C u a t r o

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Azul. Azul Azul. Estaba acostado, mirando las paredes blancas. Decidía que necesitaba las paredes en ese color. Se vería genial. ¿No? Algo de color en la habitación tal vez me ayudaría a olvidarme de mi camino gris.

Buscaba todo el rato excusas. Me pasaba en casa: subiendo y bajando. Miraba y hablaba solo. No estaba loco, pero no sé, era excusas para evitar lo que realmente no podía. Necesitaba respuestas todavía. Pero no podía, simplemente eran imposibles de encontrar. No podía y eso me estaba matando. Estaba muriendo en el pueblo muerto. Me estaba convirtiendo en alguien muerto.

La playa ayudaba

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La playa ayudaba. Al menos un poco. Era relajante y mamá decía que iba a mejorar. Todavía no hablaba con ellos en lo que me pasaba, y por suerte tampoco me insistían. Eso era bueno y malo.

Había llevado mi teléfono y llamé a Alice.

–¡Shawn! –la voz de mi antigua mejor amiga me hizo recordar mi anterior vida – ¿Cómo te trata el pueblo?

–Bien, supongo –no podía decirle que metafóricamente me estaba muriendo – Entonces, ¿Qué hay de nuevo por allá?

Suspiró.

–Nada nuevo en verdad. Las cosas están aburridas y en el colegio es siempre lo mismo. ¿Sabes,  Edith la profesora de psicología está embarazada? –sonrió – y eso es algo extraño, porque todos nos la imaginamos teniendo sexo y, bueno es algo perturbador.

Reí. Reí y reí toda la tarde. Necesitaba aquello. Necesitaba reír más... Por un momento había dejado atrás lo que me atormentaba. La risa ayudaba, lo tenía que apuntar en algún lugar. Me cambiaba, al menos por algunos instantes. Luego recordaba a Alice, y lo lejos que la tenía.

–¿Cómo va el colegio por allá? ¿Te hiciste amigos?

Medité un rato. Había sacado mi teléfono de mi oreja y escuchaba a Alice decir : ¿Shawn? ¿Sigues allí?

–Sí, yo... El colegio está bien. Estoy en un grupo de arte. Bueno es acogedor y casi nada de trabajos para la casa. Supongo que eso es bueno –volví a sonreír – si hice algunos amigos.

–mhh, ¿seguro que solo amigos? –podía apostar que sonreía de costado –.

¿Cuánto más me costaría? ¿Por qué se me quitaban las palabras cuando el tema tocaba en una conversación? ¿Tenía que ser tan caro el precio de poder expresarte?

–Sí solo es amistad... Entonces, ¿Sólo amigos por allá?

–Ay no empieces. Me conoces y sabes que soy puramente soltera – quedó en silencio unos segundos – bueno si hay un chico.  Su nombre es Eric.

–pésimo nombre.

–Es agradable y todo un caballero.

–Deberías practicar lo de ser dama.

–Bueno quizá Eric –remarcó – pueda enseñarte a ser un caballero.

–Quizá, si vuelvo.

–¡Claro que vas a volver! –escuché unas voces atrás y Alice se calló un momento – Shawn te tengo que dejar. Perdóname si no te escribo tanto, el colegio me tiene atareada. Pero llamaré en cuanto pueda.

–Mejor te llamo yo.

Nos despedimos y yo me quedé sentado. El sol se ponía y pintaba el cielo de distintos colores anaranjados y el azul se mezclaba, se combinaban y quedaba todo difuminado. No había llevado mis pinturas para dibujar aquello. Estaba tan concentrado en aquél paisaje que casi se me escapa un grito al sentir una mano sobre mi hombro. No quería voltear, pero, otra parte de mí si quería hacerlo. Entonces lo hice.

Matices De AzulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora