Debo acostumbrarme

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Capítulo dieciséis

Después de tener una muy larga plática con la señora Mara, nos explicaron que íbamos a tener un tutor temporal, para que nos ayude a entrenar y saber más sobre nuestros poderes y la historia del lugar. También nos dijeron que había una enorme biblioteca donde podríamos estudiar sobre los Heits y los Oxid... esos nombres extraños que nos mencionaron y demás.

Mañanas mismo comenzaríamos a entrenar y estudiar, pero yo aún no podía dejar de pensar en el chico de ojos irreales ni en mi pasado, necesitaba saber como estaba después de su accidente provocado por mí culpa. Me sentía una mediocre, él intentaba ayudarme y yo lo eché a perder. Mi madre vivirá sola y con una horrible culpa. Mi padre murió. Y yo estoy aquí sin saber que hacer.

Necesitaba que alguien me diga, que era lo mejor. Que debía elegir, dejar a mi madre tranquila y seguir con estas personas desconocidas o intentar volver y remediarlo.

Miré mi reflejo en el gastado espejo de cuerpo entero. En mi rostro recién lavado por el baño que me había dado hace minutos, aún se notaban un tanto los moretones en mis pómulos y la cortadura en mi labio por los golpes que me había dado el golpeador la primera vez. Sentí que esos golpes quedarían marcados de por vida en mi piel, porque era así como lo sentía en mi corazón, una cicatriz inotable. Igualmente pronto sanarían y nadie lo notarían mas.

Claro nadie, excepto yo.

El vestido blanco y sin muchas capas de tela que me habían asignado, se pegaba levemente a mis curvas. Algo anticuado y aburrido, pero no estaba de ánimo como para buscar belleza en mi rostro o cuerpo en estos momentos. Con tal de estar limpia y vestida, me sentía satisfecha. Pero aún así, desearía mi ropa de Salem.

-¿Qué es lo que te pasa mí niña? -Clarise, habló a mis espaldas-, tus ojos están vidriosos y veo como están llenos de tristeza. No hace mal desbordar esa tristeza, pero si hace mal guardárselo dentro y no compartirlo y quitarlo.

Clarise, era una de las modistas en el reino. Ella realizaba los vestidos estravagantes que llevaban las alumnas de la escuela. Admiraba mucho sus manos y su trabajo, porque había visto con detenimiento algunos vestidos, y en serio llevaban detalles deslumbrantes. Aunque no haya estado en mucho contacto con los alumnos.
-La verdad... no me siento cómoda aquí, me siento... diferente. Extraño mucho a mi madre y a mis amigas y no creo poder soportar este dilema. Necesito volver a mi hogar -dije más rápido de que cantase un pájaro.
-Oh Madison, venir aquí después de toda la vida que has llevado con tu familia es muy difícil, pero no eres la única que se siente así en este lugar. Muchos extrañan a su padres con toda su alma y corazón, y están pasando por los mismo pensamientos y estados que los tuyos, pero tienes que saber que si vuelves. Pondrías en peligro sus vidas, el gobierno te buscará y te llevará al igual que tus padres y seres queridos. Creo que ya sabes la respuesta, solo acóplate a lo que tienes, y serás feliz.
-Gracias Clarise necesita en estos momentos alguien que diga que hacer, está bien, acoplarme, podré intentarlo... -bajé la miraba a mis pies descalzos posados sobre la alfombra violeta oscura. Era mi único remedio. Y tenía razón.
-Ohh -rió-, quita esa cara de muñeco abandonado y seca esas lágrimas acumulada en tus ojos, no conquistarás a ningun muchacho así -me golpeó el trasero. Y se me escapó una risa por su comentario-. Es lo que necesitas, ve y diviértete, ríe. Así se te pasará tu tristeza, y después, estarás como nueva.
-Lo haré -la miré por el espejo.
-Eso espero... ¡Pero mira! El vestido te ha quedado a medida. El color no me encanta, pero mañana llegarán nuevas telas así que, dime que colores te gustan más y te haré un par.
-Emh azul, celeste y...
-¡Rosa!
-¿Rosa?
-Si rosa ¿No te gusta el rosa?
-Si pues me encanta pero...
-El rosa quedará bien con tu piel. De acuerdo mjm -hizo unas anotaciones en un libro-, también quiero que en estas semanas me traigas un dibujo de como quieres que sea el diseño de tu traje.
-¿Qué traje?
-Ya verás linda, mientras más antes posible mejor.
-Pero...
-Bien te traeré tus zapatos, ya vuelvo -dejó su libro en una mesa y salió por una puerta. El silencio se acumuló en mis oídos y mis palabras quedaron flotando en el aire. De hecho, no se podía hablar con esta mujer, era imposible. Daba buenos consejos, pero conversaciones cortas.

El Reino Hatlas -En edición #RedQueenAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora