Capítulo 26

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Narra Alv:

Los días pasan con normalidad. Desde lo de Hugo no he vuelto a sufrir otro "ataque" por parte de mi nueva familia política. Estamos a jueves y todavía nos faltan dos días aquí. El sábado por la mañana partiremos hacia Madrid para que Ana se instale antes de empezar como subdirectora el lunes.

Hoy decidimos venir a la orilla del río y sentarnos en unas toallas. Relax. Eso es lo que uno busca después de todo el año en Madrid. Aquí no hay ruido de coches, ni contaminación... Simplemente aire fresco para recargar las pilas y volver a tope para la obra. Nos quedan cinco meses para el estreno y, por experiencia, son los que se pasan más rápido.

Ayer mi futuro suegro habló conmigo por primera vez de forma normal, incluso sin malas miradas.

- ¿La vas a cuidar? –me preguntó.

- Como si fuera mi propia vida. –contesté. Él asintió. Parece que ve que no hay vuelta atrás y lo está empezando a asimilar. Aunque, en mi opinión, todavía no aprueba lo nuestro.

Sara y Ana han decidido meter los pies en el río y hacerse fotos. ¿Postureo? Que va... Para nada. Mientras tanto, Álvaro y yo estamos sentados en las toallas, a la sombra, disfrutando de la tarde.

- ¿Crees que va a acostumbrarse a vivir en Madrid? –me pregunta mi tocayo.

- ¿Por qué no va a hacerlo? Ya ha vivido en ciudad, ¿no?

- Sí, pero sabes que Madrid es muy distinto a Coruña. Me preocupa que la intimide cualquier cosa que vea por la calle. Madrid es precioso pero a la vez horrible, ya me entiendes.

- Álvaro, te prometo que no voy a dejar que la intimide nada. No va a estar sola.

- Cuídamela ¿eh?, te voy a tener vigilado. –me avisa. Yo asiento. La quiero demasiado como para dejar que le pase algo malo. Espera, ¿por qué todavía no la he dicho "te quiero"?





Narra Ana:

Las fotos que no nos habíamos hecho en todo el mes nos las estamos haciendo ahora. A Sara se le ha ocurrido que éste era el sitio perfecto para hacérnoslas y aquí estamos, de postureo total.

- ¡¿Ana?! –escucho. Oh no, no puede ser. Me he quedado pálida.

- Ana, ¿estás bien? –me pregunta Sara. Niego con la cabeza. Estoy paralizada.

- Iván. –sólo me sale ese nombre, el del chico que ahora mismo está bajando las escaleras hacia donde estamos. Sara me balancea para que me espabile. Tierra trágame.

- Ana, respira hondo, no pasa nada. Actúa con normalidad, ahora estás con Alv. –tiene razón. Mierda, cada vez está más cerca.

- Ey, ¿qué tal? Hacía mucho que no te veía. ¡Sara! Cuánto tiempo, ¿no? ¿Sigues con Álvaro?

- Sí, ahí está. –señala.

- ¿Y ese otro chico?

- Es el novio de Ana, también se llama Álvaro.

- Ah, ¿que ahora tienes novio? Ya decía yo que era raro que no contestases a mis mensajes...

- ¿Y por qué tendría que contestarte? –aparece Alv por detrás y yo me quedo perpleja. No he pronunciado ni una palabra en toda la conversación, pero ya las han pronunciado todas por mí y lo agradezco.

- Mira chaval, antes de que aparecieses tú era yo quien la hacía disfrutar como una perra. -¿Qué? ¿En serio me está pasando esto a mí? ¿Pero de qué va?

- Iván creo que va a ser mejor que te vayas. –dice mi primo –Porque como no lo hagas ya no sé si te voy a dar una hostia yo o te la va a dar él.

- ¿No se puede decir la verdad aquí o qué? –contesta el grosero de mi ex. ¿Cómo pude estar con él?

- A lo mejor por ese tipo de expresiones es por lo que ha decidido quedarse conmigo, ¿no crees?

Lo siguiente que ven mis ojos es cómo el puño de Iván va hacia el labio de Alv, éste último cae al suelo y, como un acto reflejo, sale de mi boca un grito:

- ¡FUERA DE AQUÍ! ¿NO VES QUE SOBRAS? ¡FUERA O LLAMO A LA POLICÍA! –y corro hacia Alv a ver qué le ha pasado. Iván desaparece a mi espalda, si antes no quería saber nada de él ahora menos.

A Alv le está sangrando el labio así que mando a mi primo y a Sara a por agua oxigenada y gasas.

- ¿Estás bien? ¿Te ha hecho algo más aparte de abrirte el labio?

- No tranquila. ¿Cómo pudiste salir con ese imbécil?

- Antes no era un imbécil. Cuando se volvió así lo dejamos.

Los buscadores de gasas vuelven tan rápido que casi no he podido hablar con Alv.

- ¿Con esto tendrás? –pregunta mi primo. Está muy nervioso.

- Sí, tranquilo. Gracias. –le sonrío. Sara me dice que se lo lleva a dar un paseo para que se relaje, menos mal que ella no está así.

- ¡Ay! –se queja mi paciente.

- ¡Serás quejica!

- Es que escuece.

- Si escuece es que se está curando, así que sh.

Cuando termino de curarle me besa.

- ¿No te dolía? –le pregunto.

- Si todos los dolores son así, ¡dolor ven a mí! –me río, será bobo.

- Alv, ¿sabes que en estos casos lo que se dice es que debes denunciarlo?

- Sí pero no voy a hacerlo, no quiero problemas. Sabes la bronca que me echaría Oliver si me meto en líos.

- Lo sé, por eso no te voy a presionar para que lo hagas. Sólo te lo he recordado.

Me besa y me sonríe. Esa sonrisa es señal de que está bien, eso es suficiente.

- ¡Os pillé! Míralos qué monos. –Sara le enseña una foto a Álvaro. Se acerca a nosotros y nos la enseña también. D-I-O-S. Que me la pase que me la pongo de fondo de todo. La voy a imprimir para ponerla en el techo.

- Pásamela, la voy a subir a Instagram. –dice Alv emocionado.

- ¿Qué quieres? ¿Más drama? Me van a comer...

-   ¡Drama! ¡Drama! –empieza Sara. La que se va a montar... pero no puedo negar que me encanta que suba fotos conmigo.

Nota mental: Los príncipes azules no existenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora