Capitulo onceavo: Alfred, las editoriales y el manga.

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Capitulo onceavo: Alfred, las editoriales y el manga.

Kiku tras haber pasado una tarde con su editora y única amiga, Elizabeta, siendo arrastrado por esta junto a un chico italiano que no paraba de hablarle -aunque era ciertamente amable y tenía muchos temas que al japonés le interesaban un poco- y haber sido presentado al escritor más popular del momento en el sector de literatura de la editorial, pudo por fin volver a su departamento tras muchas cosas extrañas que le sucedieron. Pensar que la primera comida de verdad que comía en tres días fuera nada más y nada menos que las salchichas alemanas que pidieron Elizabeta y el señor Gilbert cuando todos fueron al bar esa misma tarde.

No recuerda muy bien como terminaron en esa situación, pero si recuerda como Elizabeta derramo mostaza en su ropa cuando peleaba con Gilbert sobre cual de los dos tenían mejor resistencia al alcohol, y como el muchacho italiano termino casi inconsciente sobre la mesa al ser arrastrado por esos dos irresponsables adultos en su concurso de bebida. Afortunadamente Ludwig llamo un taxi para llevarlo a su hogar y de paso dejo a Kiku frente a su edificio. El japonés se aseguraría de agradecerle dándole un regalo culinario la próxima vez que se juntaran, que sería dentro de una semana en el parque junto a Feliciano para tomar fotografías y tener un picnic. Que extraño, no lo había pensado pero ¿estaba acaso haciendo más amistades?

En su departamento se encontró con su hermano Yao totalmente muerto en el sillón, es un decir por supuesto, el de origen chino dormía en una posición incomoda abrazando su vergonzoso peluche de kitty mientras babeaba sobre las almohadas, sus demás hermanos no estaban en casa, y el café que al parecer Yao hacia estaba frio para entonces.

Jamás había visto el panorama desde el punto de vista de quien llega tarde -aunque eran las diez menos un cuarto-, nunca salía hasta esas horas de la noche y además siempre había sido solo un escucha de todos esos movimientos nocturnos. La lluvia fuera hacía eco contra los suaves ronquidos de su estresado hermano mayor y Kiku se dispuso a llevarlo a su habitación para prevenir un dolor de cuello más tarde. Yao no se despertó ni cuando el japonés sin quererlo golpeo su cabeza contra la puerta. Cubrió a su hermano con el cubre camas y le saco la incómoda chaqueta y bufanda que aun llevaba puestas. Las dejo sobre la silla de su escritorio. Aprovecho de cerrar la ventana echándole un vistazo de reojo al paisaje difuminado de la ciudad, casi pasando desapercibido ese brillante rubio merodeando por allí.

Kiku decidió ignorarlo al principio pero tras verlo tan abatido decidió ir a entregarle un paraguas para que el desconocido al menos pudiera evitar seguir mojándose. Mala idea. La tarde siguiente a las cinco Kiku se arrepentía como nunca de haber hecho esa buena acción. Pero así suele pasar, cuando haces una buena acción por alguien sorpresivamente no puedes parar hasta que tu corazón se satisface, pero Kiku jamás creyó que tendría tan mala suerte como para que ese rubio lo mal entendiera todo y lo arrastrara a esa extraña situación.

¡Una cita! Definitivamente eso era, el japonés jamás había tenido una cita y lo único que sabía de ellas era lo que había aprendido en mangas y doramas, pero eso era una locura total. Estaba tan ansioso por la salida que se le olvido que su acompañante era otro hombre y que seguramente era mucho más joven que él.

El rubio fue puntual, el portero intento detenerlo en el vestíbulo pero fue magistralmente ignorado, aunque Kiku estuviera bien escondido dentro de su habitación con todas las fundas cubriéndolo como si fuera una oruga, no pudo salvarse ni evitar que Yong Soo abriera la puerta y lo dejara entrar para que entre los dos sacaran al japonés del departamento para lo que sería su primera cita de verdad. El mundo real podía ser tan aterrador, solo esperaba que este entusiasta rubio no fuera en realidad un yandere. Solía pasarle mucho cuando jugaba sus videojuegos. Al menos le había llevado unos dulces, chocolates y caramelos rellenos de dulce de leche o miel o fresa o crema, no alcanzo a probarlos de todos modos porque su hermano se los llevó al departamento después de despedirlo.

the city, a place of fateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora