N u e v e

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Allí estaba yo.  Con un chico ebrio recostado sobre mí. Con las estrellas sobre mi cabeza, cubriendo mis actos. Parado enfrente de la puerta de mi casa.

Busqué las llaves y abrí la puerta despacio. La entrada estaba oscura y ninguna luz estaba encendida.

—oye Connor —no quería hacerlo pero le pegué un poco las mejillas. Hasta que sus oscuro ojos azules se acoplaron con los míos — no hagas ruido. Callado así como estás ahora hasta llegar a mi cuarto—hice una señal con mis dedos sobre mis labios. señal de que permanezca en silencio. El me remedó el gesto y luego sonrió. Yo cerré la puerta a nuestras espaldas —.

Caminamos despacio hasta las escaleras. MALDITAS ESCALERAS. Cada peldaño  chillaba, y no lo entendía... Jamás hacían ruido y de pronto ahora sí. Agradecí de que no durmieran arriba. Entre a mi cuarto y le arrojé con cuidado a Connor sobre la cama.  Él intentó pararse pero le volví a sentar. Caminé hasta las puertas de la terraza las cerré y también las cortinas. El cuarto quedó oscuro. No tenía idea qué hacer con Connor. ¿Qué hago con un ebrio? Si tan solo tuviera Internet podría Googlear y la respuesta a mi gran problema se solucionaría.

Tocaron mi puerta y me quedé quieto sin respirar.

—¿Shawn? —la voz dormida de mi madre —.

—Sí mamá ya llegué, no te preocupes —murmuré, me acerqué a la puerta y me recosté para escuchar sus pasos al bajar las escaleras—.

Un gran alivio. Mis ojos fueron hacia Connor, todavía no estaba todo aliviado.

—¿Qué hago contigo?

Él se encogió de hombros y me sonrió de nuevo. No dejaba de sonreír ni después de haber tomado. La lámpara se encendió en mi cabeza y antes de llevar acabo el plan, cerré mi puerta con seguro. Le agarre del brazo y lo metí al baño. No podía creer lo que tenía que hacer pero, bueno, eso ayudaría a despertarlo un poco.

Sus ojos me miraban sin entender como todo este tiempo. Le sonreí y luego le pedí que levantara los brazos hacia arriba. Lo hizo y le quité su remera. Me apoyé de la pared un rato antes de seguir. Realmente él maldito me debía una muy grande.

—¿Te molesta si te bañas? —inquerí —¿puedes hacerlo tú solo verdad?

Otra encogida de hombros. Pero sin sonrisa. Un largo suspiro de mi boca.
Mis manos se agarraron de su cinturón y a pesar de que me costó desabrochar, lo pude hacer. Le quité la Bermuda blanca a cuadros y quedó tan sol con su bóxer negro. Lo esquivé, ya que el baño era algo angosto para dos personas y encendí la ducha en agua fría. Me giré sobre mis talones y sus manos estaban por quitarse su ropa interior.

—Espera —le tomé justo a tiempo —eso lo haces cuando me vaya.  Estaré afuera si necesitas algo. Te prestaré algo de ropa.

Lo voltee mirando la ducha y salí de allí.  Sin antes dejar una toalla para que se secara. Busqué algo de ropa y se lo dejé sobre la toalla.

Me quedé sentado sobre el borde de la cama, preparado por si algo pasaba. Pero después de diez minutos, el grifo se cerró y Connor no tardó en salir con la toalla cubriéndolo ya seco por completo.

—Te dejé la ropa en el baño.

Él negó con la cabeza.

—¿Qué?¿No, qué? —pregunté incorporándome  —.

—No uso ropa para dormir —su voz estaba más gruesa de lo normal y se notaba su cansancio —.

—Bien, pues hoy si la usarás para dormir.

Fui hasta el baño. Encendí la luz y busqué la ropa que no tardé en encontrarla. Salí y cuando le iba a decir que allí estaba la ropa, mis pies dieron con algo en el suelo. Su toalla estaba en el piso y él acostado en mi cama, por suerte tapado hasta su antebrazo. Durmiendo tranquilamente.

Coloqué la ropa sobre la mesita de noche y me quedé mirándolo esperando a que despertara y me dijera que es todo una broma y que se vestirá. Morí esperando aquello, él nunca despertó.

Le quité una almohada que no pareció ni notarlo. Me arrojé al suelo y me acosté allí. Me dormí allí.

Sentí el calor sobre mi ojo izquierdo

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Sentí el calor sobre mi ojo izquierdo. Lentamente aquél calor se intensificó con mayor claridad y me despertó de mi sueño. Me levanté algo torpe. Me dolía cada hueso de mi cuerpo y era por culpa de pasar la noche en el suelo.

Caminé hasta la puerta, le saqué el seguro y la abrí. Miré atrás y Connor seguía durmiendo. Salí y baje las escaleras, eran las ocho de la mañana y el sol matutino entraba por la ventana a cántaros.  Entré al cuarto de mis padres y no estaba nadie. Se habían ido y parecía que hace poco; ya que recordé el sonido del auto entre sueños.

Volví a subir a mi cuarto. Connor dormía y también sudaba con toda esas colchas y almohadas. Encendí el aire acondicionado y me senté en el piso con mi espalda recostada en la cama. Claramente antes de aquello, protesté como un anciano. Me dolía mucho la espalda.

El sonido del aire acondicionado me relajaba y también me daba sueño. Y mi cabeza se recostó más hacia atrás hasta que di con el cuerpo de Connor. No me molesté en apartarme ya que mis ojos se cerraban por completo. Cuando por fin parecía relajado y mis sueños se conectaban para llevarme a otro plano su voz me hizo sobresaltar.

—Buenos días —dijo con voz ronca—.

—Buenos días — Dije mientras me ponía de pie y él se estiraba acompañado de un bostezo —.

—¿Por qué estoy desnudo?

—Por tu mal hábito de dormir así —respondí mientras agarraba la ropa que le había prestado y no la uso —toma, puedes usar eso.

Ambos reímos sin entender por qué lo hacíamos. El sol ya comenzaba a resplandecer. Se podía notarlo con mayor fuerza. Miré hacia la terraza y abrí las puertas para que corriera el aire y de paso apartaba la vista de donde no tenía que ver. Caminé y esperé unos minutos cuando sentí su mano en mi hombro.

–Listo, ya puedes mirar.

Me volteé y lo analicé en una rápida mirada de pies a cabezas. Él lo notó, pero no le importó. Bajamos a desayunar pero me había dicho que tenía que irse lo más pronto posible a su casa. Lo mejor que podía darle era una manzana para que comiera por el camino. No tenía el coche para acercarlo hasta su casa, se lo mencioné pero no le pareció importarle.

–Gracias por no dejarme tirado en aquella fiesta– sonrió y me estrechó su mano. Le devolví el gesto y le acompañé hasta la puerta principal pero antes de salir volteó– nos quedan pocos días de vacaciones. Deberíamos aprovecharlo.

–Me quedan pocos días de vacaciones, pero todavía me queda una vida entera para aprovechar –dije y él sonrió. Una risa fugaz para luego alejarse y salir de casa.

Matices De AzulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora