Capítulo 10

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Narra Alv:

Bajo del coche y llamo al telefonillo.

- ¿Sí?

- Sara, soy Alv. ¿Está Ana preparada?

- Le falta poco, sube.

Mierda, ahora me toca interrogatorio a mí. Además, como hay confianza no se va a cortar ni un pelo. Álvaro prepárate.

Salgo del ascensor y la puerta está abierta.

- ¡Bu! –Sara sale de repente de detrás de la puerta.

- ¡Joder que susto!

- Era para que te relajases un poco. Por el telefonillo te he notado nervioso. Tranquilo, no te voy a interrogar, Ana me ha contado lo suficiente, tampoco quiero entrar en detalles. –por fin puedo respirar.

- Pero como hagas daño a mi prima te las tendrás que ver conmigo, ¡ten cuidado, Gango! –Álvaro sale de la cocina. ¿Qué pasa? ¿Es el día de los sustos hoy o qué?

Ana por Dios, sal ya o me da un ataque cardíaco.

- ¿Nos vamos? –gracias por enviarme este ángel caído del cielo.

- Vamos.

- Si casi te da algo ahora, ya verás cuando conozcas a mi familia entera. –me dice cuando ya estamos en el ascensor.

- Ah, ¿que me vas a presentar a tu familia?

- Si te portas mal si, son como un potro de tortura.

Ay madre, Álvaro, ¿en qué clase de pozo oscuro te has metido?

Nos montamos en mi coche y pongo música. Suena Éxtasis de Pablo Alborán y Ana se pone como una loca a cantar. Cuando se da cuenta de que sigo a su lado y la estoy observando se pone roja como un tomate.

- Sigue, sigue, como si yo no estuviera.

- Dios, que vergüenza. Pablo es mi debilidad, lo siento.

- Mira, ya sé que si quiero motivarte tengo que ponerte a Pablo Alborán.

- Se me ocurren otras cosas mucho mejores que puedes hacer para motivarme. –me sonríe. ¿Qué quiere? ¿Que pare el coche en medio de la carretera y la desnude en el asiento de atrás? Porque ahora mismo no se me ocurre otra cosa mejor que hacer.



Narra Ana:

Alv para el coche delante de un edificio en medio de la nada. ¿Ya hemos llegado? ¿No íbamos a una piscina? Se baja del coche y yo hago lo mismo.

- Bueno pues ya estamos.

- ¿No íbamos a una piscina? –le digo mientras él coge las cosas del maletero.

- Y vamos a una piscina. –me coge de la mano y me adentra en el edificio. En cuanto se abren las puertas correderas ya entiendo todo. ¡Me ha traído a un balneario!

- ¿No habrás alquilado la piscina cubierta sólo para nosotros no? –digo de coña.

- Joder, ya me está estropeando las sorpresas.

NO-PUEDE-SER. Este hombre está loco.

- También tenemos una habitación, una suite para ser exactos. Pero no te preocupes, ya he avisado a Sara de que ésta noche no vas a dormir.

- Te voy a matar, ¿lo sabes no? Esta te la guardo, y que sepas que Ana no perdona.

Nos registramos y subimos a la habitación. ¿Esto es una suite o un apartamento? ¡Si es casi más grande que mi casa! Nos ponemos unos albornoces que nos han dado en recepción y unas chanclas.

- ¿Vamos a la piscina? –me dice abrazándome por detrás.

- Es a lo que habíamos venido, ¿no? Aunque veo que tienes otros planes a parte de nadar.

Me da un beso y salimos de la habitación. Puede parecer empalagoso. Bueno, si lo viese desde fuera sería lo más empalagoso del mundo, pero no lo puedo evitar. Simplemente me encanta.

Nos volvemos a montar en el ascensor y bajamos hasta el sótano. MADRE MÍA QUÉ PISCINA. ¿Y esto es para nosotros solos?

Cuando intento meterme poco a poco en el agua me cogen por detrás y salto en brazos de Alv hasta el medio de la piscina. ¡La madre que lo parió! Quiere solucionarlo con un beso. Lo siento mucho pero se lleva una ahogadilla, ya le he avisado de que Ana no perdona.

Después de un rato de jugueteo como dos críos nos sentamos al lado de los chorros de la piscina. Todavía no me he vengado por lo de mis braguitas la primera vez que lo hicimos y ésta es mi mejor oportunidad.

Me siento encima de él y empiezo a darle besos por el cuello, le muerdo la oreja y bajo la mano por su vientre.

- Ana... para o el agua de la piscina va a teñirse de blanco.

- Que exagerado eres. –sigo dándole besos por el cuello.

Cuando empieza a besarme le bajo el bañador hasta que se lo quito. Intenta desabrocharme la parte de arriba de mi bikini pero le interrumpo.

- Sh... Mi idea, mis reglas, ¿recuerdas? –le susurro al oído –Quieto aquí, ahora vengo.

Salgo de la piscina, me pongo las chanclas y el albornoz y le digo:

- ¿Recuerdas cuando me quitaste mis braguitas en el camerino? Ana 1- 1 Alv. –cojo su albornoz, dejándole solamente las chanclas y me voy corriendo hacia la suite. Ay madre mía, me va a matar por esto pero se lo debía. Aunque yo también me haya quedado con el calentón, ha merecido la pena.



Narra Alv:

NO PUEDE SER. ¿En serio me está pasando esto a mí? Sabía que no tenía que haberla quitado las braguitas pero esto es vengarse demasiado.

Casi me jode más que me haya dejado aquí con el calentón a que tenga que subir desnudo a la suite. Álvaro date prisa, antes de que vengan a ver si necesitamos algo y me vean aquí así. Menos mal que hay ascensor y me deja casi en la puerta de la habitación sino la mataría, pero ahora sólo tengo ganas de matarla a polvos.

Salgo de la piscina y me pongo lo único que me ha dejado la Señorita Venganza, las chanclas. Me tapo mis vergüenzas y llamo al ascensor. Cuando se abre lo único que hago es rezar para que alguien no lo llame mientras estoy subiendo y se pare en una planta intermedia. ¿A quién se le ocurre coger una suite en la última planta del balneario?

Cuando por fin llego arriba y se abren las puertas del ascensor miro a ambos lados para asegurarme de que no hay nadie en el pasillo. La puerta de la suite está cerrada. Llamo con los nudillos y espero a que Ana abra deprisa: esta se la devuelvo.

Justo cuando oigo los pasos de Ana en el pasillo de la entrada veo como se está abriendo la puerta de la habitación de al lado. ¡Yo la mato!

Ana abre y entro en la habitación lo más rápido que puedo. No me han visto por poco. Cuando por fin cierro la puerta dudo entre besarla y llevármela a la cama o matarla tirándola por la ventana.

Oh Dios, me ha abierto en bragas y no lleva sujetador. Me da a mí que la primera opción va a ser mejor. Sin decir nada, apoyo ambas manos en su cara y la beso. La doy el mejor morreo de la historia de los morreos mientras la guío hacia la cama.

Me deshago de sus braguitas y empiezo a besar todas las partes de su cuerpo hasta llegar a lo que David suele llamar el "Monte de Venus". Empiezo a dar besitos alrededor hasta que me decido a hacerla un cunnilingus. En el momento en que meto la lengua a Ana se le escapa un gemido ensordecedor. Menos mal que los de la habitación de al lado salían cuando he entrado yo. Me ayudo de los dedos y veo como su clítoris está dilatado. Antes de terminar estiro la mano hacia la mesilla de noche y cojo un condón.

Cuando me levanto para ponérmelo Ana me pide que me siente. Ella me lo pone y de repente hace que entre en ella con brusquedad. Como repita eso no voy a aguantar ni dos asaltos.

Ahora es ella quien marca el ritmo. ¿Por qué no la he dejado hacer esto más veces? Si muero que sea así por favor.


Nota mental: Los príncipes azules no existenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora