Me equivoqué. No había nadie en la oficina. Fui y me senté detrás de
mi escritorio.
Me sentía raro. Había tantas cosas que no encajaban. Por ejemplo, en el
despacho del abogado, œpor qué estaba aquel hombre leyendo el periódico al
revés? Donde tenía que haber estado era en la sala de espera del loquero. œO
quizá sólo estaban al revés las páginas de fuera del periódico y estaba
leyendo las de dentro al derecho? œExistiría un Dios? œY dónde estaba el
Gorrión Rojo? Tenía que resolver demasiadas cosas. Levantarme de la cama
por la mañana era igual que enfrentarme al impenetrable muro del
Universo. œDebería irme, quizás, a un bar topless y meter un billete de 5
dólares en una braguita? Intentar olvidarlo todo. œDebería irme, quizás, a un
combate de boxeo y mirar cómo dos tipos se reventaban entre sí?
Pero sufrimiento y problemas son lo que mantienen vivo a un hombre.
O intentar esquivar el sufrimiento y los problemas. Es un trabajo de
dedicación plena. Y hay veces que ni durmiendo se puede descansar. En el
último sueño que tuve yo estaba tumbado debajo de un elefante, no me
podía mover y él estaba soltando una de las cagadas más grandes que se
hayan visto jamás, y estaba a punto de caerme encima cuando mi gata,
Hamburguesa, pasó sobre mi cabeza y me desperté. Le cuentas ese sueño a
un loquero y seguro que saca una conclusión horrible. Como lo que le pagas
es una barbaridad, ya se asegurará él de hacer que te sientas mal. Te dirá que
la mierda es un pene y que eso te asusta o te gusta, o cualquier gilipollez por
el estilo. Lo que en realidad quiere decir es que él está asustado o desea el
pene. No es más que un sueño sobre la cagada de un elefante y nada más. A
veces las cosas son simplemente lo que parecen y no hay más. El mejor
intérprete del sueño es el que lo sueña. Conserva el dinero en el bolsillo. O
apuéstalo a un buen caballo.
Di un trago al sake, estaba frío. Las orejas me dieron un respingo y me
sentí un poco mejor. Podía sentir cómo se me iba calentando el cerebro.
Todavía no estaba muerto, sólo en un estado de rápido deterioro. œY quién
no? Todos estamos en un mismo barco que hace aguas, animándonos unos a
otros. Como por ejemplo eso de la Navidad. Sí, –a la mierda la Navidad! El
tipo que la inventó fue uno que nunca tuvo que cargar con exceso de
equipaje. Todos los demás tenemos que deshacernos de nuestros trastos para
poder enterarnos de dónde estamos. Bueno, no de dónde estamos, sino de
dónde no estamos. De cuantos más trastos prescindas, mejor verás. Todo
funciona yendo hacia atrás. Retrocede y el Nirvana te saltará al regazo.
Seguro.
Me metí otro sake en el cuerpo. Ya estaba volviendo en mí.
Volviéndome loco. Fuera coña, yo era Nick Belane, el superdetective.
Entonces sonó el teléfono. Contesté igual que lo haría cualquier
persona normal. Bueno, no exactamente. Hay veces en que el teléfono me
recuerda a una cagada de elefante, ya sabes, por toda la mierda que oyes. Un
teléfono es un teléfono, pero lo que nos llega a través de él, eso ya es otra
cosa.
–Eres un filósofo de segunda –dijo la señora Muerte.
–Yo me considero perfecto –contesté.
–La gente vive de ilusiones –dijo ella.
–œY por qué no? –sugerí–. œEs que existe otra cosa?
–El final –contestó ella.
–Bueno, váyase al infierno.
–Al infierno tú –dijo la señora Muerte–. œQué pasa con el caso Céline?
–Ya lo tengo todo resuelto, nena.
–Desembucha, gordinflón.
–Quiero que mañana se reúna conmigo en Musso's a las 2.30 de la
tarde.
–Muy bien. Pero más te vale que tengas algo. Tienes algo, œverdad?
–Cariño, no puedo destapar mi sombrero.
–œPero se puede saber qué estás diciendo?
–Quiero decir que no puedo descubrir mi juego.
–Será mejor que tengas algo...
–Apuesto mi vida a que sí –le dije.
–Acabas de hacerlo –dijo la señora Muerte, y colgó.
Yo también colgué y me quedé mirando el teléfono fijamente durante
un rato. Cogí un puro apagado del cenicero, lo encendí, no tiraba.
Luego cogí el teléfono y marqué el número de Céline.
Sonó cuatro veces. Después oí su voz.
–œSí?
–Señor, ha ganado usted una caja de 1 kilo de cerezas recubiertas de
chocolate y un viaje a Roma.
–Seas quien seas, deja de darme la vara.
–Soy Nick Belane...
–Acepto los chocolates...
–Quiero que te reúnas conmigo en Musso's mañana a las 2.30 de la
tarde.
–œPor qué?
–Tú aparece, franchute, y se acabarán todos tus problemas.
–œInvitas tú?
–Sí.
–Allí estaré...
Colgó.
Ya nadie se despedía. Al menos en nuestro ambiente.
Clavé los ojos en el sake.
Después fui a por él.

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