Después del almuerzo decidí volver a la oficina. Abrí la puerta y allí
había un tipo sentado al otro lado de mi escritorio. No era McKelvey. No
sabía quién podía ser. A la gente le gustaba sentarse en mi escritorio. Y junto
al tipo que estaba sentado había otro que estaba de pie. Tenían aire de
malvados, tranquilos pero malvados.
–Me llamo Dante –dijo el tipo que estaba sentado.
–Y yo me llamo Fante –dijo el tipo que estaba de pie.
Yo no dije nada. Estaba buscando a tientas en la oscuridad. Un
escalofrío me recorrió la espalda de abajo arriba y atravesó el techo.
–Nos manda Tony –dijo el tipo que estaba sentado.
–No conozco a ningún Tony. œTienen ustedes la dirección correcta,
caballeros?
–Oh, sí –dijo el tipo que estaba de pie.
Y entonces Dante dijo:
–Mariposa Quemada perdió.
–Tiró al jockey al salir del cajón –dijo Fante.
–Estás de broma.
–No estoy de broma. Pregúntale al polvo.1
–Tú que vas de listo, estás listo –dijo Dante.
–Y Tony dice que nos debes 500 –dijo Fante.
–Ah, es eso –dije–, lo tengo aquí mismo...
Me dirigí hacia mi escritorio.
–Olvídalo, mamón –dijo Dante riéndose–. Te hemos confiscado tu
pistolita de agua.
Retrocedí.
–Comprenderás –dijo Fante– que no podemos dejarte andar por ahí
respirando tan contento mientras le debes 500 a Tony.
–Dadme 3 días...
–Tienes 3 minutos –dijo Dante.
–œPor qué habláis por turnos, chicos? –les pregunté–. Primero Dante,
luego Fante. Siempre igual. œNunca rompéis el ritmo?
–Estamos aquí para romper otra cosa –dijeron los dos a la vez–. –A ti!
–Eso ha estado muy bien –dije–. Me ha gustado. –Un dúo!
––Cállate! –dijo Dante. Sacó un cigarrillo y se lo puso entre los labios–.
Hmm –siguió diciendo–, me parece que se me ha olvidado el encendedor.
Ven aquí, gilipollas, enciéndeme el cigarrillo.
–œGilipollas? œTe estás hablando a ti mismo?
–No, a ti, gilipollas, ven aquí. –Enciéndeme el cigarrillo ahora mismo!
Busqué mi encendedor, avancé unos pasos, me paré frente a una de las
caras más horrorosas que he visto en mi vida, apreté el encendedor y acerqué
la llama al pitillo.
–Buen chico –dijo Dante–, ahora coge el cigarrillo de mi boca y póntelo
en la tuya con el extremo encendido para dentro, hasta que yo te diga que te
lo puedes sacar.
–Ja, ja –dije.
–O lo haces –dijo Fante– o te vamos a hacer un agujero tan grande que
los enanitos de Disneylandia van a pasar bailando por él.
–Espera un minuto...
–Tienes 15 segundos –dijo Dante sacando su cronómetro y poniéndolo
en marcha, y entonces dijo–: Ya está. 14, 13, 12, 11...
–œLo dices en serio?
–10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3...
Oí el clic de quitar un seguro.
Arranqué el cigarrillo de la boca de Dante y me lo metí en la mía, con
el extremo encendido hacia dentro. Intenté generar cantidad de saliva y no
poner la lengua a tiro, pero no hubo suerte, lo sentía, lo sentía bien sentido,
–––QUEMABA!!! Era algo horrible y doloroso. Empecé a tener arcadas y tuve
que escupir aquello.
––Qué chico tan malo! –dijo Dante–. Te he dicho que lo tuvieras en la
boca hasta que yo te dijera que te lo sacases. Ahora vamos a tener que volver
a empezar.
––Que te follen! –contesté–. Mátame.
–De acuerdo –dijo Dante.
En ese preciso momento se abrió la puerta y entró la señora Muerte.
Estaba realmente buena. Casi se me olvida lo de la boca.
––Guau! –dijo Dante–. –Vaya nena! œLa conoces, Belane?
–Nos hemos visto alguna vez.
Ella fue hacia una silla, se sentó, cruzó las piernas y la falda se le quedó
muy arriba. Ninguno de nosotros podía dar crédito a aquellas piernas. Ni
siquiera yo, que ya las había visto antes.
–œQuiénes son estos payasos? –me preguntó.
–Son los emisarios de un tipo que se llama Tony.
––Haz que se larguen! Yo soy cliente tuya.
–Muy bien, amigos –dije–, es hora de irse.
–œAh, sí? –dijo Dante.
–œAh, sí? –dijo Fante.
Entonces empezaron a reírse y luego, de golpe, se callaron.
–Este tipo es realmente gracioso –dijo Fante.
–Sí –dijo Dante.
–Yo haré que se larguen –dijo la señora Muerte.
Entonces empezó a mirar fijamente a Dante y, de pronto, él empezó a
inclinarse hacia adelante en la silla y a ponerse pálido.
–Jesús! –dijo–, no me encuentro bien...
Primero se puso blanco, luego se puso amarillo.
–Me encuentro mal –dijo–, me encuentro terriblemente mal...
–A lo mejor han sido esos tronquitos de pescado que te has comido –
dijo Fante.
–Tronquitos de pescado, tronquitos de pasmado, tengo que salir de
aquí. Necesito un médico o algo...
Entonces la vi mirar fijamente a Fante. Y entonces Fante dijo:
–Me estoy mareando... œQué es eso? Esas luces... Esos destellos... œDónde
estoy?
Se encaminó hacia la puerta, Dante le siguió. Abrieron la puerta y
fueron caminando lentamente hacia el ascensor. Yo salí y les vi meterse en él.
Les vi justo antes de que la puerta se cerrara. Tenían un aspecto horrible.
Horrible.
Volví a entrar en la habitación.
–Gracias –dije–, me ha salvado el pellejo...
Miré a mi alrededor. Se había ido. Miré debajo del escritorio. Nadie.
Miré en el cuarto de baño. Nadie. Abrí la ventana y miré hacia abajo, a la
calle. Nadie. Bueno, había mucha gente, pero ella no. Por lo menos podría
haber dicho adiós. De todos modos había sido una visita agradable.
Volví hacia mi escritorio y me senté. Cogí el teléfono y marqué el
número de Tony.
–œSí? –contestó–. Está usted al habla con...
–Tony, estás hablando con el señor Muerte Lenta.
–œQué? œAún puedes hablar?
–Hablo realmente bien, Tony. Nunca me he encontrado mejor.
–No lo puedo entender...
–Tus chicos han estado por aquí, Tony...
–œSí? œSí?
–Esta vez les he dejado irse tranquilos, pero si me los vuelves a mandar,
acabo con ellos.
Oí la respiración de Tony por el teléfono. Era una respiración confusa.
Luego colgó.
Saqué una petaca de whisky del cajón inferior izquierdo, le quité el
tapón y eché un buen trago.
Si te metes con Belane, tendrás problemas. Es así de simple.
Le puse el tapón a la botella, la volví a meter en el cajón y me pregunté
qué era lo que tenía que hacer a continuación. Un buen detective siempre
tiene cosas que hacer. Se ve en las películas.
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Plup
Science FictionÚltima novela del escritor Charles Bukowski. Aún no termino de pasarla, y falta editar los textos. Gracias por leer.