Pasé mi mano por mis labios para quitarme la saliva. Me miré horrorizado por haber quedado profundamente dormido. Mis ojos se abrieron de apoco y puede contemplar las cortinas que cubrían el balcón estaban danzando por el intenso viento de afuera. Me había quedado relajadamente dormido, no sentí calor, ni molestia ni escuché nada. Jamás en años había dormido tan tranquilamente como esa noche. Busqué mi teléfono que estaba en el suelo. Para mi sorpresa no estaba allí. Me dispuse a levantarme de la cama a duras penas, busqué algo de ropa y me dirigí al baño para pegarme una relajante ducha. Al salir, ya con mi vista más clara noto un par de cosas nuevas en mi habitación, por ejemplo un escritorio con su silla correspondiente y mi laptop que había dejado en casa (en la antigua casa). Extrañado comencé a mirar si encontraba algo más, pero era eso lo único nuevo en mi aburrida habitación blanca y pálida como la nieve.
Busqué mi teléfono como un condenado durante bastantes minutos. Estaba en el primer cajón de mi nuevo escritorio, lo más seguro era que mi madre lo había dejado allí.
Salí un rato al balcón. Todo estaba en silencio. El sol resplandecía en el firmamento y todo se estremecía por los fuertes vientos que había. Mi cabello comenzó a despeinarse y a enloquecerse por unos segundos y luego, cuando el viento cortaba de forma brusca, mi cabello volvía a caer de forma dispareja. Lo acomodé y baje. Caminé hasta la cocina y tomé una manzana que había sobre la meza en un cuenco de vidrio. Mis padres no estaban en casa y eso me resultó un poco extraño. Busqué las llaves del auto pero, claramente no las encontré y tampoco hallé el coche afuera. Salí de casa, con mi teléfono en mi bolsillo trasero y mi manzana en mi mano.
Caminaba sobre la ruta, comiendo mi manzana y dejando que el fuerte viento me llevara hasta el pueblo. Realmente me gustaba el clima ahora mismo. Era un ambiente tranquilo y peligroso, dos combinaciones opuestas que se atraen... en una formación de esto, de lo perfecto. El clima era perfecto.
Estaba sudando un poco por el intenso calor. Faltaba poco para llegar, reconocí los pinos que estaban minutos antes de llegar al pueblo. Tres pinos solitarios en hilera, señalando dónde quedaba aquél pueblo muerto con personas medio muertas. Sonreí al recordar aquello. Yo no podría entender como alguien que viviera en el pueblo muerto... la persona, ya sabes no esté muerta (en un sentido de ánimos y sentimientos) ¿Las personas de un lugar triste y desolado, no se contagiaban de ello? ¿Por qué no?
Cuando llegué al pueblo, pude ver la ferretería del padre de Connor. Pensé, por unos instantes en ir a saludarlo pero quizá estaría trabajando. Seguí de largo. Pasé por un local llamado Boc'sTad donde vendían comida rápida. Resulta que el lugar me parecía agradable, tenía sombrillas afuera con asientos cómodos y blancos, las paredes eran ventanales y dentro se notaba algo con un tono a los 80 o los 70. Continué mi camino hasta llegar al centro comercial de ayer. Mi manzana ya casi se terminaba y, para mi suerte, mi estómago estaba contento.
Cuando ingresé, el aire acondicionado me dio la bienvenida con una brisa fresca. Saqué mi teléfono de mi bolsillo y lo encendí. Levanté la vista: personas y más personas. Algunas comprando, otras como aquél grupo de tres chicas que estaban sentadas en un banco de madera charlando, o como aquella pareja de ancianos almorzando en un costoso restaurante. Busqué un asiento igual al de las chicas para acomodarme y usar mi teléfono tranquilo.
Los mensajes llegaron y sentí el terror de que el aparato explotara en una que otra notificación. Mis dedos, desesperados, deslizaban la pantalla. Instagram, Facebook, Snapchat, Whatsapp... solo mensajes sin sentidos o publicaciones que no me importaban. Entré en la conversación de mi amiga Alice. La amiga que tenía como una hermana, jamás me llamó, jamás me contestó el último mensaje que le había mandado al salir de casa... apreté mi teléfono con fuerzas y lo dejé a un lado. Detrás de mis ojos verdes se desataba la ira, la furia y me mordía por dentro por no derramar una lágrima de aquella malditas personas que alguna vez llamé amigos.
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Matices De Azules
Storie d'amoreCuando Shawn se ve obligado a salir de la ciudad para a ir a vivir al pueblo Deneba, sus ánimos y emociones son arrastradas por el suelo. Pero la amistad y el amor que le brindaban sus nuevos amigos, harían de él un fuerte muchacho. No será ha...