T r e s

44 15 0
                                    

Invité a Emma a casa una noche. La primera impresión fue muy fuerte. Se veía algo mal. Tenía ojeras, piel más que pálida y sus ánimos no eran los mejores. Bueno, tampoco era Emma una maestra de las emociones y felicidad. Pero luego de que la conocías su papel de frialdad se resquebraja un poco y dejaba ver a la verdadera. Esa muchacha que mis ojos veían no se parecía en nada a la verdadera. Le pregunté qué le pasaba.

-Es gripe-fue lo que dijo.

-Odio las gripes. Odio enfermarme.

-Shawn, a nadie le gusta enfermarse. La persona que le guste sería raro.

Raro. Raro. Raro. Otra vez esa palabra. Le invité  mi santuario, al patio trasero.

–No me gusta ver las estrellas–suspiró y se acomodó en el césped, a mi lado –.

–¿Por qué no? Son hermosas.

Mis dedos jugaban con la bufanda. Miraba el cielo. Oscuro con puntos blancos. Puntos azules. Puntos rojos... Miles de colores. No eran grises.

–Las estrellas son agobiantes. Están lejos, son pequeñas ante nuestros ojos. Pero algunas son más grandes que nuestro propio sol. Es raro. Nos hace sentir insignificante... Es... ¿¡Por qué demonios hablo de ésta estupidez!? –volteó su rostro para mirarme. Sonreí.

Reímos con ganas. Volvimos a mirar al cielo. Suave brisa de campo. Extraños ruidos de animales a lo lejos. Sin contaminación lumínica en el firmamento estrellado. Volvía a ser todo malditamente perfecto.

–Tengo que hacerlo.

–¿Hacer qué? –pregunté.

–Tengo que preguntarte ¿Por qué? –me miró nuevamente –¿por qué estás evitando a Connor?

–Emma por favor no lo arruines, no ahora –me cubrí el rostro con mis manos. Quería morir antes de hablar de esto.

–Si no me lo quieres contar, me voy.

Se incorporó de a poco. Yo todavía escondía mi rostro. No quería que se fuera pero tampoco quería hablar sobre el tema. No me gustaba ser presionando y menos ser forzado a hablar. Testarudo, ese era mi problema y Emma no me estaba entendiendo. Nadie lo estaba haciendo. Ni yo.

De reojo pude ver que se alejaba. No fui a buscarla. Me quedé toda la noche acostado con mi rostro tapando la realidad. Quería que vuelva, quería que se acostara y solo me acompañara. La necesitaba, necesitaba algo y no sabía qué. No entendía por qué seguía doliendo. Por qué había un vacío dentro de mí. Necesitaba respuestas y nadie me ofrecía nada. Solo callaba y juzgaban. Lo mejor que el ser humano puede hacer en esta vida.

Matices De AzulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora