Encuentros inesperados.

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De haber sabido lo que me esperaba ese día al salir de mi casa, me hubiera encerrado con llave y la hubiera escondido. Me hubiera metido abajo del edredón de la cama de Sebastian y no me hubiera parado ni al baño.

Pero no, la princesa tenía grandes planes con su amiga Anne. Habíamos quedado en salir de compras por última vez, antes de que mi estado me impidiera andar caminando mucho rato. Así que, planeamos un recorrido por todas las tiendas de bebés y maternidad que pudiéramos encontrar en Beverly Hills.

Nunca he sido elitista, de hecho siempre he comprado mi ropa en el súper, sencilla y jamás tuve pretensiones de usar ropa de marca y esas cosas. Pero, mi querido esposo y padre de mi hija, me dijo que para ella quería sólo lo mejor. Que buscara lo más exclusivo y no me detuviera a ver ni los precios. Al parecer el Sargento Barnes se ganó la lotería.

En fin, mientras vamos de tienda en tienda y Anne me cuenta de los líos que tiene con el nada maduro Evans, siento mucha hambre. Muchísima, últimamente tengo hambre, sueño y ganas de hacer pipí, alternadas unas con otras. Así que decidimos ir a un café que está al aire libre, y ese fue nuestro primer error.

Anne me cuenta que Lisa habló con ella, que le pidió que tuviera paciencia con Chris, que ella está segura que, aunque tiene miedo, Chris la ama y está loco con el bebé. Y mi amiga realmente está confundida. Ya debería haber renovado su contrato, pero duda que lo logre por causa del embarazo. No la tiene fácil.

Le ofrezco mi casa, pero en realidad ese no es el problema. No tiene manera de comprobar que está trabajando, y se le vence la visa de trabajo. Y así, hablando de sus problemas, terminamos de comer. Pagamos y decidimos visitar otras tiendas, aunque ya tengo ropa como para que Sophia no repita cambio en un año.

Cuando estamos saliendo del café, me encuentro de frente con la última persona que esperaba ver en mi vida. La veo, y se me va la sangre a los pies. Siento que Anne se pone tensa, y me toma del brazo.

Ante mí, con una mirada de superioridad, está Margarita Levieva. Me barre con la mirada y se detiene en mi vientre, y sonríe de lado, lista para destilar su veneno. Me preparo.

"Vaya, lo que se encuentra una por la calle en estos días. La zorra que me quitó a mi novio. Y embarazada, además. Bien jugado, zorrita. Pero, te voy a aclarar una cosa. Sebastian siempre vuelve a mí. No importa si tienes a su bastardo, él volverá conmigo tarde o temprano, porque eso es lo que siempre sucede. Y lo voy a estar esperando, con los brazos abiertos, dispuesta a que se quede conmigo para siempre, porque yo soy el amor de su vida. Así que disfrútalo mientras te dura, zorrita, porque ni con tu bastardo vas a conseguir que él se case contigo."

Siento tanta rabia que me da miedo que le haga daño a mi niña. Entonces, levanto el dedo anular izquierdo, y le muestro mis anillos. Y le digo:

"Qué lástima, querida, pero Sebs y yo ya estamos casados. Hace meses. Se ve que estás bien enterada de la vida de tu 'gran amor', que ni siquiera supiste que se casó. Y no te preocupes, para mí Sebastian no es un premio por el que tenga que competir. Él es mi esposo, y pronto seremos padres. Así que aquí la única zorra intrigosa, eres tú. Vete, víbora, a destilar tu veneno a otra parte, y a mí déjame tranquila. Si Sebastian te amara tanto como dices, no se hubiera casado conmigo. Si en realidad fueras su 'gran amor', te hubiera buscado cuando se accidentó y estuvo convaleciente por semanas. Pero no, él me buscó a mí. Me pidió a mí que lo cuidara. Tus palabras no me afectan, ni tu actitud de altanería. Tú no eres nadie para él."

Ese fue el segundo error, cantarle en la cara que ella no significa nada para Sebs.

Cuando da un paso al frente para tratar de tocarme, Anne se interpone entre nosotras con actitud de protección. Yo le pongo la mano en el hombro, y Levieva nos da una última barrida a las dos, nos llama 'corrientes', me mira a los ojos, y me dice:

"Te arrepentirás. Te voy a demostrar que Sebastian es sólo mío." Y se va.

Tardo unos minutos en tranquilizarme, me siento en una de las mesas y Anne pide un vaso con agua para mí. Claro que los meseros ya escucharon que soy la esposa de Sebs, y se desviven en atenciones.

Me logro tranquilizar y llamo a Sebs. No es que quiera darle es chisme, pero si creo que es bueno que lo sepa para que esté preparado si la lagartija de Levieva decide hacer alguna jugarreta mediática, como ya lo ha hecho.

Seguimos comprando. Anne compra un par de cositas para su bebé, en color neutro, y yo compro la cuna, y todos los muebles de la recámara de Sophia, en color cedro. Edredones, sabanitas, toallitas faciales, todo. Hasta encargo la pintura para su cuarto, que será en tonos beige y lavanda viejo. Su ropa, en su mayoría, es palo de rosa, lavanda y beige. Porque una cosa es que no me guste presumir, y otra que no tenga buen gusto.

Cuando ya no podemos cargar más bultos, y termino de dar los datos para lo que me van a entregar a domicilio, salimos de la tienda y cuando estamos subiendo las cosas al carro, llega Chris. Le dice a Anne, después de saludarnos a las dos, que ya tiene la solución a su problema migratorio. Que se van a casar.

Claro que mi amiga se instala en pantera y lo manda a donde hace rato mandamos a Levieva. Tengo que intervenir porque las cosas están muy tensas, y le digo: "¿No era más fácil que le consiguieras trabajo, Chris? Porque esa es la propuesta de matrimonio más lamentable que he escuchado en mi vida..."

Nos reímos y entonces, se le ilumina la mirada. Y nos explica que Mackie está buscando una asistente, que le conseguimos una de verdad y que Anne sea como una segunda asistente, pero sin trabajar realmente porque Chris no quiere que mueva un dedo así, embarazada. Lo pensamos, no es una mala opción. Ya veremos que pasa con esos dos.

Ese día empezó mi verdadera pesadilla. Una que nunca imaginé.

Una que alteró toda nuestra vida.

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Saludos desde México.

Visitante inesperado. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora