Acuerdos...

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No estaba preparada para la visión de Sebastian medio desnudo, mojado y súper sexy frente a mí. Es tan perfecto, a pesar de sus heridas, y lo que me hace sentir me asusta.

Él es un actor de Hollywood, rico, famoso y acostumbrado a meter a su cama a cualquier mujer que se le antoje. Y yo no me meto a la cama con nadie. A decir verdad, soy virgen. Y no me avergüenza, creo que cada quién es libre de vivir como quiera, y que si algunas personas son felices teniendo sexo casual y saliendo casi todas las noches, eso está genial, pero para mí, no hay nada mejor que sentarme a tejer mientras veo una serie como Friends o Gilmore Girls, o leer un buen libro.

Lo sé, parezco abuelita, pero así he sido, me gusta divertirme y salir algunas veces pero no es mi principal objetivo en la vida. Tampoco es que me esté guardando para alguien en especial, o que me quiera conservar pura hasta el altar, sólo que no he conocido a nadie que considere digno de entregarle mi virginidad. He conocido más bien puros idiotas.

Me quedo pensando todo esto, mientras observo a Sebastian bañarse sentado en la silla de plástico que conseguí. Tiene puestos unos boxers, le dije que sólo se los quitara cuando yo me fuera, se rió a carcajadas, me cerró un ojo y accedió.

Él da por hecho que soy una experta en la cama. Si supiera lo que cuesta estar aquí con él. Es perfecto, sensual y carismático; y me hace sentir cosas que jamás había sentido con nadie.

Salgo, termina de bañarse, y tengo que ayudarlo otra vez a llegar a la cama. Entonces, cuando me tiene cerca y sólo tiene puesta una toalla alrededor de la cintura, de pronto se voltea, me toma de las caderas y me besa sin más. Puedo sentir su erección en mi vientre. Woow... La cabeza me da vueltas... Me aferro a su cuerpo, cuidando sus heridas, pongo mis manos detrás de su nuca y juego con su cabello mojado mientras su lengua tiene una danza sensual y erótica con la mía. Sigue besándome, subiendo la intensidad y cuando me doy cuenta, estoy en ropa interior. Mi vestido de flores ha desaparecido.

Vuelvo en mí por unos segundos y le digo: "Hermoso, ¿no te lastimas?¿No te duele nada?" Y responde: "Nada es más doloroso que no poder hacerte mía. Al diablo mis lesiones. Tendremos cuidado..." Y sin más, mete su mano entre mis piernas, llega a mi sexo y lo acaricia suave y sin prisas.

Nunca había llegado tan lejos con nadie. Es mi primera vez y es con el hombre de mis sueños. Estoy volando... De pronto, introduce dos dedos en mí y gimo; es tan bueno, sabe lo que está haciendo, y me está haciendo perder la razón. Pero a la vez me duele; nunca había sentido algo así. Me dice al oído, con voz ronca y sensual: "Estás tan apretada, ¿Hace cuánto que no estás con alguien?" Siento de inmediato el color subir a mi cara y le digo: "Hermoso, nunca he estado con nadie. Eres el primero".

Sale del trance, me mira incrédulo, y me abraza. No lo puede creer. Besa mi frente y me dice que no me preocupe, que será increíble. Le digo que por un momento pensé que no seguiría, me dice que será un honor darme una primera vez inolvidable.

Llegamos a la cama. Sigue besándome con un ritmo sensual, se deshace de mi sostén y lo tira sin cuidado. Entonces, se concentra en mis pechos. Me muero de vergüenza, el los mira, los acaricia suavemente, pasa sus pulgares por mis pezones sensibles, y me hace ver estrellas... De pronto me dice, con voz ronca y llena de deseo, y sin dejar de mirarme: "Nena, eres perfecta. Tienes los senos más hermosos que he visto jamás. Y no sabes cómo me pone saber que soy el primero que los toca. Diablos, podría quedarme contigo por siempre así..."

Vuelve a besarme, sin dejar de torturar mis pechos, y baja por mi cuello, mi clavícula y llega hasta donde sus manos me están volviendo loca, y me transporta a otra dimensión cuando se mete uno a la boca. Luego el otro, y así hasta que siento que no voy a poder resistir mucho más.

Voltea a mirarme, a los ojos, profundamente, y sonríe. Me derrito. Sin dejar de repartir besos y caricias por mis pechos, coloca una mano en mi centro y comienza a acariciarme hasta llevarme a un punto en el que siento que voy a estallar de placer. Cuando siente que me no falta mucho para que llegue, mete dos dedos, me besa en la boca con pasión y me dice: "Déjate llevar princesa..." Y es entonces cuando sucede... Un orgasmo intenso que me hace gritar, gemir y retorcerme me atraviesa, lo siento en cada fibra de mi ser, y Sebastian ríe sobre mis labios al verme arquear la espalda y abrazarme a si cuerpo.

Apenas estoy recuperando la cordura, cuando siento como se posiciona sobre mí, me separa las piernas con mucha delicadeza, y coloca la punta de su miembro en mi entrada. Comienza a frotarse contra mí suavemente mientras poco a poco se va introduciendo y yo siento que un dolor me atraviesa la entrepierna. Entierro mis uñas en su espalda sin piedad, por el dolor que me produce. Lentamente, se va introduciendo en mí y poco a poco el dolor inicial cede para dar paso a un placer indescriptible.

"Nena, sí que estás apretada. Estar dentro de tí es como estar en el paraíso. Eres exquisita, pura, y ahora eres mía. No te dejaré ir Elizabeth, porque esto que siento jamás lo sentí con nadie..."

Vaya, me muero. No puedo con tantos sentimientos juntos. Placer, ternura, emoción, ¿amor? Noo, no puedo cometer el error de enamorarme de un hombre como él.

Me olvido de mis locuras mentales, al sentir como Sebastian acelera el ritmo una vez que se asegura de que ya no me duele. Empiezo a sentir que mi cuerpo pierde el control, y que voy en caída libre, y grito y me arqueo mientras tengo un orgasmo más intenso que el primero... Enseguida veo a Sebastian perder el control, y siento como se derrama en mí un líquido tibio, para mí todo es nuevo y todo es hermoso.

Se recuesta a mi lado y me atrae hacia él con el brazo sano. No sé cómo puede hacer esto así como está. Entonces me dice: "Eliz, eres tan perfecta que pareces irreal. No sé qué me pasa contigo. Pero quiero que me prometas algo: que vas a confiar en mí, no importa lo que pase. Que lleguemos a un acuerdo, y podamos estar juntos sin complicaciones debido a mi carrera. Porque desde que te ví, supe que serías mi perdición, y tenía razón. ¿Aceptas?"

Y acepto. Y así, llegamos a varios acuerdos. El primero es que vamos a dormir en la misma cama, y desnudos. No haremos caso a la prensa. Guardaremos lo nuestro en secreto lo más que se pueda. Y no tendremos etiquetas ni ataduras. Por mí, perfecto.

Después de lo que me hizo sentir, le daría mi alma.

Elizabeth en multimedia*

Visitante inesperado. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora