U n o

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Pasó tres semanas. Tres semanas de que no volví a ver a Connor. No sabía por qué. Creo que estaba enojado o triste o feliz... O todo aquello. De algo estaba seguro. Estaba perdido. Realmente estaba muy perdido en un camino que había empezado a tomar color. Todo se volvió a opacar a un gris oscuro.

Los días empezaron a ser mas opacos. Parecía que el mundo se quedaba sin color. Sentía que yo lo estaba dejando sin color. Y eso me enojaba.

Las peleas con mis papás eran muy frecuentes. No quería y ellos tampoco pero, pasaban. Me enojaba por todo. Y eso me enojaba a la vez. Verdaderamente no entendía. Quería respuestas pero nadie me las daba. Incluso Emma. También la notaba rara. La amo, ¿sabes? Ella no invitó a Connor cuando veíamos películas en su casa. O cuando íbamos a caminar en la playa. Tampoco me pidió explicaciones de por qué me alejé de Connor. Una fiel compañera, una lealtad que debía pagárselo.

Una tarde decidí que le pintaría su manzana rosada. No era su cumpleaños, pero quería pagar su amistad. Eso sonaba feo cunado lo decías en voz alta. Pero en mis pensamientos sonaba bien. Pensamientos. Pensamiento. Me hacía acordar aquella noche. No quería recordar. No quería volver a pensar.

Las pesadillas en las noches eran frecuentes. Mamá me despertaba y tomábamos un té en plena madrugada. Nunca ayudó, pero al menos pasaba más tiempo con ella. Hablábamos. Y podía conocer a una Elizabeth. No a una madre, sino a ella como mujer. Fue todo color de rosa. Quizá todo color azul. Hasta que me preguntó por Connor.

-Solo Emma viene a casa. ¿Están enojados?

-No quiero hablar de eso.

-Entonces están enojados.

-Nunca te dije que así era -protesté.

-Tampoco lo negaste. Si no quieres hablar está bien. Pero los pensamientos y sentimientos no son para ser privados. Tienes que soltarte de tu propia cárcel - me besó la frente y luego volvió a su cuarto.

¿Cuál cárcel? ¿Pensamientos? ¿De qué sentimientos hablaba? Quería llorar. Pero no lo hice. No lloro. Muy pocas veces lo hice. Lloré cuando mi perra Laila murió. Ese día fue gris. Tan gris como los que vivía ahora. Tenía que escribirlo, odiaba los días grises.

Pasaba mucho rato en la playa. Me gustaba hacer bocetos allí. Las olas y el viento me relajaban, me hacía olvidar de muchas cosas e incluso me olvidaba de pensar. Invité a Emma. A ella le gustaba verme dibujar y, por más que a mi no, era bueno tener un poco de compañía. Me dijo que no podía. Que le dolía su cabeza y que iría al médico para ver aquél tema ya que, tres veces al día le dolía la cabeza. Eso sonaba feo. Odiaba el dolor. Pero el dolor no era tan malo como el odio. Si odiabas, dolía.

Matices De AzulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora