C u a t r o

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Regresé a casa, con los ánimos arrastrando mi sombra. Realmente deseaba poder hablar por teléfono por lo menos unos minutos. Mi madre estaba arreglando la meza para el almuerzo. De inmediato notó mi rostro entristecido y a la vez enojado. Se mordió el labio para no hacerme la pregunta de la cuál ella sabía la respuesta. Claro que lo sabía, mi mano que sostenía el celular no dejaba de apretujarse más y más con cada paso que daba.

Realmente no entendía el significado que mi mente le daba a la palabra "amigos". Supongo que era una parte de mí que lo había dejado en mi anterior vida para acostumbrarme a ésta. La soledad no era un camino duro que pudiera costarme, pero, no deseaba pasear por aquél camino. Necesitaba a mis amigos. Los necesitaba ahora.

-Cariño...-mi madre se acercó lentamente y me acarició una mejilla- yo sé que es difícil, pero dale una oportunidad a ésta nueva vida...

-yo... lo- suspiré rendido y baje la vista al suelo- lo haré.

Una sonrisa forzada salió de mi rostro para convencerme de que lo que había dicho era cierto. Cuando alcé la vista por un extraño ruido, observo que mi madre sostiene las llaves del auto y dinero en su mano.

-Hacen falta un par de cosas, quizás puedas comprarlas luego de almorzar.

Acepté. Lo hice no solo para satisfacer al pedido de mi madre, lo hago porque siento curiosidad por el pueblo al que llama el pueblo de Deneba. Me gustaría conocer el lugar del cuál será mi nuevo hogar.

Luego de almorzar proseguí a tomar una ducha y quitarme la ropa que estaba algo sucia de césped y ramas. Jeans y una remera blanca fueron lo indicado. Tomé las llaves del auto y el dinero, baje las escaleras y mi madre me entregó una lista con un mapa dibujado sin mucho arte para que me guiara. Leí la lista y lo primero en ella era comprar útiles para empezar el último año de secundaria. Faltaban días para que las vacaciones de verano terminaran, eso me daba un disgusto horrible. Pensar en la nueva secundaria y además el último año era lo peor que mi cabeza podía divagar en ese momento.

Arranqué el coche y lo puse en marcha por la única carretera que acompañaba mi desolado nuevo hogar. Coloqué algo de música para pasar el rato y mientras conducía, mis ojos miraban el mapa dibujado por mi madre. En ocasiones tuve que parar para echar un vistazo más detallado y leer su horrible letra y entender que las líneas con forma extrañamente de un pájaro arrollado es la ferretería.

El viaje no fue tan largo, el pueblo Deneba no estaba a tanta distancia. Un cartel rústico me daba la bienvenida al centro del pueblo. Me imaginaba gallineros y vacas, o quizá caballos acompañados con su jinetes. Pero había casas, y algunos edificios y uno de ellos adiviné que fuese el "centro comercial" había autos y personas caminando. No había tanto tránsito como en una ciudad, pero aun así no era tan distinto.

Estacioné el auto y me baje con el papel en mi mano. Lo primero era comprar útiles para este año. Mi mamá me dibujó... bueno intentó hacer un especie de lápiz en señal a los útiles escolares. Parecía que era el centro comercial pero no estaba seguro del todo. No quería perder tiempo buscando así que fui por lo más obvio: comprar cerraduras para algunas puertas de la casa. Le herrería estaba frente a mí, por lo cual no era muy complicado saber que allí conseguiría lo que necesitaba.

La campana indicó que era un cliente pero nadie respondió para entenderme. Me quedé incómodo unos segundos hasta que una voz en el fondo de cajas y herramientas me gritó.

-voy enseguida-.

Me quedé en silencio mientras miraba el mapa y continuaba descifrando los garabatos. Me sobresalté cuando las cajas se desplomaron en el suelo y una explosión de goma espuma junto con metales cayeron al suelo. Él chico que me había gritado hace segundos salió entre aquél desastre. Estaba despeinado y su cara estaba apenada.

Matices De AzulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora