Capitulo dieciseisavo: el estrés se manifiesta en desesperación y adicción.
Manuel adoraba la literatura. Era su musa, por muy exagerado sabía que moriría si algún día tenía ese temido bloqueo de lector, no le fascinaba la idea de perder el interés. Pablo Rocha, Alberto Fuguet , Bukowski, Allan Poe. El realismo sucio, la fantasía infantil, los aterradores cuentos, el crudo de los rusos, la melancolía de los franceses, la imaginación de los ingleses, la tristeza y soledad de los japoneses, la poesía de los latinoamericanos, la idea de rebeldía de la decadencia estadounidense. Manuel amaba esas cosas y apreciaba esos preciosos momentos, y deseaba volverse parte de ese mundo.
Lo malo es que a veces tomaba más de lo que podía soportar. Literatura inglesa, maestría en literatura caribeña, cursos todos los veranos en su país natal en la universidad de chile sobre la gramática y latín. Viaje tras viaje, trabajo tras trabajo. Porque Manuel aceptaba su cruda realidad, nació en un país injusto, donde los ricos se llevaban lo de los pobres, como en la mayoría de los países. Él era pobre, ni siquiera alcanzaba a rozar la clase media, pero por fortuna siempre tuvo una personalidad testaruda, lo llevo a delante de alguna forma, eso y vivir en Santiago, eso de que las mayorías de las oportunidades se dan en las grandes ciudades era cierto. Notas sobresalientes, beca en uno de los mejores liceos que existieran en el país, beca en todas sus clases universitarias, el favorito del profesor rico y pedófilo del cual se aprovechó hasta que tuvo edad suficiente para trabajar. Dos trabajos. Una familia caótica y destruida. Amigos de colegios ricos. Psicólogo a la hora del almuerzo en el colegio para manejar su temperamento. Todo, todo, y consiguió viajar al extranjero.
Mejor aún.
Consiguió un novio.
Oh, Martín era su rayo de luz en su grisáceo cielo monótono. La persona que lo obligaba a dormir, que lo obligaba a comer, a bañarse, a ser un ciudadano normal. Martín era ese amigo rico que sabía que se familiarizaba con los bajos mundos sin ese miedo insano a contagiarse de algo. Era ese príncipe que besaba al sapo sin pensárselo. Era ese atractivo que ninguno de los hombres que Manuel había utilizado en un momento de su vida para conseguir dinero tenían. Era ese cabello que quería tocar, ese olor que quería tener pegado a su cuerpo, esas manos que quería en las suyas. Oh, Martín. Él era su todo y le deprimía la idea de que no le correspondiera.
Pero cuando Martín se paseaba en esos apretados bóxer que marcaban perfectamente sus piernas de jugador de fútbol –solo ocasional-y las mostraba por toda la pieza fingiendo no saber que Manuel estaba despierto mirándolo bajo las cobijas. Oh, entonces sabía que lo quería. Cuando Martín se dejaba arrastrar no importaba donde sin quejarse, o en caso contrario aguantar las quejas de Manuel cada que lo arrastraba a algún lado, oh, Manuel sabía que lo quería un montón. Cuando el rubio decidía detenerse en medio de sus embestidas, mirarlo fijamente a los ojos limpiando el sudor de su cara y besándole los labios húmedos y rojizos solo para decirle que lo amaba, entonces Manuel no solo se sabía querido, deseado, respetado. Se sentía amado.
Era feliz por primera vez en décadas junto a 'su familia'.
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-manu déjame dormir- se quejó un rubio con marcado acento argentino sacudiendo la cabeza para apartarse de esos besos que lo habían despertado de sus sueños, era comparable a un gato gruñón que te despierta con lamidas los domingos libres pero la diferencia es que Manuel solía hacerlo cuando terminaba todo su trabajo acumulado, sucedía una vez por semana y generalmente ocurría a las tres de la mañana en un día laborable, seguido luego de un día que era 'solo para Manuel y sus libros' donde su querido novio lo ignoraba todo el día para irse con su amante el libro de turno. Uggh, controla tus grosas hormonas y deja de ponerte celoso por unos libros. Se decía a sí mismo el rubio cuando fue destapado de sus cálidas mantas por un chileno que simplemente no se daba por vencido.
-¿te acuerdas que me prometiste esperarme despierto? Este es tu castigo- se relamió los labios besando la barbilla del argento mientras sus manos viajaban por sus costados dibujando su abdomen con sus dedos, no era jodidamente musculoso ni jodidamente flaco, era un manjar. Se rió por lo bajo recordando ese estúpido video.
-no, no, no, no, manu, manu, te amo en serio pero estoy muy cansado para hacerlo- Martín se sentó en la cama alejando de su cuerpo a Manuel, ahora tal vez dormiría en el sofá pero al menos dormiría lo suficiente para estar atento en la conferencia que habían organizado la empresa en ese país- el resto del tiempo trabajaba en casa o viajes de siete días- . El castaño se sonrojo y aparto la mirada confundiendo a Martín.
-es que...puta, es que yo... bueno po, eso po...es que quería, tu sabí- Martín negó con la cabeza.
-no, no sé, explícame flaco que queres, si queres un dulce puedo traértelo mañana- sonrió un poco, no podía negar que su flaco se veía tierno intentando explicarse.
-no po weon, si yo no quiero ningún dulce, puta weon ando necesitado, urgido, me siento como una maraca en celo ¿entendí?- exploto el castaño tomando las muñecas de Martín y acorralándolo en la cama, el rubio sintió miedo de que los vecinos los escucharan y pensaran que era una pelea de inmigrantes.
-no entiendo mi amor ¿quieres que lo hablemos más tranquilos?-intento Martín pero Manuel lo acallo con sus labios demandantes.
-quiero pico conchatumadre. Quiero que tu...-toda su valentía se fue a la mierda, totalmente sonrojado murmuro lo último –quiero que me hagas tuyo...-sus ojos suplicantes como los de un cachorrito, su relación no tenía un especial rol con cada uno pero de vez en cuando –muy seguido- Manuel quería sentir dentro suyo a Martín más de lo que otros 'versátiles' quisieran.
Martín se quedó mudo. Manuel se quedó rojo. Ambos sentados en la cama sin saber qué hacer, Manuel estaba a punto de volver a atacar pero Martín lo empujo contra la cama respondiendo con un pasional beso su petición, lo haría tan bien que Manuel no lo jodería por el resto de la semana, al menos no a las tres de la mañana.
Eso pensó pero no ocurrió de tal forma, antes de siquiera lograr sacarle la camiseta el teléfono de Manuel vibro y el castaño contesto a regañadientes porque podría ser su madre olvidando otra vez la diferencia de horarios. Pero no lo era, era Arthur, Arthur Kirkland, ese Arthur, su mejor amigo en el campus de humanidades, quien le enseño los más pequeños detalles de la literatura inglesa del siglo XV, el que lo llevo a sus mejores fiestas de universidad y quien ahora, en ese momento a las tres de la mañana un miércoles, le informo sobre un puesto en el departamento de literatura en la editorial Germania, la misma editorial en donde trabajaba Ludwig- su profesor por webcam- y Gilbert –su "asombroso entrenador mental"- y ahora también él, bajo la tutela del rubio. Oh eso era maravilloso. Manuel no pudo dormir en toda la noche y no se le ocurrió mejor solución para matar el tiempo que obligar a Martín a despertar cada vez que se quedaba dormido después de correrse.
Sería una muy dolorosa mañana para el argentino y su cadera.
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argchi.
y un poco, muy poco lemon... (¬w¬)
cuando este por los últimos capítulos de este fic sin historia lineal comenzare con uno spamano que ya llevo avanzado un montón.
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the city, a place of fate
Fanfictionmuchas parejas, muchas personas, muchas vidas en un montón de capítulos separados que de una u otra forma se relacionan ¿cómo? todos viven en la misma ciudad en un mundo que es pequeño ¿como no haberse topado en un lugar donde todo puede pasar aun s...