asegurarse que no estuviera enfermo o demasiado ocupado y nadie contesto. Su secretaria con pasos apresurados y la boca abierta intentado encontrar aire con el que respirar –estaba sufriendo un ataque de pánico- le extendió el teléfono de su escritorio diciéndole sin ninguna pausa.
-le llama ese muchacho Feliciano, él y el señor Gilbert se encuentran en el centro-
-¿el centro? –pregunto confundido el hombre sin poder concebir el estado de su secretaria con una salida entre su hermano y su nuevo amigo.
-¿no lo sabe? Acaba de estallar dos bombas en la zona comercial, el señor Feliciano fue allí esta tarde.
Para ese momento Ludwig ya había acercado el auricular a su oreja, Feliciano le llamaba con la voz desesperada, gritando su nombre.
-¿estás bien? Iré allá en este instante ¡Feliciano! Escúchame ¿estás bien?-
-fratello, él...- la llamada se cortó. Mientras bajaba con toda la velocidad posible las escaleras, sentía que los ascensores tardarían demasiado, llamo a su hermano, contesto Feliciano esta vez más calmado pero con el timbre de la desesperación en su voz.
-Gilbert está dentro, está salvándolo, tengo miedo-
-¿salvando a quién? –
-mi fratello- se escuchó sus sollozos y los gritos de gente dando indicaciones o llorando con desesperación. El atentado al parecer había acabado instantáneamente con varias vidas y los bomberos intentaban apagar el incendio que seguía cobrándose muchas más.
Solo esperaba que su musa no se lastimara intentando hacer lo correcto. Que esperara a por él un poco más.
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the city, a place of fate
Fanfictionmuchas parejas, muchas personas, muchas vidas en un montón de capítulos separados que de una u otra forma se relacionan ¿cómo? todos viven en la misma ciudad en un mundo que es pequeño ¿como no haberse topado en un lugar donde todo puede pasar aun s...