A la mañana siguiente. A las 8. Yo estaba aparcado en mi Volkswagen
Escarabajo enfrente de la casa de Jack Bass. Tenía resaca y estaba leyendo el
Los Angeles Times. Pero ya había hecho alguna investigación. La mujer de
Bass. Su nombre de pila era Cindy. Cindy Bass, de soltera Cindy Maybell.
Los recortes de prensa revelaban que fue durante un breve espacio de tiempo
ganadora de un concurso de belleza, Miss Chiles Cocidos en 1990, modelo,
actriz a ratitos, que le gustaba esquiar, estudiaba piano y le gustaban el
béisbol y el waterpolo. Color favorito: rojo. Fruta favorita: plátano. Le gustaba echar la siesta. Le gustaban los niños. Le gustaba el jazz. Leía a Kant.
Sí, seguro. Esperaba llegar a ser abogado, etc. etc. Conoció a Jack Bass en la
ruleta en Las Vegas. Dos noches después estaban casados.
A eso de las 8.30 Jack Bass salió marcha atrás de su garaje en su
Mercedes y se dirigió a su puesto ejecutivo en la Aztec Petroleum Corp.
Quedábamos Cindy y yo. Y yo iba a estropearle los planes. Estaba a mi
merced. Saqué la foto para asegurarme. Empecé a sudar. Bajé la visera del
coche. La muy puta, estaba pegándosela a Jack Bass.
Volví a introducir la foto en mi cartera. Estaba empezando a sentirme
extraño. œQué me estaba pasando? œMe estaba poniendo cachondo aquella
dama? Tendría intestinos como todo el mundo. Tendría pelos en la nariz.
Tendría cera en las orejas. œQué era lo que tenía? œPor qué el limpiaparabrisas
iba y venía frente a mí como una gran ola? Tenía que ser la resaca. Vodka
mezclado con cerveza. Eso se paga. Lo bueno que tiene ser un borracho es
que nunca estás estreñido. Algunas veces yo pensaba en mi hígado pero mi
hígado nunca me hablaba, nunca me decía: ÿ–Para! Tú me estás matando a
mí y yo voy a matarte a ti.Ÿ Si tuviéramos hígados que hablaran no
necesitaríamos Alcohólicos Anónimos.
Seguí sentado en el coche esperando a que Cindy saliera.
Era una bochornosa mañana de verano.
Debí de quedarme dormido allí sentado. No sé qué me despertó, pero
allí estaba ella en su Mercedes saliendo marcha atrás del garaje. Giró y se
dirigió hacia el sur. Yo la seguí. Un Mercedes rojo. La seguí hasta la
autopista, la de San Diego. Cogió el carril de la izquierda y le empezó a
zumbar. Bueno, iba a 120, debía de estar caliente, lo estaba deseando. Sentí
un tirón entre las piernas. Una capa de sudor empezó a cubrirme la frente.
Se puso a 130. Estaba caliente, aquella puta estaba caliente. –Cindy, Cindy!
Yo iba a unos 4 coches de distancia detrás de ella. Le voy a pillar el culo. Le
voy a pillar el culo como no se lo han pillado nunca. –Eso es! Cazar y
consumar. Yo era Nick Belane, –un superdetective!
Entonces vi destellos de luces rojas en mi espejo retrovisor.
–Mierda!
Poco a poco me fui echando a un lado hacia el carril lento, vi un sitio
en el arcén, aparqué el Escarabajo y salí. Los polis pararon como a unos 20
metros detrás. Salió uno por cada lado. Me dirigí hacia ellos mientras iba
sacando mi cartera. El poli más alto sacó su pistola de la funda y me apuntó.
–Quieto ahí, amigo.
Me detuve.
–œQué coño vas a hacer? œVas a agujerearme? –Venga, venga, agujeréame!
El más bajo se acercó a mí por detrás, me sujetó el brazo haciéndome
una llave, me hizo ir hasta el coche de policía y me tiró sobre el capó.
––Pedazo de mierda! –dijo–. œSabes qué hacemos con los gilipollas como
tú?
–Sí, me lo sé muy bien.
–Este gilipollas es un listillo –dijo el poli más bajo.
–Tómatelo con calma, Louie –dijo el poli alto–, podría haber alguien
por aquí con una cámara de filmar. Éste no es el sitio adecuado.
–Es que odio a los listillos, Bill.
–Ya le reventaremos, Louis. Le reventaremos el culo después.
Yo seguía inmovilizado sobre el capó. Los coches que pasaban por la
autopista reducían la velocidad. Los papanatas nos miraban como papanatas.
–Venga ya, chicos, que estamos organizando un embotellamiento –dije.
–Nos importa un carajo –contestó Bill.
–Tú nos has amenazado, has venido corriendo echándote mano al
cinturón –dijo a gritos Louie.
–Estaba echando mano a la cartera. Quería enseñaros mis papeles. Soy
detective autorizado de la ciudad de Los ˘ngeles. Estaba siguiendo a un
sospechoso.
Louie aflojó la presión mortal que me estaba haciendo sobre el brazo.
–Ponte de pie.
–De acuerdo.
–Y ahora saca despacio la cartera y el carnet de conducir.
–De acuerdo.
Le extendí una hojita de papel doblado.
–œQué demonios es esto?
El poli me la devolvió.
–Desdóblalo y vuelve a dármelo.
Lo hice y le dije:
–Es una especie de autorización temporal. Se quedaron el carnet viejo
cuando fallé en el examen escrito. Esto me autoriza a conducir hasta que me
vuelva a examinar la semana que viene.
–œQuieres decir que te catearon el escrito?
–Sí.
–Escucha, Bill, –a este tipo le han cateado en el escrito del carnet de
conducir!
–œQué? œDe verdad?
–Tenía otras cosas en la cabeza...
–Me parece que tú no tienes nada en la cabeza –dijo Louie con una
sonrisa de satisfacción.
–Es para morirse de risa –dijo Bill.
–œY dices que eres detective autorizado? –preguntó Louie.
–Pues sí.
–Es difícil de creer.
–Iba tras una sospechosa cuando me habéis hecho señales con las luces.
Estaba a punto de pillarle el culo.
Le alargué la foto a Louie.
––Caray! –dijo. Se quedó mirando la foto. Era un bombazo. Llevaba
minifalda y una blusa corta, muy corta.
–Eh, Bill, echa una mirada a esto.
–La estaba siguiendo, Bill, estaba a punto de pillarle el culo.
Bill seguía mirando la foto.
––Guau, guau, guau! –empezó.
–Necesito que me devuelva la foto, agente. Es de carácter privado.
–Sí, claro –dijo devolviéndomela de mala gana.
–Bueno, deberíamos detenerte –dijo Louie.
–Pero no lo vamos a hacer –dijo Bill–, te pondremos una multa por ir a
120, aunque ibas a 130. Pero tenemos que quedarnos la foto.
–œQué?
–Ya lo has oído.
––Pero eso es extorsión! –dije yo.
Bill se llevó la mano a la pistola.
–œCómo has dicho?
–Digo que es un buen trato.
Le volví a dar la foto a Bill. Él empezó a rellenar la multa por exceso de
velocidad. Yo me quedé allí esperando. Después me pasó el formulario.
–Fírmalo.
Lo hice.
Lo arrancó y me lo entregó.
–Tienes un plazo de diez días para pagarla o para ir al juzgado si
quieres presentar alegaciones de descargo, como dice ahí.
–Gracias, agente.
–Y conduce con cuidado –dijo Louie.
–Tú también, amigo.
–œQué?
–Digo que por supuesto.
Se fueron hacia su coche. Yo me fui hacia el mío. Entré, lo puse en
marcha. Ellos continuaron allí detrás simplemente sentados. Yo me metí
entre el tráfico y no pasé de 100.
Cindy, ahora sí que me las vas a pagar, pensé. Te voy a pillar el culo
como no te lo han pillado nunca.
Luego tomé la desviación a la Autopista del Puerto, cogí la carretera
110 en dirección sur y fui conduciendo sin saber apenas adonde iba.

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