Prólogo

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  La oscuridad inundaba mi campo de visión, era así todas las noches, el sentir la ceguera hacía que a mi espina dorsal le diera un escalofrío. La única luz era la de la luna, acompañándome todas las noches.
El frío de la encuvadora, la gran caja de metal en la que estaba metida, generaba que mi piel pálida se estremeciera, pero el miedo que tenía de no saber dónde estaba o qué me pasaba era más grande que temerle a la muerte.
Ya perdí la cuenta de los días que estuve aquí, al parecer cuando llegué dormí varios días seguidos. Mantenía una cuenta mental de las veces que pasaba el Sol por mi ventana; quince días, atrapada en este espacio cerrado y pequeño. Al principio lloraba, era lo único que hacía, pero me dí cuenta que era en vano nadie me iba a poder sacar de esta prisión sin salida. Mis mejillas estaban totalmente quemadas por la sangre que corría por mis lágrimas, dolía mucho pero no tanto como mi alma perdida y el gran error cometido por mis manos y mi mente.

   Recuerdo exactamente cuando era feliz con mis padres, cuando sólo me preocupaba por mis calificaciones y mi popularidad. Antes era normal, era corriente, no un monstruo como ahora, una asesina.

El Reino Hatlas -En edición #RedQueenAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora