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Los días pasaban a mucha velocidad. Sentía que me quedaba sin tiempo. Sentía que aquella historia azul se estaba volviendo nuevamente de gris. Había ignorado los mensajes de Connor y las llamadas. También esquivaba la carta de Emma. No quería leerla porque sabía que Connor tenía razón. Entonces, ¿Por qué estoy enojado? No lo sabía y no podía entenderlo tampoco.

Odiaba las reuniones familiares, pero ahí estaba yo: sentado en el sofá con mis padres de brazos cruzados.

–No discutiremos más, iremos a la ciudad–la voz de mi padre se escuchaba muy autoritaria. Él no era así –.

–¿Cuándo iban a consultarme esa idea?

Mi madre largó una risa teatral.

–Por Dios Shawn, hace meses que venimos diciéndote. Solo que tú no puedes aceptar que la vida sigue y que tienes que vivir.

–Tú madre tiene razón –ahora estaba más calmado – nosotros ya vivimos Shawn. La tuya recién comienza y no podemos dejar que tires todo por la borda.

–No lo estoy haciendo –reproché–.

–Te comportas como un niño ¿lo sabes?

–Sí, soy un niño tonto supongo.

En la madrugada me sentía muy mal

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En la madrugada me sentía muy mal. Mis lágrimas recorrían mi piel y no sabía por qué estaba triste. Pero lloraba. Decidí en despertar a mi madre y la esperé en el salón con dos taza de cafés.

–¿Te gustaría hablar?

Miró el reloj de pared y luego se volvió para verme.

–¿No hay un horario más normal?

Sonreí forzosamente.

–Como en los viejos tiempos.

Se acomodó la bata y se sentó en el sofá. Aceptó mi taza de café. Y me miraba mientas pegaba el primer sorbo.

–¿Entonces?

–Entonces... –sonreí y baje la vista – ¿Nunca estuviste perdida? ¿Siempre supiste dónde ir o que hacer?

–Ojalá fuese así de sencilla la vida.  Siempre estoy perdida –alcé la vista –.

–Creía que los adultos estaban siempre orientados y sabían lo que hacen.

–Tonterías. A veces estamos tan perdidos como cualquier otro. Por ejemplo estamos perdidos en qué hacer con nuestro hijo.

–Lo siento –sonreí con amargura –es solo que estoy perdido. No tengo una vida organizada.

–Yo pienso lo contrario. Tienes talento con el arte, estudiar eso no te resultará inconvenientes. Tienes el don para hacer que cualquiera te aprecie y tienes la suerte de tener a Connor –sentí sus manos en las mías – tienes una vida prácticamente pintada. Solo falta que tú la encuadres y la cuelgues en tu camino.

Creí que las madres debían ser eternas. Eso sería el mejor regalo para cualquiera. Una madre era una como, bueno, una madre. Pero también estaba aquella madre que dejaba su rol, para entender a sus hijos. Eran el señalador perdido en una de las páginas de tu libro.

Supongo que tenía razón. Mi vida estaba pintada y yo solo tenía que cooperar. Sabía también lo que Emma quería. Si dejaba a Connor ni ella ni yo lo podría perdonar. De alguna forma nuestro amor era una manera de tenerla con vida.

Matices De AzulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora