La radio del coche sonaba a un bajo volumen. Usualmente estaba acostumbrado a escuchar a todo volumen la música cuando conducía. Pero, para mis padres, eso era inaceptable y decían que te desconcentraba del camino tanta música; a lo que yo solo pensaba ¿cómo diablos puede desconcentrarte la música? Para mí era algo relajante tener algo de sonido ambientando mientras manejo. Es algo lógico que, al parecer, para los mayores aburridos como ellos no fuera bien visto como las otras miles de cosas... Sin embargo, no los culpaba. Acusarlos de eso sería darles desventaja y hacer trampa ya que claro, había mucha diferencia entre diecisiete a cuarenta años de edad.
Creo que yo me estaba dando desventaja y confundiendo solo con mi vida. Y tenía muchas armas apuntando a mi favor. Eso no era bueno, para nadie era bueno... pero hacía ya tanto que las tuviera en mi contra que hasta me acostumbre y, lo más descabellado, era que me extrañaba cuando las personas no me apuntaban con armas, metafóricamente. Pero ya estaba acostumbrado a ello y eso nadie podría cambiarlo.
Mi padre anunció con felicidad que llegamos y giró el coche para estacionarlo. Esperé dentro unos segundos, cerré mi libro con fuerzas y lo dejé a un lado del asiento. Sentía el peso de los días sobre mí con antemano y eso me frustraba.
Cuando salí del coche, mi piel pidió a gritos que volviera. El sol era arrasador, caluroso e insoportable. Alcé la vista, con una mano haciendo el trabajo de una sombrilla para tapar mis ojos del sol y así poder contemplar todo sin irritar mis ojos. La casa era bastante bonita a mi sorpresa. Me imaginaba algo como dos tablas y un tejado enmarañado, pero la realidad abofeteó mis expectativas con algo más rural y moderno.
Pero la verdad, lo estético era lo que menos me importaba. Lo principal era como iba a mantenerme vivo todo el año en un lugar tan desolado como el campo.
—Cuatro habitaciones y dos baños, hermosas vistas—los ojos de mi padre se iluminaron de emoción por la casa recién comprada—.
—¿Existe la señal aquí?
Mi madre me arrojó una de esas amenazantes ojeadas que le salía tan bien, sin dudas una maestra de aquellas miradas. Miré mi celular y la señal estaba tan muerta como la fama de Taylor Swift. La depresión no tardó en volver en mi cuerpo.
—Existe la señal— mi padre captó mi atención... luego vino el pero— sin embargo tienes que caminar aquellas colinas del fondo.
Su dedo apuntó del otro lado de la casa. Caminé un poco al costado porque la estructura me molestaba a la vista. Tapando aún mis ojos, miré en aquella dirección: algunos cerros se elevaban con pincelada de arbustos y árboles acompañando el paisaje.
—Me comerá un oso— protesté—.
—No creo que tengamos tanta suerte— sonrieron— ¿O no cariño?
—Lo dudo.
No me dio risa su pésimo chiste y menos si era yo el motivo de risa.
Los tres nos dirigimos al interior de la casa. Tenía una entrada de cuatro escaleras con un pequeño corredor con asientos enmarañados como decoración. La puerta estaba algo tomada pero se abrió luego de que mi padre ejerciera presión sobre ella con su hombro. Cuando entramos, todo estaba iluminado de un tono amarillento y poco familiar a mi otra casa. El polvo y la humedad estaban tan presentes como nosotros. Odiaba el lugar, lo odiaba con todo mi alma. Había dicho que no me importaba lo estético de la casa, pero sentía que esto no era una vivienda como tal, sentía que era mi propia cárcel que me encerraba como una jaula de fuertes hierros lo haría con una pobre ave.
Detestaba esta absurda idea de pasar un año en un campo. Realmente lo maldecía por dentro.
***
Había salido hasta donde estaba el coche para bajar mis maletas y luego subí las escaleras hasta el cuarto de arriba. Mis padres optaron por el cuarto de abajo y a mí me comenzaba incomodar el mérito hecho de que estaría arriba, solo, con una habitación vacía al lado. Vamos Shawn, ¿¡en verdad con diecisiete años te asusta estar solo!?
No había recalcado en mi pregunta. ¿Tenía miedo de estar solo? Era una pregunta con respuestas tan diversas y amplias que, estaba seguro, que jamás nadie podría haberla descifrado todas. Incluso su propio creador, yo, no podría descifrarla con exactitud. Lo cierto era que las preguntas no tenían una finalidad de pocas palabras ni de muchas. Para mí, como para otras personas, las preguntas significaban la respuesta. Realmente tenía miedo de estar solo.
Abrí la puerta de mi habitación temporal. Lo primero que me llamó la atención fueron las aburridas paredes blancas; luego baje la vista al resto: una cama tan simple y normal como el resto de camas del mundo, un mueble donde dejaría mi ropa y mis pinturas, un balcón que daba con la parte trasera de la casa. Dejé las maletas sobre la cama de un golpe seco y estas rebotaron uno milímetros sobre las sabanas. Me encaminé hasta las cortinas blancas que tapaban el balcón y las abrí súbitamente.
Mi padre no mentía. Las vistas eran hermosa: allí estaban las elevaciones del terreno, los árboles, el sol, las pinceladas de nubes esponjosas... todo estaba allí, quieto y congelado en el tiempo. Sentí la necesidad de abrir mis maletas de un golpe y comenzar a pintar aquello en mis lienzos, pero me detuve antes de dejarme llevar por el impulso artístico que me desgarraba dentro de mi corazón. Tomé las cintas plateadas que descansaban plácidamente sobre unos ganchos de oro, tomé las cortinas y las anudé con ellas. La luz entraba de forma mágica en el cuarto y una absurda sonrisa se apareció en mi rostro.
Quizá, con suerte, este año no sea tan malo...
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Matices De Azules
RomanceCuando Shawn se ve obligado a salir de la ciudad para a ir a vivir al pueblo Deneba, sus ánimos y emociones son arrastradas por el suelo. Pero la amistad y el amor que le brindaban sus nuevos amigos, harían de él un fuerte muchacho. No será ha...