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[Taehyung]

La primera vez en toda mi vida que no podía comer más, la primera y ni siquiera había sido en mi propia casa, que decepción. Aún así, los platos que habían servido en el palacio de Jaebum eran dignos de ese puesto.

- ¿Estás seguro de que tu padre no es el rey? –Jaebum rió mientras me abría paso a su habitación, dejándome nuevamente con la boca abierta. Sería la centésima vez que lo hacía desde que entré en su palacio. Bueno, él seguía insistiendo en que no era un palacio, que simplemente era una casa muy grande y lujosa. A mis ojos era un palacio. – O quizás tu madre la reina y no lo sabes.

- Mi padre son políticos, Taehyung –cerró la puerta una vez estuvimos dentro, y se sentó sobre su enorme cama. Era como tres veces la mía. En general, su habitación era cinco veces mi cuarto, y mejor no hiciésemos cuentas con toda su casa. – Además, Corea no tiene reyes.

- Quizás son reyes del mundo en secreto –volvió a reír, lo que tomé como una negativa. Igualmente, con lo lujoso que era todo no podría volver a mirarle de la misma forma. ¡Vivía en un palacio! ¡Y tenía sirvientes, y cocineros, incluso una jardinera extranjera que probablemente cobraba más que mis padres! – ¿Podrías pedirles que te comprasen un peluche gigante con forma de dragón? ¡Uno que llegase hasta el techo!

- ¿A mis padres dices? –asentí exaltado solo con imaginármelo. – Claro.

- ¿Y TE LO COMPRARÍAN?

- Probablemente. Y si no lo venden, pagarían a alguien para que lo hicieran. –me quedé sin habla, atragantándome con mis propias palabras por el impacto que había tenido eso en mí. Ser rico era lo mejor del mundo. – Puedo tener todo lo que quiera, Taehyung.

- ¡Eso es genial! –exclamé sin pensarlo. Él me sonrió y encogió de hombros. No parecía estar muy de acuerdo conmigo, o quizás fueron imaginaciones mías. De cualquier forma, no tardó ni medio segundo en atraer mi atención con otra cosa. – ¿Qué es eso? –me tendió un pequeño archivador morado.

- Son mis apuntes de matemáticas –los abrí, echándoles una ojeada, y maravillándome también con ellos. ¿Acaso existía algo en esa casa que no pareciera superior a la mano de obra humana? – En realidad están hechos por mi profesora particular.

- ¿Tienes profesora particular?

- Más o menos –se tumbó sobre la cama, bocarriba, sin siquiera quitarse los zapatos. Seguro que en mi caso, mi padre ya estaría regañándome. – Supuestamente tenemos clase todas las tardes, pero yo no quería ir y como era obvio, ella tampoco quería enseñarme – ahora sí que comenzó a quitarse las zapatillas, lanzándolas a cualquiera lado de la habitación. – Al final hacemos como que damos clases y de esa forma ella gana dinero, y yo más tiempo libre.

- ¿Y tus padres?

- Nunca están en casa –sonrió y palmeó sobre el colchón varias veces, en el hueco libre a su lado. – Ven aquí –me tumbé a su lado, más incorporado. Obviamente, antes de eso, me deshice de mis zapatos. – ¿Qué no entiendes? –preguntó mirándome fijamente.

- Esto –comencé a señalar a medida que pasaba hojas de los apuntes – y esto. Y esto tampoco. Y esto, esto, y esto. – en la última hoja, eché un vistazo de arriba abajo, y sonreí. – Sí, definitivamente no tengo ni idea de que es esto último.

- ¿Pero tú entiendes algo? –lo pensé varios segundos y acabé negando con sinceridad, lo que provocó que riera. Por algún motivo me sentí más a gusto. – A ver, comencemos por esto.

Mírate [Vhope]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora