Primera clase

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Capítulo veintiuno.

  Grave error.

Creo que darle una oportunidad a Xander era una mala idea.

  Muy mala idea.

¿Por qué pienso ésto? Básicamente todo comenzó cuando encontré una carta hechando chispas de fuego en mi casillero al siguiente día con las palabras grabadas: “Morirás por dejar pasar lo que sucedió a noche”.
Lo sé, es intenso. Kyle dijo que no le diera importancia, que Lexy no mataría a alguien, solo porque debe cuidar su reputación como “Futura candidata a la realeza”.
Sí, su única condición. Única. Eso hizo darme cuenta que sus palabras, no eran una simple broma alfabética. En temas de realeza, reyes, candidatos, esto era posible.
Ella ya me había lastimado una vez, dolió. No quería que sucediera de nuevo, ahora con mayor intensidad de enojo.
Soy patética, una temerosa ya se. Tanto que estuve todo el día evitando a Xander, cada vez que lo veía en el pasillo, agachaba la mirada o daba media vuelta. En el jardín, iba a los asientos más alejados de él, lo veía acercándose a mí y me metía en alguna clase que ni siquiera me correspondía.

Lo peor de todo es que está mañana se largó un rumor, logré darme cuenta—muy rápidamente— cuando llegué al pasillo principal y la mayoría giró a verme, para volverse a su lugar y comenzar a cuchichear cosas. Oyendo mi nombre o el de Xad frecuentemente.
El rumor era sencillo, El príncipe Xander al fin logró enamorarse de una chica.

¿Por qué les importaba tanto eso? Se importaban más en él que en ellos mismos. Contaban cuantas veces respiraba en el día,  o cuando pestañeaba. Era increíble. 

Tocó la campana de cambio de clase y tuve que cerrar la puerta a mis pensamientos, y mas porque no había prestado atención en toda la clase de historia del reino. Guardé todos mis libros en mi mochila de cuerina negra— la que básicamente llevaban todos—e intenté levantarme del pupitre cuando creí que ya se habían ido todos del aula, pero una chica se puso adelante mío.
  —¿Cómo lo lograste? —llevaba un rodete muy ajustado y tenía rasgos asiáticos muy marcados. El idioma le costaba suficiente. Rodete.
  —¿Lograr qué?
  —Ya sabes, enamorar a Xander. No cualquiera lo hace. Es más, eres la primera —del otro lado del pupitre salto una chica rubia con muchos listones y moños en el cabello. Moños.
  —Xander no está enamorado, se equivocan. Y... quiero salir, gracias.
  —Espeera albinita, dinos tus secretos —una morena de piernas realmente largas, puso una silla al frente mío y se sentó. Piernas.
  —No tengo secretos. Y si me disculpan...
Quise pararme pero me empujaron de los hombros y me sentaron nuevamente.
  —Mmh mintes, sí los tienes —pronunció con recelo la rubia Moños.
  —He dicho que no, ¿ahora dejarían irme por favor?
  —Ni lo sueñes. ¡Cuéntanos ahora! —Piernas acercó su rostro al mío con ferocidad— ¿acaso eres un tipo de bruja? ¿qué le has dado? ¿alguna posión?
  —Yo... no sé de qué hablas. Y no, no soy una... bruja —me dieron ganas de reír.
  —Es obvio que miente. ¡Dinos que pa..!
  —¿Qué está sucediendo aquí?

Miré a la puerta y encontré la figura de Xad radiando molestia. Su ceño estaba fruncido y tenía los puños cerrados.
Las chicas se quedaron en silencio por un instante y después se colocaron en una hilera como soldados. Intentado taparme, sabiendo igualmente que él ya me había visto.
  —¡No sucede nada! —dijeron las tres a la vez.
  —Por cierto ¡esa camisa te luce de maravilla! —saltó Piernas.
  —Retírense —su voz salió un poco dura. Pero las chicas no le hicieron caso—. Por favor —suavizó con ojos cerrados.

El Reino Hatlas -En edición #RedQueenAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora