Sostenía mis ropas entre mis manos. Estaba frente al armario, analizando y buscando donde dejar cada cosa. Parecía algo sencillo para cualquiera, pero no para mí. El orden, el color, tamaño, textura... todo lo tenía en cuenta antes de cometer una locura como dejar la camiseta roja con una azul. Todo tenía un orden en mi vida. Era las cinco órdenes que seguiría hasta mi muerte. En años anteriores tenía pensado completar con una sexta, pero resultaba más difícil de hacer de lo que pensaba, ya que lo único que no tenía un orden eran mis acciones y mi vida en sí.
Luego de unos minutos me habría rendido con mi ropa. Guardé unas pocas, lo demás, permanecía en la maleta. Comencé buscar dentro mis pinturas y pinceles. No sabía dónde dejarlas realmente. Había un solo mueble en toda la habitación y tal armario no estaba en condiciones para tener pinturas y pinceles, ya que solo era para guardar ropas y zapatos. Pensé que lo mejor sería dejarlos en otro sitio. Miré el suelo. Como por ejemplo allí, en el suelo, junto a mi maleta con ropa y zapatos.
Cuando eché un vistazo solo pude ver un cuarto vacío y aburrido que pedía a gritos color, vida y amor.
—Será mejor que te acostumbre—dije a la nada— no conseguirás esas tres cosas, no conmigo.
Salí del cuarto para explorar el resto de la casa. Me llevé la sorpresa de que no era tan grande como pensaba. La cocina era un lugar estrecho y agobiante. Bueno, ni en la cocina más linda me gustaría estar ya que era un desastre con todo lo comestible que mis manos tendrían que hacer. El comedor era algo más espacioso con seis sillas y con ventanales remplazando las paredes. Luego caminé nuevamente hasta la entrada para dirigirme a la abertura derecha, donde un living de sillones azules y una mesita de té se asentaban allí, todo iluminado por una telaraña con polvo que colgaba del techo.
Lo curioso era que todas las paredes estaban decoradas de pinturas, todas excepto mi habitación. Me enoje un poco por ello e incluso pensé en mudarme a la otra habitación, pero luego me di cuenta que solo yo tenía un balcón, un hermoso balcón que no lo dejaría por nada.
Mis padres estaban acomodando algunas cosas de la casa así es que yo aproveché para salir e ir en busca de cobertura para mi celular. Salí fuera, y el calor me dio de lleno con aquella típica brisa cálida que sostenía el lugar. Baje las escaleras y caminé rodeando la casa para dirigirme a las colinas que había mencionado mi padre.
No estaba tan lejos y lo estaba agradeciendo eternamente por dentro. Ya que en el trayecto no había sombra, era todo campo limpio a excepción de las colinas y los bordes que rodeaban la casa. No prestaba mucha atención al paisaje, tenía tiempo para eso todo el verano. Mis ojos no se despegaban de la pantalla del móvil y esperaba impaciente que los puntitos que no estaban rellenos de color negro comenzaran a hacerlo de una buena vez.
Levanté la vista cuando el golpe me impactó primero. Un tronco irregular y poco cuidado se alzó ante mí sin darme cuenta. Eran los primeros árboles de la colina. Miré más allá de él y mis ojos contemplaron una extensa sombra fresca que formaban las copas de los árboles. Me aparté del árbol y me adentré un poco más, pero esta vez algo más concentrado en el camino que antes. Los puntitos que indicaban la señal no se pintaban de negro y me comenzaba a frustrar. Solo esperaba que no haya sido víctima de mi padre de sus ridículas bromas.
Me volteé para volver sobre mis pasos. Volví a mirar el árbol que había hecho que me chocara. Bueno en realidad, yo choqué con él, pero ese no era el punto. Me aferré a su corteza con mis dedos en forma de garra. Lo examiné de una rápida mirada y comencé a trepar. Mis uñas se enterraban en la madera, mientras mis zapatos se resbalaban lentamente pero hice todo lo que estaba en mi alcance para no volver al césped de manera cómica y estúpida. Las ramas no estaban lejos así que no tardé en conseguir sostenerme de una y luego otra, y otra, hasta que me encontraba en el final de la copa. Las ramas eran bastante resistentes y gruesas para aguantar mi peso. No es que pesara mucho tampoco, pero quería ser precavido de todas maneras.
Me senté en una de las ramas y volví a sacar mi teléfono del bolsillo. Tenía una sonrisa de niño en mi rostro cuando uno de los puntitos se pintó de negro. Sin perder el tiempo, busqué en la lista de contactos y marqué el número de Alice.
De inmediato comenzó a sonar y no pude evitar gritar de felicidad como lo haría un niño luego de encontrar su juguete perdido después de tantos años.
Cuando pensé que por fin atendería, el dichoso círculo se vació de su color y la cobertura había muerto nuevamente.
—No.... No, no, no, no ¡Diablos! —Maldije y apreté el teléfono con todas mis fuerzas—.
Habría encontrado lo que había perdido. Lo encontré y lo abandoné cuando apenas le di uso. Sin embargo, tenía lo perdido antes y no lo daba importancia y por fin comenzaba a entender lo que era anhelar lo extraviado.
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Matices De Azules
RomanceCuando Shawn se ve obligado a salir de la ciudad para a ir a vivir al pueblo Deneba, sus ánimos y emociones son arrastradas por el suelo. Pero la amistad y el amor que le brindaban sus nuevos amigos, harían de él un fuerte muchacho. No será ha...