De vuelta en la oficina, al día siguiente, me hallaba confuso. No sabía
quiénes eran mis clientes o qué coño pasaba. Decidí hacer algo. Tenía el
teléfono de la oficina de Jack Bass. Le llamé.
–Hola –contestó.
–Bass, soy Belane.
––Hijo de puta!
–Cálmese, Bass, soy cinturón negro.
–Necesitará serlo la próxima vez que irrumpa en una de mis sesiones
amorosas.
–Jack, lo único que pude ver fue un culo bamboleándose. No me di
cuenta de que era usted hasta que volvió la cabeza.
–œY quién creía que iba a ser? œCree que algún tipo se la tiraría en mi
propia casa?
–Ocurre un montón de veces.
–œCómo?
–No me refiero a su casa, Jack.
–Entonces, œdónde?
–No importa.
–œCómo que no importa?
–Quiero decir que no se trata de su caso. Vayamos al grano.
–œCómo?
–œQuiere que siga con este caso o no?
–Usted no ha hecho nada más que filmarme el culo.
–Estoy metido de lleno en su caso, Jack.
–œY qué es lo que ha conseguido?
–Tengo una conexión.
–œCómo?
–Tengo una pista.
–œUna conexión? œUna pista? œDe qué me está usted hablando?
–Puedo relacionarla a ella con ese tipo. A él le conozco. Es un tipo
sospechoso. No se han compinchado para nada bueno.
–œLos ha cazado juntos?
–Aún no.
–œPor qué no?
–Voy despacio. Les estoy dejando que caigan en su propia trampa.
–œNo puede pillarles ya?
–Tengo que esperar a que él meta el clavo.
–œCómo?
–Tengo que cazarlos en pleno acto.
–No sé si sabe lo que está haciendo, Belane.
–Sé exactamente lo que estoy haciendo. Le pillaré en cuanto él meta el
clavo.
–No me gusta que hable así.
–El mundo no es un jardín de infancia, Jack. Estoy intentando
ventilarme este caso.
–œVentilarse?
–Quiero pillarle el culo. Usted quiere que le pille el culo a ella, œno?
–Simplemente quiero pruebas convincentes.
–La prueba está a punto, Bass.
–œEstá cerca?
–Puedo olerlo, puedo esnifarlo. Estoy a punto de echarles el guante.
Conozco a ese tipo. Es francés y ya sabe usted los franceses, œverdad?
–No, œqué pasa con los franceses?
–Si no lo sabe, Bass, yo no puedo explicárselo. No tengo todo el día. Y,
ahora, œquiere usted que siga con este maldito caso o no?
–œDice usted que ya está cerca?
–Los tengo a los dos a tiro.
–œCómo?
–œQuiere usted que siga o no, Bass? Voy a contar hasta cinco. Uno, dos,
tres, cuatro...
–Está bien, está bien, siga con ello.
–Muy bien, Jack. Y, ahora, un pequeño detalle...
–œQué?
–Necesito un mes de adelanto.
–œUn mes? Creí que estaba a punto de echarles el guante.
–Tengo que ponerles una trampa. La tengo que organizar. Tiene que ser
segura. Cuando él meta el clavo...
–Está bien, está bien, –el cheque ya está en camino!
Me colgó bruscamente el teléfono. Actuaba como un tipo enamorado.
–Qué mamón!
A continuación llamé a Grovers. Me había dado su número de la
oficina. El teléfono sonó tres veces, luego descolgó.
–Funeraria Paraíso Plateado. œDígame? –dijo.
––Dios mío! –dije yo.
–œCómo? –preguntó.
–Grovers, se entretiene usted con cadáveres.
–œCómo? –preguntó.
–Cadáveres. Cadáveres. Soy Nick Belane.
–œQué desea, señor Belane?
–Estoy trabajando en su caso, lo de la extraterrestre, señor Grovers.
–Sí, lo recuerdo.
–Dígame, Hal, œpor qué hace usted lo que hace?
–œA qué se refiere?
–A entretenerse con los muertos. œPor qué, por qué?
–Es mi trabajo. Un hombre tiene que tener algo de que vivir.
–Ya, pero entretenerse con cadáveres... Eso es una cosa rara. Es de
enfermos. œLes saca la sangre? œQué hace con la sangre después de sacársela?
–Tengo un empleado que es quien lo hace. Billy French.
–Pásemelo. Quiero hablar con él.
–Ha salido a almorzar.
–œQuiere decir que come?
–Sí.
Hice una pausa. Cogí aire, lo solté y luego le dije:
–Mire, Grovers, œquiere usted que siga con este caso?
–œSe refiere a Jeannie Nitro?
–Por supuesto. œTiene usted a alguna otra nena del espacio por ahí?
–No.
–Bueno, œquiere que se la quite de encima?
–Por supuesto. Pero œcree usted que podrá? Me parece que falló la única
vez que la vio.
–Mire, Grovers, hasta Ted Williams falla alguna que otra vez. Al final
echaré a esa puta tan lejos que no volverá usted a verla.
–No creo que sea una puta, señor Belane.
–Es sólo un modo de hablar. No pretendía ofender a ese bombón.
–œCree usted que podrá hacer algo al respecto?
–Incluso mientras estamos hablando estoy trabajando en una pista, una
conexión, Grovers.
–œCuál?
–No puedo decirle demasiado. Pero el hecho de que usted se entretenga
con cadáveres y que ella sea una extraterrestre es una conexión, una pista.
–œQué quiere decir, señor Belane?
–No puedo decirle demasiado. He consultado con un especialista en
esta materia. Tiene un libro sobre extraterrestres pero necesita más datos
sobre usted.
–Está bien, y œqué quiere saber?
–Espere, antes de invertir más tiempo en este caso necesito otro cheque.
Dos semanas de adelanto.
–œCree que podrá hacer algo?
–Maldita sea, acabo de decírselo, estoy completamente metido en este
asunto.
–Muy bien, señor Belane. Le mandaré un cheque por correo hoy
mismo. Dos semanas.
–Es usted un tipo inteligente, señor Grovers.
–Sí. Ah, señor Belane, Billy French acaba de llegar de almorzar. œQuiere
hablar con él?
–No, pero pregúntele qué ha tomado de almuerzo.
–Un momento...
Esperé. Volvió enseguida.
–Ha dicho que roastbeef y puré de patatas.
–Eso es vomitivo.
–œCómo?
–Ahora tengo que dejarle, señor Grovers.
–Pero creí que quería algunos datos sobre mí.
–Le enviaré un cuestionario.
Colgué, puse los pies sobre el escritorio. Estaba colocando las piezas
otra vez en su sitio. Ahí estaba yo, Nick Belane, detective. Aún tenía que
resolver el asunto del Gorrión Rojo. Y estaba Céline y la señora Muerte.
Siempre estaba la señora Muerte.
Ésa sí que era una puta.
Quiero decir que œqué otra cosa se le podría llamar?

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