Capítulo 26. "¿Te diviertes?"

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No. Podía. Estar. Pasando.

Era una mala señal.

Jorge se sentó en el sofá, mirándome confundido. Probablemente me estaba viendo de esa manera porque sentí que estaba apunto de desmayarme, pero debía fingir que no me afectaba estar en la mansión con él. A solas.

—¿Y tu no vas a salir? —pregunto, esperando un si.

—Hoy no, al menos hasta que sea de noche —respondió con el ceño fruncido.

—Oh.

Maldición.

Jorge relajo su ceño y se puso de pie, acercándose a mí. Sentí que el aire dejaba mis pulmones, sabía que Jorge afectaba en mí de alguna manera. Debía aceptarlo. Sus ojos examinaron, sentí mis mejillas enrojecer ante su atenta mirada.

—Si necesitas algo... —dice tomando mi barbilla con delicadeza—. Estaré en mi habitación.

Por un momento quise empujarlo, pero no lo hice. Simplemente lo miré y esperé a que se fuera, segundos largos después él había subido a su habitación.

[...]

Había pasado una hora desde que llegué, y ninguno de los niños llegaba. Estaba empezando a aburrirme, la tentación de subir a la habitación de Jorge aún estaba presente. Sin embargo, siempre detenía mi tentación de querer subir. Era malo estar en la mansión, y estaría peor si estuviésemos en la misma habitación solos.

Me entretuve en mi teléfono, y por fin un mensaje de mi mejor amigo había llegado a mi. Leí detenidamente el pequeño mensaje:

Lamento no haber pasado por ti, estaba ocupado”

No te preocupes, no siempre tienes que ser mi chofer :D” —respondo su mensaje, riendo.

Estaba confundida por el hecho de que me hubiese escrito un mensaje, normalmente me llamaba explicándome o preguntándome si había ido a la universidad o que tal estaba mi día. Y yo le preguntaba lo mismo, intercambiando bromas, pero su mensaje fue cortante.

Okey”

Su respuesta fue aún más rara, pero no quise profundizar estaba muriendo del aburrimiento. Planeaba seguir texteando con él, pero sus respuestas me indicaban que no quería hablar. Hablaría con él, pero después.

Miré las escaleras olvidando el tema de Jace, estaba aburrida quizá Jorge este haciendo algo menos aburrido que ver el techo. Sin importarme las advertencias de mi cerebro, subí las escaleras y me dirigí a la habitación de Jorge. La puerta estaba cerrada, acerqué mi oreja a ésta y no escuché nada.

—¿Jorge? ¿Puedo entrar? —pregunté, tocando la puerta. No obtengo respuesta, supuse que él no estaba ahí. Así que abrí la puerta, encontrando nuevamente los colores oscuros de la habitación.

No había tomado en consideración de que tenia una computadora, un televisor enorme, y un PlayStation. Quise curiosiar más, así que yo misma me di un recorrido por la habitación. En los muebles no había nada, me decepcioné. Esperaba encontrar algo más interesantes que unos perfumes y un diploma de la preparatoria.

—¿Te diviertes?

Me giré asustada por escucharlo tan cerca, y fue entonces cuando vi la distancia entre él y yo. Era demasiado poca, sentí que mis mejillas enrojecían nuevamente ante la cercanía de él. No me aleje, mis piernas no parecían querer obedecer ¿acaso las estaba obligando a moverse? No, no estaba haciéndolo.

—Estas muy cerca —digo lo más obvio en susurro.

—O quizá demasiado lejos —pronuncia acercando más su rostro, logré ver sus ojos con claridad.

Nuestros labios estaban rozándose, ambos no soportamos la distancia y unimos nuestros labios. Sus manos tomaron mi cintura, mientras las mías estaban en su cabello. Estaba besándome con ferocidad, y yo le correspondía. Retrocedimos y dimos contra la pared, en ese momento supe que no había vuelta atrás, estaba atrapada, y quería estarlo.

Mis piernas se enredaron en su cintura, sus labios habían viajado por mi mentón hasta mi cuello. Sus manos tomaron mi blusa y la hizo salir de mí, y siguió su trabajo en mi cuello. Un gemido escapo de mi boca, cuando sentí la suya cerca de mi oreja.

—Ya no hay marcha atrás —susurra. Entendí que estaba preguntándome si quería que parará, era su rara manera de expresarse.

—Lo sé.

Me miró a los ojos y me llevó a su cama, cuando mi espalda había tocado el colchón, tomé la camiseta de él y quitándosela. Sus labios vuelven acercarse a los míos, mientras una de sus manos va a mi cintura y sus dedos acarician por sobre la prenda de ropa. Un gemido escapa de mi boca y se pierde en él.

—¡¿Martina?! —oí un grito desde abajo, no podía ser posible.

Era Jace.

—Jorge quitate —digo empujándolo, arruinando el momento demasiado fogoso que estábamos teniendo.

Confuso se pone de pie, pero no estaba concentrándome ahora en él. Sino en Jace que no sabia como había entrado a la mansión, fue entonces cuando escuché la voz de Danny.

—¡Tini!

Un Color Nuevo Para Tu Mundo | JORTINI |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora