De vuelta en mi apartamento me lancé al pollo y la ensalada de patata.
Tiré un pomelo que rodó por la alfombra. Me sentía frustrado. Todo se me
ponía en contra.
Entonces sonó el teléfono. Escupí un ala de pollo medio cruda y
contesté:
–œSí?
–œEl señor Belane?
–œSí?
–Ha ganado usted un viaje a Hawai –dijo alguien.
Colgué. Entré en la cocina y me serví un vodka con agua mineral más
unas gotas de salsa de tabasco. Me senté con mi copa, le di un traguito y
entonces oí unos golpecitos en la puerta. Aquella forma de golpear me daba
mala espina, pero de todos modos dije:
––Entre!
Me arrepentí. Era mi vecino, el del 302, el cartero. Los brazos siempre
le colgaban de un modo gracioso. La mente, también. Nunca te miraba a ti
sino a algún punto por encima de tu cabeza. Como si estuvieras más atrás de
donde en realidad estabas. También hacía algunas otras cosas raras.
–Hola, Belane, œtienes algo de beber?
–En la cocina, sírvete tú mismo.
–Bien.
Entró en la cocina, silbando ÿDixieŸ.
Luego salió andando con mucha calma y con un vaso en cada mano. Se
sentó frente a mí.
–No quería quedarme corto –dijo señalando los dos vasos.
–œSabes que eso se vende en muchos sitios? –le informé–. Deberías
abastecerte.
–Dejemos eso... mira, Belane, he venido a hablar en serio.
Se acabó el vaso que tenía en la mano derecha y lo estrelló contra la
pared. Eso lo había aprendido de mí.
–Mira, Belane, he venido para que tú y yo nos situemos en el camino
de lograr la abundancia.
–Bien, bien, bien –le dije–, a ver, cómo es eso.
–Loco Mike. Corrió el otro día. Más rápido que la lengua de un leproso
por la teta de una virgen. Hizo el primer cuarto en 21 segundos. Llegó como
un rayo a la recta con 5 cuerpos de ventaja, al final sólo le sacaron cuerpo y medio. De 20 mil dólares está bajando a 15 mil. A una liebre como ésa no le
verán más que el agujero del culo. El Racing Form le ha puesto 15 a 1. –Un
robo! –Y vamos a medias, compañero!
–œPor qué a medias conmigo? œPor qué no te lo llevas tú todo?
Se acabó la segunda copa. Luego miró a su alrededor. Levantó el vaso.
––Quieto ahí! –le dije–. Estrella ese vaso y tendrás dos agujeros en el
culo.
–œEhh?
–Piénsalo.
El cartero posó su vaso suavemente.
–œHay algo más de beber?
–Ya sabes dónde. Sírveme otra a mí.
Fue a la cocina. Yo sentía que la paciencia se me estaba acabando.
Luego salió y me pasó uno de los vasos.
––Quieto! –le dije–, voy a beberme el otro.
–œY eso por qué?
–Está más cargado.
Me pasó el otro vaso y después se sentó.
–Y ahora, saca de correos, como te iba diciendo, œpor qué a medias
conmigo?
–Bueno, pues...
–Sí, sigue...
–Estoy un poco mal de pasta. No tengo con qué apostar. Pero después
de dar en el blanco te podré pagar con los beneficios.
–No me gusta cómo suena eso.
–Mira, Belane, sólo necesito un pellizco pequeño.
–œCuánto?
–20 dólares.
–Eso es un montonazo de dinero.
–10 dólares.
–œ10 jodidos dólares?
–De acuerdo, 5 dólares.
–œCómo?
–2 dólares.
––Lárgate a hacer puñetas!
Se acabó su copa y se puso de pie. Yo me acabé la mía. Él seguía allí.
–œCómo es que están por el suelo todos esos pomelos? –me dijo.
–Porque a mí me gusta así.
Me levanté y me dirigí hacia él.
–Hora de irse, amigo.
–œHora de irse? Me iré cuando me dé la gana.
Las copas le habían envalentonado. Suele suceder.
Le lancé un puñetazo a la barriga. Llevaba puestas mis nudilleras
metálicas así que a punto estuve de atravesarle.
Cayó al suelo.
Le pasé por encima y recogí algunos trozos de cristal roto que había
por el suelo. Luego volví, le abrí la boca y se los metí. Luego le froté las
mejillas y le di unos cachetes. Los labios se le enrojecieron aún más.
Después seguí tomándome mi copa. Pasaron unos 45 minutos, calculo,
y el cartero empezó a moverse. Giró sobre sí mismo, escupió un trozo de
cristal y empezó a arrastrarse a cuatro patas hacia la puerta. Daba pena verlo.
Se arrastró derecho hacia la puerta. Yo la abrí y salió arrastrándose pasillo
adelante hacia su apartamento. Tendría que observarle en el futuro.
Cerré la puerta.
Me senté y encontré en el cenicero medio puro apagado. Lo encendí, le
di una calada, no tiraba. Lo volví a intentar. No estaba demasiado mal.
Me sentía introspectivo.
Decidí no hacer nada más durante ese día.
La vida agota a un hombre, le consume.
Mañana sería otro día.

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